Hambruna roja

Anne Applebaum

Fragmento

cap-3

Prefacio

Las señales de advertencia eran abundantes. A principios de la primavera de 1932, los campesinos de Ucrania comenzaron a pasar hambre. Informes de la policía secreta y cartas escritas desde regiones productoras de cereal de toda la Unión Soviética —el Cáucaso septentrional, la región del Volga, Siberia occidental— mencionaban a niños con el estómago hinchado por el hambre, familias que comían hierba y bellotas o campesinos que abandonaban sus hogares en busca de comida. En marzo, una comisión médica encontró cadáveres en las calles de una aldea situada cerca de Odesa. Nadie tenía la fuerza suficiente para enterrarlos. En otra aldea, las autoridades locales trataban de ocultarles la mortandad a los forasteros. Negaban lo que estaba ocurriendo, aunque estuviese sucediendo ante los ojos de los propios visitantes.[1]

Algunos escribieron directamente al Kremlin para pedir una explicación.

Honorable camarada Stalin, ¿hay alguna ley del Gobierno soviético que establezca que los aldeanos deban pasar hambre? Porque nosotros, los trabajadores de las granjas colectivas, no hemos tenido una rebanada de pan en nuestra granja desde el 1 de enero [...]. Aún faltan cuatro meses para la cosecha. ¿Cómo vamos a construir la economía del pueblo socialista si estamos condenados a morir de hambre? ¿Para qué caímos en el frente de batalla? ¿Para pasar hambre? ¿Para ver a nuestros hijos sufrir y morir de inanición?[2]

A otros les resultaba imposible creer que el Estado soviético pudiese ser el responsable.

Todos los días, entre diez y veinte familias mueren de hambre en las aldeas, los niños se escapan y las estaciones de tren están abarrotadas de aldeanos que huyen. En el campo no quedan caballos ni ganado [...]. La burguesía ha provocado aquí una auténtica hambruna, parte del plan capitalista para poner a toda la clase campesina en contra del Gobierno soviético.[3]

Pero la hambruna no la había urdido la burguesía. La desastrosa decisión de la Unión Soviética de obligar a los campesinos a abandonar sus tierras para unirse a las granjas colectivas, el desalojo de los kulaks (los campesinos más ricos) de sus hogares y el caos consiguiente constituyeron políticas, en última instancia responsabilidad de Iósif Stalin, el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), que dejaron a las zonas rurales al borde de la inanición. Durante la primavera y el verano de 1932, muchos colaboradores de Stalin le enviaron mensajes urgentes desde toda la URSS en los que describían la crisis. Los líderes del Partido Comunista de Ucrania estaban especialmente desesperados, y fueron varios los que le escribieron largas cartas para suplicarle ayuda.

A finales del verano de 1932, muchos de ellos creían que aún se podía evitar una tragedia de mayores proporciones. El régimen podría haber pedido ayuda internacional, como había hecho en la anterior hambruna de 1921. Podría haber interrumpido la exportación de cereal o haber puesto fin a su estricta confiscación. Podría haber ofrecido ayuda a los campesinos de las regiones más afectadas por el hambre (y hasta cierto punto lo hizo, aunque no en la medida suficiente).

Al contrario, en el otoño de 1932 el Politburó, la élite gobernante del PCUS, tomó una serie de decisiones que extendieron e intensificaron la hambruna en las zonas rurales de Ucrania y que, al mismo tiempo, impidieron que los campesinos abandonasen la república en busca de alimentos. En el punto álgido de la crisis, grupos organizados de policías y activistas del partido, motivados por el hambre, el miedo y una década de retórica conspirativa e incitadora del odio, entraban en los hogares de los campesinos y se apropiaban de todo lo que fuera comestible: patatas, remolachas, calabazas, judías, guisantes, todo lo que estuviera en el horno y en la despensa, animales de granja y mascotas.

El resultado fue catastrófico; al menos cinco millones de personas murieron de hambre entre 1931 y 1934 en toda la Unión Soviética. Entre ellas había más de 3,9 millones de ucranianos. Conscientes de la gravedad de la hambruna de 1932 y 1933, las publicaciones de los exiliados, tanto entonces como en tiempos posteriores, la describieron como Holodomor, un término derivado de las palabras ucranianas hólod («hambre») y mor («exterminio»).[4]

Sin embargo, la hambruna no era más que la mitad de la historia. Mientras los campesinos morían de hambre en las zonas rurales, la policía secreta soviética arremetió contra la élite intelectual y política ucraniana. A medida que la hambruna se extendía, se lanzó una campaña de difamación y represión contra intelectuales, catedráticos, directores de museos, escritores, artistas, sacerdotes, teólogos, funcionarios y burócratas ucranianos. Cualquier persona relacionada con la efímera República Popular Ucraniana (que existió durante unos pocos meses a partir de junio de 1917), cualquier persona que hubiese fomentado el idioma o la historia de Ucrania, cualquier persona con una carrera literaria o artística propia, podía ser vilipendiada en público, encarcelada, enviada a un campo de trabajos forzados o ejecutada. Incapaz de soportar lo que estaba sucediendo, Mikola Skrípnik, uno de los dirigentes más conocidos del Partido Comunista de Ucrania, se suicidó en 1933. No fue el único.

La combinación de estas dos políticas —el Holodomor en el invierno y la primavera de 1933, y la represión de la clase intelectual y política ucranianas en los meses posteriores— dio lugar a la sovietización de Ucrania, la destrucción de su idea nacional y la castración de cualquier intento ucraniano de desafiar la unidad soviética. Raphael Lemkin, el jurista judeopolaco que acuñó el término «genocidio», identificó la Ucrania de aquella época como el «ejemplo clásico» del concepto. «Es un caso de genocidio; de destrucción no solo de individuos, sino también de una cultura y de una nación.» Desde que Lemkin ideara el término, «genocidio» ha pasado a usarse de una forma más limitada y jurídica. También se ha convertido en un referente polémico, un concepto empleado tanto por los rusos como por los ucranianos, así como por diferentes grupos dentro de Ucrania, para crear discusiones políticas. Por esa razón se ha dedicado una parte del epílogo del libro a analizar si el Holodomor fue realmente un genocidio, así como los vínculos de Lemkin con Ucrania y la influencia que pudo ejercer en ella.

El tema central que nos ocupa es más concreto: ¿qué ocurrió en realidad en Ucrania entre los años 1917 y 1934? En particular, ¿qué ocurrió durante el otoño, el invierno y la primavera de 1932 y 1933? ¿Qué sucesión de acontecimientos y qué mentalidad llevaron a la hambruna? ¿Quién fue el responsable? ¿Qué lugar ocupa este episodio terrible en la historia general de Ucrania y en la del movimiento nacional ucraniano?

Y lo que es igual de importante: ¿qué sucedió después? La sovietización de Ucrania no comenzó con la hambruna ni acabó con ella. Los arrestos de intelectuales y líderes ucranianos continuaron en la década de 1930. Durante más de medio siglo, los sucesivos dirigentes soviéticos siguieron rebatiendo con dureza cualquier expresión de nacionalismo ucraniano, ya fuesen los levantamientos de la posguerra o la disidencia de la década de 1980. En aquellos años la sovietización solía adoptar la forma de la rusificaci

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