Antes, cuando me proponían leer un clásico, torcía la nariz en un claro gesto de asco y me negaba en redondo. La palabra "clásico" se dibujaba en mi mente como sinónimo de "aburrido", "estilo sobrecargado", "palabras grandilocuentes". Es ahora, a mis veintisiete años, cuando estoy adentrándome en ellos, y lo hago por mi propio gusto y curiosidad. No hay nada que me guste más que discernir por mi misma la interpretación de un texto. Cuando tuve el libro de «Peter y Wendy» en mis manos, dudé. El libro, además de notas a pie de página, también consta de una introducción. Normalmente, las introducciones con las que me he topado, más que ponerme en antecedentes, se dedican a destriparme la filosofía o el mensaje de lo que quiero leer a continuación. Así, influyen en mi mente, y no puedo deducir por mi misma lo que el autor intenta decirme más allá de los personajes, de sus acciones y las escenas. Esas cosas me fastidian la lectura. Así que me congratula anunciar que esta introducción y las notas de traducción son maravillosas. Porque no vienen a desgajar el mensaje como si fuera una naranja y el lector, tan estúpido que no sabe partirla en trocitos. Nos enuncia el contexto. El qué motivó a J. M. Barrie a escribir lo que a escrito. A odiar su versión. Qué lo inspiró. Quién lo inspiró. Qué hubo antes, qué hubo después. Si tenéis el pensamiento tan cotilla como lo tengo yo, vais a disfrutar muchísimo con esta información, os lo aseguro. Por otra parte, las notas están muy bien repartidas a lo largo del texto, sin interrumpir demasiado el ritmo, breves y concisas. Dichas las modernidades del cuento, vamos al meollo del asunto. Para ello, una advertencia: agarraos con fuerza a la suspensión de incredulidad como si estuvierais descubriendo aún el placer de la lectura. Es la mejor manera de acercarse a Peter y Wendy. El mundo de fantasía que presenta Barrie se me antoja como el escenario de un teatro. Lleno de fantasía, color, trucos, magia. Pero eso es la parte delantera, la que se ve a simple vista. Si ahondamos, si nos escurrimos por el foro, pondremos un pie en el entramado, una zona oscura, donde el maquillaje se va y se queda la realidad que se está tapando durante la obra. El transcurso del tiempo. La vida. La muerte. La juventud perdida, que jamás regresará, y que se despidió de nosotros llevándose la ingenuidad, que habita como un beso en la comisura de los labios. Me dolió en ciertos momentos leer esto y darme cuenta de lo que ocurría en realidad en la tramoya. Y donde más lo he visto ha sido en Garfio. No hay personaje que no se quede en la cabeza, bien diferenciado del resto, con un simbolismo propio que no pienso estropearos. Los protagonistas aquí son dos, aunque solo uno de ellos evoluciona, y esa es Wendy. Pero quien tiene la fuerza en la narración es Peter Pan. Su personalidad es tan fuerte que cuando se pone inaguantable, se pone inaguantable. Es quien ordena y manda, y a su antojo se mueve el libro y Nunca Jamás. A ese control contribuye el narrador, muy metido en la novela, dirigiéndose a nosotros y anticipándonos a veces la que se va a liar de un momento a otro. Esto último es un arma de doble filo, porque secuestra el factor sorpresa, que a veces se agradecería. Además, él mismo admite que no lo cuenta todo, porque las aventuras que estos chicos viven en Nunca Jamás son un montón. Sin embargo, solo nos cuenta las necesarias para hacernos una idea de cómo es ese mundo maravilloso. El libro advierte de que a estas alturas, los lectores nos acordaremos de su versión Disney en la mayoría de ocasiones. En mi caso, casi se me salta una lagrimita porque de la película que yo me acordaba era de Hook. He visto ambas, y creo que es esta última la que con más respeto se acerca a la obra de Barrie (Eso, y que de la de Disney si la he visto, no la recuerdo mucho). NOTA????? Cuesta, pero recomendaría acercarse a este libro con la mente en blanco -sin las películas, vaya -y con el corazón de un niño. Sobre todo con el corazón de un niño. Es un cuento tierno que en esta edición está muy bien cuidado, que recomiendo leer una vez en la vida... ...o leérselo a algún niño una vez en la vida.
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