Las páginas secretas de la historia

José María Zavala

Fragmento

cap-2

INTRODUCCIÓN

Un paseo de la mano por la Historia

Los hechos y las fechas son el esqueleto de
la Historia; las costumbres, las ideas y los
intereses son su carne y su vida.

VOLTAIRE

Viajar por la Historia nos lleva a descubrir todavía un sinfín de túneles y pasadizos secretos donde se esconden personajes, hechos y anécdotas, por increíble que parezca. A estas alturas, demasiados recovecos del imponente archivo de esta ciencia milenaria siguen aún inexplorados. ¿Acaso un neurocirujano conoce a fondo el portentoso cerebro humano que ni la más perfeccionada computadora sería capaz de imitar jamás? ¿Acaso un astrónomo posee el mapa completo del universo?

Tampoco el historiador, pese a ser un profeta del pasado, está en condiciones de explicar todo lo acontecido desde que el ser humano existe. ¿A qué cronista de los hechos que se precie de serlo no le apasiona indagar en los archivos documentales en busca del pequeño-gran hallazgo? ¡Y con qué emoción se encaja luego en su lugar correspondiente cada pieza dispersa del gran puzle de la Historia!

Las páginas secretas de la Historia es precisamente eso: un esfuerzo detectivesco —o si me lo permite el lector, tintinesco— para desentrañar los más increíbles enigmas de todas las épocas. Recuerdo lo que a este propósito señala, sobre un servidor, el Premio Nacional de Poesía Luis Alberto de Cuenca, uno de los mayores forofos que conozco del inmortal personaje de cómic creado por el autor belga Georges Remi (Hergé): «Zavala es un grandísimo investigador, tipo Tintín, capaz de viajar a cualquier parte para hallar un archivo desconocido», atestigua.

Cada una de estas «páginas secretas» constituye así un pasaje de ida y vuelta a los tiempos del mítico gángster Al Capone, del pirata Barbanegra, del primer y único emperador en la historia de Estados Unidos (Norton I), del verdadero detective Sherlock Holmes, o de Lewis Carroll, el autor de Alicia en el país de las maravillas, el matemático que hacía soñar despiertos a los niños.

La conocida novelista Julia Navarro atina también al advertir el verdadero propósito de quien esto escribe a la hora de relatar cualquier episodio del pasado: «Zavala nos da un inolvidable paseo de la mano por la Historia», constata. Ésta es, en efecto, la intención que me mueve a recopilar ahora los artículos publicados en el diario La Razón entre julio de 2015 y julio de 2016, cuyo germen supo sembrar, inspirado como casi siempre, mi amigo e impar comunicador Iker Jiménez mientras desarrollábamos juntos en el plató de Cuarto Milenio la sección titulada precisamente «Páginas secretas de la Historia».

«José María, tienes que hacer un libro sobre estas historias tan alucinantes como desconocidas», me animó Iker, con su generosidad acostumbrada, al constatar el gran éxito de audiencia cosechado por la primera entrega sobre la muerte de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española. Durante toda esa noche fui incapaz de conciliar el sueño tratando de responder a la avalancha de mensajes de los telespectadores milenarios, deslumbrados por un personaje al que apenas conocían o del que habían recibido una versión tergiversada.

Jamás olvidaré los programas que siguieron al de José Antonio, durante los cuales volvió a dispararse la audiencia de Cuarto Milenio: Los exorcismos de Carlos II «el Hechizado», el conde de Montecristo español; la posesión diabólica de Juana «la Loca»; el ¿accidente?, que costó la vida al aviador Ramón Franco, el hermano maldito del Caudillo; la terrible ejecución del cura Martín Merino, o la maldición de los Canalejas.

Desfilan ahora por estas «páginas secretas» otros muchos personajes de todos los tiempos tanto o más conocidos que aquéllos, como Molière, Stalin, Sócrates, Hitler, Oscar Wilde, Victor Hugo, Marlene Dietrich, Jules Verne, Cervantes, Juan Carlos I, Renoir, María Estuardo, María Antonieta, Agatha Christie, y hasta el jefe apache Cochise. De todos ellos descubrirá el lector facetas insospechadas; igual que sobre los numerosos hechos que aquí se relatan, como el increíble caso del carnero embrujado, el pacto del violinista Paganini con el diablo, los cuatro ataúdes que escondían los nazis, el bombero converso de la Sábana Santa, las andanzas del duque de Alba o el día en que Estados Unidos atacó… ¡Pearl Harbor!

Adentrémonos ya, sin más preámbulos, en las más fascinantes galerías ocultas de la Historia…

EL AUTOR

Madrid, 15 de julio de 2016

cap-3

1

FECHA: 28/10/1938. Al filo de las seis de la mañana, el hidroavión de Ramón Franco despegó con la misión de bombardear el puerto de Valencia, en plena Guerra Civil.

LUGAR: MALLORCA. El aparato que pilotaba el hermano maldito del Caudillo cayó en picado poco después en aguas de Mallorca, donde Ramón estaba al frente de la aviación nacional.

ANÉCDOTA: Le apodaban “Chacal“ por su temeridad, más que valor, en la guerra de África, donde todos sus compañeros querían batirse junto a él a cuchilladas y culatazos.

RAMÓN FRANCO: ¿ACCIDENTE O ASESINATO?

El hidroavión Cant 506 como el que pilotó por última vez Ramón Franco, el hermano masón y republicano del Caudillo, la madrugada del 28 de octubre de 1938, era un trimotor de fabricación italiana con una increíble particularidad: su estructura era toda de madera, lo cual da idea al lector de lo vulnerable que resultaba el avión ante el menor impacto.

La carlinga era estrecha y tenía dos alturas: una más elevada, donde iban los puestos de mando del primer y segundo piloto, con ventanillas laterales por las que veían y podían ser vistos desde el exterior; y otra inferior, donde viajaban el observador y el mecánico, seguidos un poco más atrás por el radiotelegrafista. El pasillo era tan angosto, que resultaba casi imposible que dos personas pudieran cruzarse al mismo tiempo por él.

Al filo de las seis de la mañana, los Cant 506 de Ramón Franco y Rodolfo Bay despegaron de la base de Pollensa (Mallorca) con un tiempo de perros, volando juntos a la vista el uno del otro. Poco a poco, remontaron la nubosidad y ganaron altura.

Ramón, igual que su segundo piloto, Joaquín Domínguez, se había puesto los guantes y el sobrecuello de piel antes de despegar. Como el ataque al puerto de Valencia, en plena Guerra Civil, iba a efectuarse a 4.000 metros de altura, era fácil predecir el intenso frío a bordo del avión.

Todo parecía así controlado. Pero, al aproximarse a un cumulonimbo, tanto Ramón como Bay, que le seguía a escasa distancia, sintieron de repente que sus aviones empezaban a perder potencia y velocidad.

Bay pulsó enseguida el mando de los flaps (dispositivos de hipersustentación) para evitar perder el control de la nave. Entonces, observó cómo el avión de Ramón realizaba un brusco picado para meterse de lleno en la nube. Fue la última vez que lo vio.

Bay sorteó el cumulonimbo y siguió volando unos minutos en espera de que el aparato de su jefe saliese de la

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