Mansfield Park (Los mejores clásicos)

Jane Austen

Fragmento

cap-1

INTRODUCCIÓN

No son pocas las grandes novelas que tratan de personajes que no tienen un lugar fijo o asegurado en la sociedad. Expósitos, huérfanos, forasteros, gente que se desplaza de un país a otro, que pasa de una clase social a otra, que debe ir dando forma a su vida o que se ve implicada en acciones o cambios sobre los que tiene tan sólo el control parcial: todos ellos son personajes asiduos del género novelístico. Si pensamos en Tom Jones, Julien Sorel (Rojo y negro), Becky Sharp (La feria de las vanidades), Jude Fawley (Jude el oscuro), Isabel Archer (Retrato de una dama), Paul Morel (Hijos y amantes) o incluso en la Augie March de Saul Bellow, observamos que todos ellos son personajes que al comienzo de la novela no se ven definidos o no se sienten satisfechos con su estatus, lugar o posición. No pueden dar por sentado el escalafón que ocupan en la sociedad, y terminan, felizmente o no, con una identidad social distinta. En el transcurso de esas obras se produce una elección y un cambio. Los personajes pueden ver recompensada su virtud, como Tom Jones; o frustradas sus ambiciones, como Jude; o pueden quedar atrapados en las aborrecibles consecuencias de sus propios actos, como Isabel Archer. En general, en todos los casos podemos afirmar que somos testigos de un «yo» inicialmente indefinido y no comprometido que debe definirse a partir de lo que le sucede en sociedad. Ese «yo» tal vez sea capaz de elegir lo que le ocurre, o quizá tan sólo pueda permitirlo o sufrirlo: la búsqueda de su definición puede conllevar el verdadero descubrimiento del «yo», o puede, al final, precipitar su destrucción. Sin embargo, con independencia de lo que les ocurra, estos personajes han evolucionado. No están donde estaban; no son lo que eran. Eso es lo que sucede con Fanny Price, la heroína de Mansfield Park.

Fanny comienza su vida en una familia de clase media baja de Portsmouth y al final la vemos aceptada como señora de Mansfield Park. En un principio la hacen objeto de su caridad, pero terminan por considerarla el pilar indispensable de la familia de Mansfield. Con su matrimonio y el pleno reconocimiento social y familiar, su «yo» queda satisfactoriamente definido. Sin embargo, Fanny Price exhibe pocas de las características que solemos relacionar con los héroes o heroínas tradicionales. Esperamos de ellos que sean fuertes y vitales, pero Fanny es débil y enfermiza. Buscamos en ellos cierta osadía o audacia, cierta valentía, resistencia e incluso temeridad, pero Fanny es tímida, callada, poco firme y demasiado vulnerable. Pero, por encima de todo, esperamos que los héroes y heroínas sean activos, que muestren desacuerdo, se opongan a la coacción y reivindiquen su propia fuerza, pero Fanny es totalmente pasiva. De hecho, uno de los aspectos más extraños de esta obra singular es que, en apariencia, es la historia de una joven que triunfa sin haber hecho nada. Se sienta, espera, consiente y cuando, mediante el matrimonio, asciende a una posición sorprendentemente elevada, parece recibir una recompensa no tanto por su empuje, sino por su extraordinario inmovilismo. Esto ya resulta bastante peculiar; sin embargo, a esta heroína la caracteriza otro aspecto inusual y aún menos atractivo: nunca, jamás, se equivoca. Jane Austen, por lo general irónica con respecto a sus heroínas, en esta ocasión defiende a Fanny sin reservas. Estamos acostumbrados a héroes y heroínas indecisos, falibles y propensos a equivocarse. No obstante, ésta siempre piensa, siente, habla y se comporta tal como debe. Los otros personajes de la obra, sin excepción, cometen errores, algunos de ellos irreparables. Pero Fanny no. Ella no da un solo paso en falso. En realidad, podría afirmarse que no da un solo paso: como veremos, hay una relación íntima y significativa entre su virtud y su inmovilismo. Estos inusuales rasgos la han llevado a convertirse en una heroína muy impopular. Incluso los lectores más comprensivos la han considerado con frecuencia un tanto mojigata, y no han faltado críticas más severas. Kingsley Amis la denomina «un monstruo de autocomplacencia y orgullo». Y no es que Jane Austen no fuera capaz de crear heroínas atractivas: Elizabeth Bennet y Emma Woodhouse figuran entre los personajes más queridos de la ficción inglesa. Sin embargo, nadie se enamora de Fanny Price. Entonces, ¿qué hizo Jane Austen en esta novela? Cabe hacerse esta pregunta porque, aunque la protagonista sea su heroína menos popular, podría decirse que Mansfield Park es su novela más profunda (a decir verdad, en mi opinión es una de las novelas más profundas del siglo XIX). Así pues, conviene analizar con atención qué hace una heroína tan pobre en una obra tan brillante.

