Viajes con Henry James

Henry James

Fragmento

Viajes_con_Henry_James-1.html

Créditos

Título original: Travels with Henry James

Traducción: Borja Folch

1.ª edición: abril, 2017

© The Nation Company, LLC, 2016

Representado por RDC Agencia Literaria

© Ediciones B, S. A., 2017

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-694-1

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidasen el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Viajes_con_Henry_James-2.html

Contenido

Portadilla

Créditos

PRÓLOGO

UNA PEQUEÑA GIRA CON HENRY JAMES

SARATOGA

LAKE GEORGE

DEL LAGO GEORGE A BURLINGTON

NEWPORT

NIÁRAGA

UN VERANO EUROPEO: LICHFIELD Y WARWICK

UN VERANO EUROPEO: NORTH DEVON

UN VERANO EUROPEO: WELLS Y SALISBURY

UN VERANO EUROPEO: DE CHAMBÉRY A MILÁN

EL TEATRO PARISINO

UN VERANO EUROPEO: DE VENECIA A ESTRASBURGO

ROMA FUERA DE TEMPORADA

HOMBURG REFORMADO

UNA ANTIGUA CAPITAL DE GRAN DUCADO

OTOÑO EN FLORENCIA

CIUDADES TOSCANAS

RAVENA

VISTAS DE LONDRES

LONDRES EN TEMPORADA BAJA

EN ESCOCIA

LOS TEATROS DE LONDRES

CRÉDITOS DE LAS ILUSTRACIONES

NOTAS

Viajes_con_Henry_James-3.html

PRÓLOGO

PRÓLOGO

_______________________

HENDRIK HERTZBERG

Henry James era un arrogante freelancer de veintidós años cuando publicó, en el número del 16 de noviembre de 1865 del semanario The Nation, que llevaba cuatro meses en la calle, una de las críticas más demoledoras de la literatura estadounidense.1 En su reseña anónima de un libro —Drum-Taps, una colección de lo que rechazó como «poemas espurios»— lo consideró «una ofensa contra el arte», «burdo», «monstruoso», carente de «sentido común» y «agresivamente descuidado, falto de elegancia e ignorante». Establecidos estos preliminares, el futuro autor de Retrato de una dama, Daisy Miller, Los embajadores, La copa dorada, Otra vuelta de tuerca y mucho, mucho más, procedía a dirigirse directamente al censurable poeta, reprendiéndolo como sigue: «Ser adoptado como poeta nacional no es suficiente para descartar cualquier cosa en concreto ni para aceptar cualquier cosa en general, para acumular rudeza tras rudeza, para descargar los contenidos sin digerir de sus cuadernos sobre el regazo del público. Debe respetar al público al que se dirige; pues este tiene gusto, aunque usted no lo tenga... No basta con ser grosero, lúgubre y adusto. También debe ser serio.»

Perdonémoslo. Era joven y rebosaba energía y entusiasmo. Con el tiempo, como es natural, Henry James cambiaría de opinión acerca de Walt Whitman, tanto es así que, en 1904, él y Edith Wharton pasaban largas veladas leyendo en voz alta y con regocijo Hojas de hierba. (Mientras James leía, recordaría Wharton, «su voz llenaba la habitación silenciosa como el adagio de un órgano», y exclamaba, «¡Oh, sí, un gran genio, sin duda un grandísimo genio!».)2 Más o menos por aquel entonces, en una carta a un amigo que le había tomado el pelo sobre aquella antigua reseña, se mostró melodramáticamente contrito. Era una «vergüenza», se lamentaba, una «pequeña atrocidad» que había «perpetrado [contra Whitman] con la burda insolencia de la juventud». Y añadía: «Solo sé que llevo más de treinta años sin ver esa execrable reseña y que, si se cruzara en mi camino, nada me induciría a leerla. Disto tanto de “conservar” las abominaciones de mi primera inocencia que las destruyo cada vez que las avisto; menos mal que ocurre rara vez.»3

Menos mal que el James maduro no estaba en situación de destruir sus abominaciones de juventud, ninguna de las cuales, por cierto, era abominable. (Incluso su arrebatada demolición de Whitman crepita con una portentosa exuberancia.) Valgan de ejemplo los relatos de viajes reunidos en este volumen. Aparte de ser deliciosos por derecho propio, estas no abominaciones de juventud son importantes por lo que presagian. Se cuentan entre los primeros balbuceos de una gran carrera con pocas semejanzas entre los escritores estadounidenses y británicos —o entre los escritores de cualquier nacionalidad, si vamos al caso— del periodo entre la Guerra de Secesión y la Primera Guerra Mundial. (Para la literatura, la Edad de Oro fue de veinticuatro quilates.)

El inmortal chiste de Samuel Johnson —«Nadie más que un tarugo escribió alguna vez, excepto por dinero»— no era aplicable a Henry James. Al menos, no del todo. En sentido estricto, James no «necesitaba» dinero. Su padre, Henry James Sr., había heredado el equivalente actual a ocho millones de dólares y, por lo general, estaba dispuesto a proporcionar una carta de crédito cada vez que uno de sus hijos andaba escaso de dinero en efectivo. Henry Jr. amaba a su padre, a su madre, a sus hermanos y a su hermana, pero también amaba la independencia. Solo quería escribir y quería escribir lo que quisiera escribir, y quería ir donde quisiera ir y solo quería rendir cuentas consigo mismo. En última instancia, escribió para hacer arte. Pero también escribió para soltar lastre, para liberarse a fin de hacer arte. Escribió por escribir. Para él escribir era un propósito en sí mismo; pero no el único propósito, no cada vez que se sentaba a su escritorio.

En una época en la que pocos miembros cultivados de las clases media y media-alta podían permitirse viajar por placer, pasear de prestado era lo más parecido. Ha

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos