El gran Mónico

Manuel Lozano Leyva

Fragmento

Índice

Índice

El gran Mónico

Prólogo

1. Tres pueblos manchegos

2. El libro de Mónico

3. Madrid siglo XX

4. Manhattan Transfer

5. El puente de Wheatstone

6. Los generales de la guerra de las corrientes

7. La inquietante electromedicina

8. La senda de Verea

9. Del sueño al fraude

10. Rayos X en Barcelona 1910

11. Electricidad en Piedrabuena

12. Mónico en El Castellano

13. Mujeres y rayos X en las trincheras

14. Un buen amigo

15. Los ingenieros libres

16. La crisis más profunda

17. Milicianos y falangistas

18. Estertor postrero

19. La lección del gran Mónico

Notas

Biografía

Créditos

Acerca de Random House Mondadori

A mis alumnos y demás jóvenes de esta generación aciaga,

para que sepan que ningún destino es inevitable

y se atrevan a desarrollar

todo el potencial de sus mejores sueños

Prólogo

Tras impartir una charla en Ciudad Real durante la Semana de la Ciencia de 2009, deambulé por los expositores divulgativos que había distribuidos por unas salas amplias y luminosas. Jóvenes científicos explicaban los intríngulis de experimentos y demostraciones a chavales de secundaria que los atendían embelesados. Un aparato solitario de manufactura perfecta detuvo mi paseo. Lo identifiqué como un generador portátil de rayos X de las primeras décadas del siglo XX. ¿Sería de los que usaron los franceses y alemanes en los frentes de la Primera Guerra Mundial?

Alguien interrumpió mis ensoñaciones. Se presentó como ingeniero de telecomunicaciones, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y admirador de don Mónico Sánchez, ilustre hijo del vecino municipio de Piedrabuena. ¿Don Mónico? Sí señor, el fabricante de aquel aparato, inventor de otros muchos ingenios electromecánicos y accionista principal de las poderosas Electrical Sánchez Company de Nueva York y la Continental Wireless Telephone Company. No supe qué me causaba mayor pasmo, si el contagioso entusiasmo del ingeniero o lo que me estaba contando: ¿teléfonos móviles un siglo antes de su desarrollo? ¿Equipos portátiles de rayos X en 1900? ¿Un manchego tras ellos? Pletórico, el profesor me dijo: Aquí lo tiene. Una fotografía antigua de tonos pardos mostraba varios stands de una feria de muestras. El de la empresa de don Mónico, en el que aparece él, estaba flanqueado por el de General Electric Company y se anteponía, nada menos, que al de Westinghouse.

El ingeniero se llama Juan Pablo Rozas y le sugerí que escribiera sobre el personaje, a lo cual me respondió que ya lo había hecho y que estaba pensando en escribir una biografía suya.

Por aquella época yo escribía una columna semanal en la sección de ciencias del desaparecido diario Público. Le dediqué un artículo a Mónico Sánchez Moreno y al ingeniero Rozas que se tituló precisamente como este libro. Las reacciones en el blog de ciencias que nos mantenía el periódico fueron sorprendentes. En primer lugar, ninguno de los blogueros sabía nada de Mónico Sánchez y celebraban que yo lo hubiera dado a conocer. Pero, curiosamente, hubo uno que se mostró escéptico ante el mérito tecnológico del manchego. Ocurrió algo curioso que invito al lector a que lo consulte,1 porque se formó un revuelo en el blog que terminó siendo agradable: los nietos de don Mónico se lanzaron como tigres contra el escéptico y éste, con gran honestidad, pidió disculpas tan sinceras que los beligerantes familiares acabaron dándole ánimos.

Este libro no es una biografía, porque considero (seguro que injustamente) que todas son casi tan falsas como las autobiografías y uno ya no está para embustes. Bueno, quizá exagero con lo del casi, porque realmente las autobiografías son puras imposturas que mienten a partir del dato de la fecha de nacimiento. Quiero decir que lo que sigue, que trata de una persona que lleva muerta más de medio siglo, no es más que el relato de las circunstancias en que se desenvolvió para que el lector recree en sus mientes lo que quiera de ella. Pero esas circunstancias se basarán en datos fidedignos. Más o menos, aunque sostengo que mucho más que menos. Así pues, el carácter, sus intimidades y, en general, la vida y los milagros de Mónico Sánchez se los tendrá que imaginar el lector.

Lo de «vida y milagros» es un lugar común, pero en este caso es aplicable con rigor, porque Mónico vivió mucho y sus logros se pueden considerar, sin exageración, retórica ni aspavientos, como auténticos milagros.

En cualquier caso, y olvidando la perorata anterior, si alguien desea y puede escribir una biografía de don Mónico Sánchez, ése es el ingeniero Juan Pablo Rozas, porque de hecho el hilo conductor de este libro se basa en lo que ya ha escrito y publicado él.

En resumen, lo que pretendo con este relato no es acercarme al alma de Mónico Sánchez Moreno ni al detalle academicista de su historia, sino algo mucho más sencillo a la vez que ambicioso: animar a nuestros jóvenes desesperanzados en esta época de crisis del sur de Europa, en particular, por razones obvias, a los españoles. A ellos va dirigido este librito, para que vean que en condiciones enormemente más adversas que las actuales, es posible no sólo salir adelante, sino llevar a cabo proezas admirables y a priori imposibles para el bienestar propio y del país. O sea, que el (supuesto) destino es siempre evitable. Va por todos ellos, y en particular, como digo en la dedicatoria, por los que han sido alumnos míos en estos últimos años, por eso han de perdonar ustedes que el tono de lo que sigue tenga más forma de clase sin aula que de narración literaria. Al fin y al cabo, uno tiene el oficio que tiene y, como diría nada menos que el íncli

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