El año de la revolución

Lluís Bassets

Fragmento

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EL AÑO DE LA REVOLUCIÓN

NOTA INTRODUCTORIA

Las costuras se han roto. La tensión viene de lejos. Pero llega un momento en que el envoltorio que sostiene al mundo ya no puede soportar más la fuerza tremenda que contiene. Rompe por el flanco más débil, donde la presión es máxima y donde más rígida es la estructura que intenta mantenerla controlada. La zona del planeta por donde se ha roto este traje global es el mundo árabe, un conjunto de países que se extienden desde el Atlántico hasta el golfo Pérsico, donde se hallan las naciones de mayor renta del mundo y también las más miserables. Y se ha desgarrado en un movimiento encadenado de revueltas, sin parangón en los últimos veinte años, desde 1989. Hay que buscar incluso fechas muy precisas para encontrar momentos tan excepcionales en los dos últimos siglos de historia.

Es una revolución árabe, pero también es mundial. Donde más rígidos eran los sistemas de contención de las protestas se ha producido un derrocamiento de los autócratas. Las monarquías árabes han sabido aguantar mejor, gracias a las virtudes de los sistemas hereditarios. Pero la tensión y los desgarros no se limitan al mundo árabe. Las revueltas violentas de agosto en Londres, las protestas escolares en Chile, la generación A Rasca de Portugal, los indignados de España, Grecia y Estados Unidos, todos responden a esquemas parecidos, aunque cada una de ellas tenga especificidades.

Son revueltas que terminan siendo directamente políticas, pero que empiezan como protestas contra el desempleo, el precio de los alimentos, la pobreza, las desigualdades y la corrupción. Finalmente, se convierten en una contestación al sistema, a partir sobre todo de una impugnación de la representación política.

En el caso de los países árabes, impugnar el sistema significa la exigencia democrática de elecciones libres. En los países democráticos, no es la democracia misma la que es impugnada, sino los sistemas de mediación. Democracia real es la consigna que vale para unos y para otros, para quienes viven bajo la bota dictatorial, bajo el penoso disfraz de unos procedimientos democráticos sin contenido alguno, y para quienes se sienten cada vez más ajenos a la vida política democrática de sus países.

Es una impugnación, por tanto, de la política y de su subordinación a la economía. Impugnación de la desregulación y de las privatizaciones a costa del bienestar y del desarrollo. No hay que olvidar que las dictaduras árabes se han caracterizado por una liberalización salvaje y corrupta de sus economías, algo que las hermana con el Occidente desarrollado al que estaban estrechamente aliadas.

Los protagonistas son los miembros de una nueva generación sin horizontes vitales, cansada de la institucionalización de la fatalidad y del miedo y capaz de encontrar en el uso de las tecnologías de la comunicación el instrumento para convocar sus protestas y organizar los movimientos revolucionarios. Esta tecnología es otra de las cosas que hermana a los revolucionarios de todo el mundo sin distinción de sistemas políticos.

De esta oleada revolucionaria que ha protagonizado el año 2011 sabemos ya muchas cosas. No lo sabemos todo: los historiadores deberán hacer su labor, después de los trabajos de urgencia del periodismo, y es seguro que el tiempo irá proporcionando nuevas perspectivas. Pero ya conocemos muchísimo de los acontecimientos ocurridos en este año de revoluciones gracias a la transparencia y facilidad de acceso a las fuentes de nuestro mundo globalizado y tecnológico.

Sabemos, por ejemplo, y ya es parte del mito revolucionario, el momento y punto exacto en que empezó, el 17 de diciembre de 2010 en Túnez, aunque aquel acontecimiento mayor con que terminaba el año no existió ni podía existir para los medios de comunicación en el momento en que se produjo. Nada dijeron aquel día ni el siguiente los medios tunecinos censurados y controlados, pero tampoco los medios internacionales que no tenían fuentes ni canales para informarse de lo que ocurría en Sidi Bouzid, en el Túnez profundo, e incluso tardaron muchos días, incluso semanas, antes de tomar plena conciencia de que algo muy serio estaba sucediendo en el país magrebí y en el conjunto del mundo árabe.

No debe extrañarnos: las revoluciones se definen por su carácter intempestivo. Sorprenden a todos. Incluso a los propios revolucionarios. Serán muchos los que luego dirán que se veía venir y que en aquellos días ya se mascaba en el ambiente. La realidad es que nadie, ni los gobiernos ni los medios de comunicación, reaccionaron a tiempo ni prestaron la atención debida a los primeros chispazos que saltaban con virulencia en aquellos últimos días de 2010.

Casi doscientos años después de la Revolución Francesa el ministro de Exteriores chino y número dos de Mao Zedong, Chu Enlai, aseguraba, no sin ironía, que era muy pronto para hacer un balance de aquellos acontecimientos. Mucho más pronto sería por tanto para hacer balance alguno de una revolución que justo acaba de empezar como es el caso de la que están protagonizando los países árabes, inserta en una oleada de revueltas más amplias. La tarea del periodismo, sin embargo, consiste en intentar comprender los acontecimientos desde el primer minuto, mucho antes de que se enfríen y se sitúen en la perspectiva y la distancia que da el paso del tiempo. Su reto es buscar la perspectiva sin ángulo de visión, la frialdad en el calor de la batalla y la distancia en mitad del barullo y del contacto.

Este es un libro periodístico, en consecuencia provisional, que quiere ofrecer materiales para el debate y la discusión estrictamente sobre la oleada de revueltas árabes que han derribado a cuatro dictadores y obligado a todos los regímenes a reaccionar con una excepcional panoplia de medidas económicas y reformas políticas.

Está estructurado en cuatro capítulos pero el lector podrá escoger el orden que más le apetezca porque están organizados como ensayos autónomos cada uno de ellos. El primero, bajo el título «Diario de 2011», conforma la parte central del libro y recoge dos tipos de escritura y también de miradas sobre los acontecimientos: de una parte, la narración escueta y cronológica de los sucesos más destacados; y de la otra los comentarios y análisis, escritos en caliente, al hilo de los hechos. El segundo capítulo, titulado «Atlas del cambio político», ofrece una reflexión, país por país, sobre las modificaciones que ha producido este año en la geografía árabe. El tercero, «Las claves de las revueltas», intenta analizar las causas y orígenes de esta oleada revolucionaria. Un cuarto capítulo conclusivo, titulado «El espíritu revolucionario», esboza un balance más conceptual sobre la trascendencia histórica de estos acontecimientos.

Este es un libro concebido como una visión panorámica, cronológica y conceptual de los hechos ocurridos durante 2011 en el mundo árabe. Una parte de los textos del capítulo titulado «Diario de 2011» fueron publicados como columnas en E

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