Barcelona increíble

Ana Sánchez

Fragmento

De compras

DE COMPRAS

EL PRIMER SÚPER FRIKI

En este supermercado venden un vino rosa de lágrimas de unicornio, licor de fuego valyrio y ramen de Pikachu. Es el Super Friki Market. Entiéndase por friki «lo más selecto del mundo fantástico», detalla su dueño.

Si Mulder y Scully vieran lo que la gente lleva en estos carritos de súper, les abrirían en el acto un expediente X. Aquí pides que te recomienden un vino y te señalan uno de lágrimas de unicornio: rosa, con purpurina. No es lo más raro que se ve por estas estanterías. Al lado hay un cava con oro comestible de 24 quilates, cervezas de mantequilla —las que bebe Harry Potter— y barritas energéticas de insectos. Puedes comprar vino espumoso de colores, Peta Zetas con sabor a algodón de azúcar, cereales de gaticornios y las galletas que suele devorar Shin Chan. Ahí está el licor de fuego valyrio, igual de verde chillón que el que provocaba masacres en Juego de tronos. Un par de chupitos y también echarás fuego por la boca. Justo encima está la tableta de chocolate de Willy Wonka con su famoso tíquet dorado dentro. Es el producto best seller. Hasta hay unas con un anillo con palabras grabadas en élfico. Empiezas a dudar si lo de súper viene de supermercado o de superhéroe.

Super Friki Market, se llama. «Supermercado mágico», informa su logo con carrito y capa. «El primer súper friki del país», dice sacando pecho su ideólogo, Rubén Sánchez. Entiéndase por friki «lo más selecto del mundo fantástico», detalla. Abrió en febrero de 2019 en las Galeries Maldà, el nuevo «Camden friki».[1] «El primer mes tenía colas de horas», recuerda su dueño. «Es más difícil entrar en este súper —se oía decir frente a la puerta— que destruir la Estrella de la Muerte.»

¿Que por qué comer comida friki? «De lo que se come se cría —se ríe Rubén—. Y nosotros nos hemos criado como frikis.» Él cumple años el Día del Orgullo Friki y podría hablar encadenando frases de Disney. Rubén Sánchez, treinta y cuatro años, es el fundador de Reino de Juguetes. Fue quien empezó a abrir locales temáticos en las Maldà. Que abriera un súper friki era cuestión de tiempo. Dos de los productos que más vendían eran de supermercado: el licor de fuego valyrio y la cerveza de mantequilla de Harry Potter. «Una señal mágica», recuerda.

Los carritos son verdes y rosas. Las dependientas parecen sacadas de un manga. «Las Supernenas del Super Market», las bautiza un compañero de la tienda de al lado. «Lo más kawaii posible —se justifica Miriam—. Soy adorable», se ríe. Ese es el concepto: si googleas «kawaii», aparecen miles de dibujos achuchables de los mismos tonos pastel que el súper.

«Hay que probar de todo», sonríe Miriam. Y te ofrece una cajita de grillos sabor barbacoa. También tienen lombrices con crema agria, gusanos a las finas hierbas y tabletas energéticas hechas con harina de insectos. «Como dirían en El rey león: viscosos, pero sabrosos», Rubén te anima a comer tirando de frases Disney. Pues sí, están sabrosos. «Se dice que es la comida del futuro —añade—. Tiene muchas proteínas.»

También te enseñan a beber Ramune. «Es una soda típica japonesa con una canica dentro —explica Soraya—. Tienes que golpearla para que caiga la canica y, según vas bebiendo, va sonando el clin clin.» Otro producto estrella para los que saben de anime es la lata de caramelos de la que se alimentan los huérfanos protagonistas de La tumba de las luciérnagas, una película mítica de Studio Ghibli. Puedes gastarte desde 1,50 euros, lo que cuestan unos caramelos temáticos, hasta los 50 euros del cava de oro.

En la nevera se enfrían Fantas de sandía, Coca-Colas de vainilla, botellines de hidromiel, hasta latas verdes a la medida de Hulk (750 ml). Se ven galletas con relleno de purpurina, patatas con sabor a pizza, ¿eso es un ramen de Pikachu? «Aquí —asiente Miriam— se come con los ojos.» Desde luego, nadie pondrá en duda que es una dieta fantástica.

Super Friki Market

«Supermercado mágico», informa su logo con carrito y capa.

 Galeries Maldà (Portaferrissa, 22).

www.superfrikimarket.com

Si Mulder y Scully vieran lo que la gente lleva en estos carritos de súper, les abriría en el acto un expediente X.

Dudarás si lo de súper viene de supermercado o de superhéroe.

EL TRIÁNGULO MÁGICO

Se venden varitas, pociones, bolsos con güija. Desde 2017, se extienden tiendas temáticas por las Galeries Maldà. Ya las han rebautizado como el Camden friki.

Hay más trasiego de criaturas mágicas que en los armarios de Poltergeist. Diez minutos aquí y te ves capaz de atravesar Mordor con cinco anillos encima. Se venden varitas al por mayor, pociones, bolsos con güija. Hasta puedes sentarte en un trono de hierro sin masacrar a los Stark. Hay quien lo llama ya «el triángulo mágico».

Las Galeries Maldà cada vez se parecen más a Camden, el mercadillo alternativo de Londres. «Pero este es de frikismo del siglo XXI», se ríe la dueña de una de las tiendas. Desde finales de 2017, se extienden los locales temáticos. En apenas dos años ya superaban la quincena.

Si ves a un chico con uniforme de Hogwarts, el colegio de magos ideado por J. K. Rowling, es que estás frente a Carreró Maldà. Fue la primera tienda temática de Harry Potter de España. «Sigue las huellas del suelo —te dirá— y llegarás a otra tienda de Potter.» «¿Ves las huellas? —te pregunta—. Yo soy muggle [humano sin habilidades mágicas], no veo estas cosas.» Por el camino puedes sentarte en un trono de hierro para selfis (en Thronestore BCN) o subirte a la nube Kinton en la que volaba Son Goku (en KameHame Shop).

«Cuando me lo puedo permitir —dice emocionado Rubén—, me pongo en un rincón y lloro por dentro.» Rubén Sánchez lleva bufanda a rayas de estudiante de mago, pero a quien tiene tatuada en el brazo es a Ariel, la sirenita. Es el fundador de Reino de Juguetes. Empezó en 2014 online, él solo, desde casa. Terminó abriendo la veda de tiendas temáticas en las Maldà. Inauguró las cinco primeras: una de Juego de tronos, otra de Dragon ball, dos de Harry Potter, y Funko Barcelona: personajes en versión muñeco cabezón de ojos redondos. En 2019 ya iba por la tercera de Harry Potter: un andén 9 y ¾ con carrito incrustado en la pared para hacerse selfis.

Y todo porque un día se tomó un café en la plaza del Pi y miró hacia las galerías. «Esto es un desierto», le dijo una compañera. Pero él llamó. El contacto fue «complicado», recuerda. «Pero al final —continúa— contacté con un administrador qu

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