Ilíada

Homero

Fragmento

cap-1

ESTUDIO PRELIMINAR

A mi padre, que con especial maestría

supo transmitirme su gran pasión por la literatura.

P. G. C.

1. NUESTRA EDICIÓN

Es más que evidente que la Ilíada está considerada como una de las grandes obras de la literatura universal, pero no por ello se trata de un texto que aparece exento de diversos e importantes problemas, los cuales van desde su transmisión hasta su contenido y significado, pasando por su intencionalidad y por su autoría. De hecho, hablar de Homero significa entrar en el controvertido debate de la llamada cuestión homérica, la retahíla de estudios que engloba las principales teorías sobre si este personaje realmente existió y, en caso afirmativo, sobre si realmente fue el verdadero autor de la Ilíada, y por extensión, de la Odisea, también atribuida al ciego de Quíos.

El humilde propósito de esta edición de la Ilíada no es otro que el de ofrecer al lector posibles claves de interpretación de la obra a partir de unas coordenadas espacio-temporales, abordando el tema tanto desde su forma como desde su fondo, pero a la vez asumiendo la importancia de este mito en su vertiente más romántica; es decir, desde la consciencia de que dedicar más páginas a la cuestión no significa necesariamente aproximarse a la veracidad de unos hechos de los que nos separan más de tres milenios. También, pues, para las humanidades existen límites que resultan infranqueables, y de todo ello pretendemos hacer partícipe a nuestro amable lector.

Si bien es cierto que el estudioso o el investigador sobre el tema tiene al alcance numerosas monografías sobre épica homérica en la mayoría de las lenguas europeas, hemos creído que puede ser de tremenda utilidad para el gran público proporcionar en esta edición las líneas maestras por las que se regía la poesía griega antigua. Así, se justifican plenamente en esta introducción a la Ilíada las consideraciones de literatura, mitología, arqueología e historia antigua que se desarrollarán a continuación. Ejemplificaremos además varios de los pasajes comentados, con citas extraídas del mismo poema, con el objeto de aproximarnos más a la interpretación de la obra, y concluiremos con una bibliografía complementaria básica en lengua castellana. Deseamos de corazón haber conseguido nuestro noble propósito.

2. LA TRADICIÓN ORAL

Mientras que la filología moderna se ha hecho eco del redescubrimiento de algunos poemas antiguos en diversos puntos de Asia y del Mediterráneo oriental, como son algunos textos egipcios, asirios o babilonios, en el caso de la épica1 homérica podemos afirmar con rotundidad que estos jamás se han perdido, esto es, se ha tratado aquí de una tradición literaria ininterrumpida.

Diversas causas apuntarían a este hecho, tales como en primer lugar la importancia de la temática que trataban estos poemas para sus gentes; temas como la lucha por el poder, la lealtad, las luchas fratricidas o la gloria de un héroe justificarían la necesidad de un liderazgo en una comunidad para poder hacer frente a las adversidades y así garantizar la supervivencia de esta como pueblo en el devenir de los tiempos. Sería una razón de corte antropológico, del mismo rango que la obligación que cualquier comunidad tiene aún a día de hoy, de celebrar y de ritualizar sus tradiciones, como pueda ser el hecho de conmemorar una efeméride tan significativa como la de su propia fundación.

Se trataba, pues, de una tradición épica antiquísima que se remontaba a los pueblos indoeuropeos de Asia Menor y de Oriente Próximo pasando por el mar Egeo, de los cuales procedían los mismos griegos, y cuya producción literaria habría sido de gran influencia sobre ellos, sin duda alguna. Las grandes gestas de época micénica que nosotros situamos entre el 1200 y el 1400 a.C., es decir, en la Edad de Bronce, constituirían el no tiempo y adquirirían sentido para los griegos en la medida en que ellos formaban parte de esos grandes mitos.

En segundo lugar, precisamente el mito sería el hilo conductor, el aglutinante de este inmenso corpus de historias que relacionaba, e incluso emparentaba, a dioses y a hombres en otros tiempos, y que permitiría comprender el origen de las comunidades y la complejidad de las relaciones humanas. La visión judeocristiana de la Creación en tanto en cuanto el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios cobraría aquí cierto sentido, habida cuenta que los dioses homéricos son antropomorfos, esto es, física y psíquicamente parecidos a los humanos, con sus defectos y con sus virtudes. Se produciría, pues, una identificación absoluta del ciudadano de a pie para con sus modelos del mito, ya que estos constituirían un determinado ejemplo de conducta —ya fuera en positivo, ya fuera en negativo—, del mismo modo pongamos por caso que un adolescente de hoy en día pretende verse reflejado en su actor o en su deportista favorito. La mitología, pues, tendría un clarísimo valor pedagógico en la medida en que ofrecería pautas de actuación del individuo ante sus semejantes, y consecuentemente en el hecho de fortalecer las propias relaciones humanas, a saber, como elemento de cohesión social.

La característica básica de un poema épico es su transmisión oral, es decir, la recitación o la interpretación cantada ante un público de unos hechos altamente relevantes para una comunidad humana, toda vez que su temática constituiría la razón de ser de la misma desde una óptica puramente antropológica. Podría tratarse de la transmisión de estos textos a modo de poemas o canciones de padres a hijos a lo largo de varias generaciones, del mismo modo que en las comunidades rurales de otro tiempo fue muy común la narración de historias, cuentos y fábulas, precioso material compilado en muchos casos por folcloristas y estudiosos que han comprendido que se trataba de un patrimonio humano de gran valor histórico.

Podría añadir al respecto lo que desvelaron las investigaciones llevadas a cabo en varias zonas rurales de los Balcanes,2 donde se localizó a diversos ancianos capaces de recitar o de cantar de memoria largos poemas sobre la vida cotidiana en su comunidad, en una extensión variable de algunos centenares de versos, según el punto por el que iniciaban la recitación. A petición de los estudiosos, contaron que los habían aprendido de sus padres y estos a su vez de los suyos, y así sucesivamente. Se trataba de un conjunto de fábulas, canciones y poemillas que muy a menudo se recitaban o se cantaban, tanto mientras la familia compartía sus ratos de ocio, como durante los quehaceres del campo o del hogar. Ni que decir tiene que diversas técnicas ayudaron a la fijación mental de las historias a estos bardos —a veces acompañándose de una guzla3—, en un momento en que las nuevas tecnologías de almacenaje y tratamiento de textos no solo brillaban por su ausencia, sino que de haber existido, habrían acabado con la vitalidad de esta riquísima tradición oral. De hecho así ha ocurrido posteriormente, además de lo que ha supuesto el paulatino y progresivo abandono de las zonas rurales y el desplazamiento a las grandes ciudades en busca de una mejor calidad

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