Don Juan Tenorio

José Zorrilla

Fragmento

cap

INTRODUCCIÓN

1. EL CONTEXTO SOCIOHISTÓRICO Y POLÍTICO

Cuando nace José Zorrilla en 1817 tanto España como el resto de Europa acababan de poner fin al régimen imperialista instaurado por Napoleón Bonaparte. En 1808 se habían producido las denominadas Abdicaciones de Bayona, por las que los reyes españoles Carlos IV y su hijo Fernando VII cedieron sus derechos dinásticos, sucesivamente, al general francés, quien colocó en el trono de España a su hermano José I (1808-1813), lo que generó el caldo de cultivo que propició el desarrollo de la guerra de la Independencia entre 1808 y 1814, un período en el que se aprobó en Cádiz, en 1812, una constitución liberal que suponía un progreso a nivel político en la España del momento. Las desastrosas campañas rusas de Napoleón y su definitiva derrota en la batalla de Waterloo hicieron posible su caída y exilio, por lo que las naciones europeas, reunidas en el Congreso de Viena (1814-1815), decidieron restablecer el orden fronterizo previo a la llegada de Bonaparte al poder.

En España reinaba Fernando VII desde 1813, quien fue recibido con gran entusiasmo por sus súbditos, que anhelaban acabar con las injerencias galas. Pero entre 1814 y 1820 el rey estableció un período de absolutismo que suprimió los derechos y libertades de la Constitución de Cádiz. Precisamente el padre de Zorrilla fue un apasionado defensor del absolutismo real. Esta situación, sin embargo, estalló en 1820, cuando el general Rafael del Riego capitaneó un pronunciamiento militar de corte constitucional que acabó imponiéndose, dando principio al período conocido como Trienio Liberal (1820-1823), durante el cual se retomó el régimen gaditano. De hecho, este golpe español fue uno de los desencadenantes de las denominadas revoluciones liberales burguesas acaecidas en torno a ese año en Europa, que más tarde se repitieron en 1830 y en 1848. Era un momento de efervescencia en todo el continente; no podemos olvidar que la Revolución industrial también se produjo en esos años, lo que sin duda coadyuvó a las conquistas políticas. Pero también en América, donde las colonias españolas culminaban sus independencias. En 1823 se ejecutó al general Riego y, con la ayuda del ejército europeo de los cien mil hijos de san Luis, Fernando VII restauró el absolutismo en el país, dando comienzo a la última fase de su reinado, la Década Ominosa (1823-1833). Cuando en 1830 nace la futura Isabel II y el rey promulga la Pragmática Sanción, que reconocía a las mujeres el derecho a reinar que había abolido la Ley Sálica, una rama de la familia real capitaneada por el hermano del monarca, Carlos María Isidro, defendió sus derechos a la sucesión al trono apelando a la vigencia de la citada ley, lo que provocó varias guerras civiles que se englobaron bajo la corriente dinástica carlista.

En 1833 fallece Fernando VII; su hija, Isabel II, cuenta tres años, por lo que su madre, María Cristina de Borbón, es nombrada regente, quien tuvo que hacer frente a la primera guerra carlista (1833-1839). En 1834 promulgó el Estatuto Real, diseñado por Francisco Martínez de la Rosa, una carta otorgada con determinados derechos para los ciudadanos que estaba a una distancia insalvable de lo que fue la Constitución de 1812. Más tarde, en 1837, culminó la desamortización de Juan Álvarez Mendizábal, que sirvió al Estado para incautarse de determinados bienes raíces que poseía la Iglesia, y se aprobó una nueva constitución, de cariz progresista. En 1840 es nombrado regente Baldomero Espartero, quien introduce una nueva desamortización al año siguiente.

En 1843 se declaró la mayoría de edad de Isabel II y fue proclamada reina. Entre 1844 y 1854, la Década Moderada, los partidos políticos aprobaron una nueva constitución, esta menos progresista que la anterior, en 1845, que estuvo vigente hasta 1869, aunque hubo proyectos de modificación en 1852 y 1856 que no se llevaron a cabo. Tras ascender al trono de manera efectiva, soportó, como su madre, una guerra carlista, la segunda, que se desarrolló de 1846 a 1849. Cuando en 1854 se produjo una revolución que se hacía eco de algunos malos usos de la corona dio comienzo el Bienio Progresista, hasta 1856, momento en el que se desarrolló una de las medidas más importantes: la desamortización de Pascual Madoz, que se extendió por todo el territorio con una fuerza que no consiguieron las anteriores. Los últimos años del reinado de Isabel II estuvieron marcados por la alternancia de los moderados y de los liberales en el Gobierno. Pero en otro punto del globo se estaba viviendo un conflicto muy relevante, la guerra de Secesión estadounidense (1861-1865) entre abolicionistas y antiabolicionistas de la esclavitud, entre los estados unionistas del norte y los confederados del sur, que propugnaban una economía con dicho sistema de explotación.

En 1868 estalló la revolución llamada la Gloriosa, que provocó el exilio de la reina. Dio comienzo el Sexenio Revolucionario (1868-1874), cuando se aprobó una nueva constitución (1869), más progresista; abdicó la reina en la persona de su hijo Alfonso, y se proclamó rey a Amadeo I (1870-1873) que, tras soportar la tercera guerra carlista (1872-1876) y abdicar entre otros motivos por el magnicidio de su principal valedor, Juan Prim, facilitó la llegada de la I República Española (1873-1874), que tuvo cuatro presidentes (Estanislao Figueras, Francisco Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar) en menos de dos años y no aprobó ninguna constitución. Arsenio Martínez-Campos se alzó a través de un pronunciamiento militar que acabó con el período republicano.

En 1874 se produce la Restauración borbónica y Alfonso XII es proclamado rey de España. Durante su reinado se aprobó una nueva constitución, la de 1876, muy duradera, que facilitaba el turnismo en el Gobierno entre los partidos moderado y liberal. Falleció en 1885 mientras su esposa estaba embarazada del futuro Alfonso XIII. La viuda, María Cristina de Habsburgo-Lorena, ejerció la regencia hasta 1902.

El siglo XIX vivió numerosos procesos de construcción social, política y económica en la práctica totalidad de los países occidentales, incluido España. Se trata de un período convulso en el que se sentaron las bases de doctrinas políticas como el anarquismo o el socialismo; no en vano, Karl Marx y Friedrich Engels publicaron en 1848 el Manifiesto del Partido Comunista y desarrollaron postulados anticapitalistas y conceptos como la lucha de clases o la dictadura del proletariado. También fue una época en la que florecieron los nacionalismos; el movimiento romántico favoreció sobremanera esa conciencia, amén de los deseos de libertad y de revalorización de los pasados gloriosos y heroicos de cada territorio.

En Europa el romanticismo comenzó durante las últimas décadas del siglo XVIII, sobre todo en Alemania e Inglaterra. Ya en la centuria siguiente, cuando todavía España seguía con los últimos suspiros del neoclasicismo y aún brillaban algunas comedias de magia como La pata de cabra de Juan Grimaldi, se desarrollaron las ideas románticas, aunque adaptadas a las particularidades españolas, como una religiosidad que, según sugirió Aguirre, se entendió como valor estético.[1] José de Espronceda o Mariano José de Larra, entre otros autores, destacaron en la lírica y en el teatro y el artículo costumbrista, respectivamente, con obras como El estudiante de Salamanca o

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