Rojo y negro

Stendhal

Fragmento

cap-1

INTRODUCCIÓN

«Las almas fuertes»

NOVELA Y REVOLUCIÓN

Según revelación de Stendhal, Rojo y negro (titulado entonces Julien) fue concebida en Marsella la noche del 25 al 26 de octubre de 1829.1 La «idea» de la novela se convirtió enseguida en un primer esbozo, titulado más tarde el «manuscrito de Marsella», bastante corto, que decidió desarrollar y dar cuerpo en una fecha desconocida en los primeros meses de 1830:2 el 8 de abril firmó un contrato con el editor Levavasseur para dos volúmenes en octavo, seguidos por una edición en cuatro en dozavo (en realidad saldrían seis), y el texto debía entregarse a final del citado mes. Entonces aumentó el trabajo de extensión de la novela, Stendhal puso la «sustancia», la obra creció y al mismo tiempo se actualizó: la segunda parte sacó partido de ese auténtico enfoque de cronista, la impresión empezó (el 12 de mayo recibió las primeras hojas y encontró el título definitivo) mientras la redacción seguía; la «sustancia» es la misma de la historia tomada día a día, en los pequeños acontecimientos y en las polémicas que describen «el espíritu del tiempo», el color local —o mejor dicho, ¿temporal?—, la publicación de Hernani, la llegada del cantante Lablache, la ópera Manon Lescaut, la expedición de Argel, las luchas periodísticas alrededor de la «nota secreta», el ascenso al poder de Guillermo IV, rey de Inglaterra; la vida pública se unió a la vida privada: Mary de Neuville, raptada en enero, y Giulia Rinieri, que se convirtió en la amante de Stendhal el 22 de marzo, constituyen la base del personaje de Mathilde. A finales de mayo, Stendhal corrigió las pruebas, buscó epígrafes para el inicio; el 1 de junio «dictó» la escena de la catedral de Besançon; reestructuró, pues, un texto ya compuesto. ¿Cuándo cesó este movimiento de reescribir y pescar al vuelo lo actual? Sin duda con la Revolución de Julio: esta novela de 1830, como precisa el subtítulo rigurosamente exacto, se apoya en el gran acontecimiento que anuncia y contiene en potencia, aunque no integra, salvo en la nota del capítulo VIII de la segunda parte que levanta acta de que la edición del libro fue interrumpida por los Tres Gloriosos Días, que hicieron realidad los deseos de Altamira. Y sobre todo, tal como establece una cronología interna de la novela, obra de Henri Martineau,3 si la intriga sigue un calendario plausible y se integra en la historia política (inicio en septiembre de 1826, episodio del seminario en 1828, llegada de Julien a París en enero de 1829, condena de Béranger, duelo en agosto de 1829, «traje azul» en enero de 1830, baile del duque de Retz en abril, primera noche con Mathilde en julio, episodio de Estrasburgo en septiembre de 1830), llega un momento en que la temporalidad novelesca rompe con el tiempo exterior: Carlos X había sido derrocado, pero todo el fin de la novela supone un contexto político inalterable; Julien es guillotinado en julio de 1831; este desvío (inapreciable para el lector) demuestra que el texto no varía a partir de julio de 1830. Rojo se publicó el 15 de noviembre. Stendhal añadió todavía el criptograma del capítulo XIII de la segunda parte, rastro de su fiebre de ambición tras la revolución; nombrado cónsul, ansioso por ocupar su puesto en Trieste, escribió a su editor en noviembre: «Ya no tengo la cabeza para corregir pruebas». No tuvo tiempo de prever los títulos de los últimos capítulos. Sólo estamos seguros de una única modificación: hizo corregir unas hojas impresas (unos «cartones»)4 y las ediciones póstumas de su primo Romain Colomb restablecieron el texto original: se trataba de supresiones de fórmulas desagradables dirigidas al príncipe de Metternich. ¡Prudencia del cónsul de Trieste! Una prudencia inútil: Austria no lo aceptó.

Crónica de una revolución de la que no habla, Rojo, novela cargada de violencia desde el principio, es una obra de crisis y de tensión, una lucha de conciencia y de clases, una confrontación constante de personajes, los amantes son enemigos, al igual que los señores y los «criados», el roce entre los individuos lleva siempre a conflictos colectivos, el amor es en sí mismo una cuestión de clase; el miedo y el odio son políticos en la obra; todo es político, incluso lo más íntimo. Todo es combate (hasta el amor), y la tensión sube con la estancia en París de Julien, la intriga con Mathilde presenta el enfrentamiento de la joven aristócrata y el plebeyo, en el que ella percibe un nuevo Danton, luego su ruptura común con la casta noble y la guerra en el seno de una familia tiene como telón de fondo la «nota secreta», los preparativos de una guerra civil. La novela no es sólo una crónica, la representación de una coyuntura política tensa y violenta; nos atreveremos a decir que existe una analogía entre la rebeldía del protagonista y la revolución que va en aumento, que hay un vínculo metafórico entre el crimen de la ficción y las barricadas de la historia, uno y otras de 1830, el apogeo, el punto culminante del año. La metáfora de la política en una obra literaria es el disparo con pistola en un concierto. Se dispara mucho en la novela, y también con fusil: la política violenta la belleza, ya que es en el fondo violencia. Ahora bien, en 1830, lo que escribe Stendhal a partir del 15 de enero a un amigo inglés5 se presenta cargado de amenazas, «las provincias se han sublevado», «si the Polignac se porta mal, esto podría acabar con una guerra with the Kings of Europe»; ¿se le va a «quitar el bozal» al «tigre» popular? Si the mob se despierta, es la guerra general; pero ¿se atreverán los «liberales» a despertar al «león que duerme», que puede hacer una nueva revolución y acabar con las monarquías? Se comprende entonces por qué Stendhal ha recogido en sus grandes episodios el suceso en el Delfinado del caso Berthet (mal que le pese, nada de Grenoble le es ajeno), el seminarista asesino se presentaba unánimemente como un «héroe de nuestros tiempos»;6 pero aunque al salir de este marco lo desplazara en el tiempo (el disparo con pistola de Berthet retumba el 22 de julio de 1827 y él es guillotinado el 23 de febrero de 1828). Convertido en Julien Sorel, Berthet se ve impulsado hacia arriba, glorificado socialmente, ensalzado, pero también cambia de sentido. Siempre es el representante de «estos jóvenes» del gran mundo que han recibido «una buena educación»y han sido postergados por el doble rechazo de nobles y ricos; sin embargo, su categoría, al situarse en contemporáneo del estilo de la novela, es la de los «trescientos mil jóvenes de veinticinco años que desean ardientemente la guerra», los evoca él mismo, y el marqués de La Mole se refiere a ellos como la punta de la lanza, ya sea napoleónica o jacobina, de la oposición; hay que acabar con ellos, o ellos acabarán con las viejas monarquías y el orden europeo. Más tarde, en Recuerdos de egotismo, Stendhal alardea de su predicción (la habría hecho en 1822), «los jóvenes de la pequeña burguesía, bien educados, que no saben dónde situarse, al encontrar en todas partes ante ellos a los protegidos de la Congregación, derribarán la Congregación y, a la vez, a los Borbones».7 ¿Había llegado en 1830 el momento de acabar con ello? «Sepamos a quién hay que aplastar», «hay una guerra a muerte»: las palabras del marqués ultra

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