A primera vista, la historia, o el resumen de los hechos en sí, no sugiere profundidad. La madre de Fanny se casó mal y años después se encuentra en una situación desesperada, con demasiados hijos y muy poco dinero. Pide ayuda a sus dos hermanas, una de las cuales está magníficamente casada con sir Thomas Bertram de Mansfield Park. Y se decide que Mrs. Price deje a Fanny, una de sus hijas, al cuidado de su hermana. Así comienza la novela. La protagonista tiene que aguantar mucho en su nueva situación. Por un lado, la otra tía, Mrs. Norris, es una mujer autoritaria, malintencionada y cruel, mientras que los primos de Fanny, Tom, Maria y Julia, la tratan con condescendencia o no le prestan la menor atención. Lady Bertram es benevolente, pero también tan ciega e insulsa que se limita a depender de Fanny, sin pensar en ella. Sir Thomas es justo, pero frío y distante. Sólo Edmund —el hermano menor de Tom, que está a punto de ser ordenado clérigo— es considerado con ella, le habla y la ayuda. Sir Thomas parte en viaje de negocios y al mundo de Mansfield llega una brillante pareja procedente de Londres: Mary Crawford y su hermano Henry. Se producen bastantes coqueteos; sobre todo entre Henry y Maria (que ya está prometida con un tal Mr. Rushworth), e incluso el recto Edmund cree estar enamorándose de la deslumbrante Mary. El entusiasmo y la confusión general llegan a su punto álgido cuando deciden representar una función teatral, momento en el que se produce el regreso de sir Thomas.

Tras este episodio, la acción se centra en las relaciones entre los Crawford, Fanny y Edmund. Henry, que decide seducir a Fanny, terminará enamorándose de ella y pidiéndole matrimonio. Ése sería un enlace magnífico, pero Fanny no sólo desconfía de Henry, sino que está enamorada en secreto de Edmund. Tiene que oponer toda la resistencia de la que es capaz para evitar que le impongan el matrimonio; llegan incluso a enviarla de regreso a Portsmouth para que recuerde lo que es vivir en la pobreza. Entretanto, Edmund está a punto de declararse a Mary, que se debate entre sus sentimientos hacia él y el desprecio por la modesta profesión de clérigo que ha elegido. Estos prolongados cortejos se interrumpen de repente cuando Henry, cansado de la resistencia de Fanny, huye con Maria (convertida ahora en Mrs. Rushworth). A ojos de Edmund, Mary no parece tan horrorizada por el irresponsable adulterio como cabría esperar, y se da cuenta de que se ha equivocado en su opinión sobre los Crawford. En realidad, sólo Fanny ha estado todo el tiempo en lo cierto: sólo ella ha desconfiado en todo momento de sus atractivos modales. Finalmente, Edmund se da cuenta de que ésta es la esposa que necesita, de modo que terminan casándose y ella alcanza una posición que, en un princi

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