Ingenieros de la victoria

Paul Kennedy

Fragmento

cap-1

 

Introducción

Es este un libro sobre la Segunda Guerra Mundial que intenta plantear una nueva forma de abordar aquel conflicto épico. No es otra historia general de la guerra; tampoco se centra en una sola campaña, ni en un solo líder militar. Versa, en cambio, sobre la resolución de problemas y sobre sus artífices, y prefiere concentrarse en los años intermedios del conflicto, aproximadamente desde finales de 1942 hasta mediados del verano de 1944.

En un libro tan complejo como este, es mejor dejar claro desde un primer momento de qué no trata y qué no pretende. Se opone a cualesquiera intentos de reduccionismo, como el de que la victoria en la guerra puede explicarse meramente por la fuerza bruta, o por alguna «arma maravillosa», o por algún sistema mágico de descifre. Las afirmaciones según las cuales la guerra la ganaron los bombarderos de la Real Fuerza Aérea británica (la RAF), los tanques T-34 del Ejército Rojo o la doctrina de guerra anfibia del Cuerpo de Marines estadounidense se tratan con respeto y cuidado en las páginas que siguen, pero ninguna de estas explicaciones domina el libro. Ni deberían hacerlo. La Segunda Guerra Mundial fue tan infinitamente compleja, y se libró en tantos teatros de operaciones y por medios tan distintos, que el estudioso inteligente sencillamente tiene que buscar una explicación multicausal de por qué ganaron los aliados.

Esta complejidad se refleja en los cinco grandes capítulos que siguen. Cada uno de ellos narra una historia acerca de cómo unos pequeños grupos de individuos e instituciones, tanto civiles como militares, lograron posibilitar que sus dirigentes políticos alcanzaran la victoria en los críticos años intermedios de la Segunda Guerra Mundial. Versa sobre cuáles eran los problemas operativos y militares, quiénes los solucionaron, cómo lo hicieron y, en consecuencia, por qué su trabajo constituye un importante ámbito de estudio. La historia comienza en la Conferencia de Casablanca celebrada en enero de 1943, cuando el pensamiento estratégico inicial de los aliados se consolidó en un proyecto mucho más amplio y cohesionado para derrotar a las potencias del Eje, y termina unos diecisiete meses después, en junio-julio de 1944, cuando, sorprendentemente, los cinco retos operativos allí abordados o bien habían sido superados, o bien estaban en camino de serlo. Es este un análisis de cómo una gran estrategia se aplica en la práctica, con la afirmación explícita de que no se pueden entender las victorias sin reconocer cómo se fraguaron aquellos éxitos y quiénes fueron sus ingenieros. En este sentido, hay que decir que cuando hablamos aquí de «ingenieros» no nos referimos estrictamente a personas que poseen una licenciatura o un doctorado en ingeniería (aunque el fundador de los Seabees, el almirante Ben Moreell, y el inventor del detector de minas, Józef Kosacki, ciertamente los tenían), sino a todas las que tienen cabida en la acepción, más amplia, que dan algunos diccionarios como el Webster: «Persona que lleva a cabo una tarea mediante un artilugio hábil o ingenioso».* La potencial transferibilidad del libro a grandes organizaciones no militares resultará evidente.

Obviamente, ninguno de los cinco capítulos empieza, ni podría hacerlo, en enero de 1943, puesto que en cada caso hay un relato previo que ayuda al lector a entender el contexto y los contornos del análisis que sigue. De todos modos, tampoco hay una estructura simple y mecánica que se repita en cada capítulo. Escoltar barcos mercantes a través de los océanos (capítulo 1) y desembarcar en una costa enemiga (capítulo 4) eran retos militares tan antiguos, y se inspiraban en tantas lecciones y principios de combates del pasado, que estos dos capítulos merecen una introducción histórica más extensa. En cambio, luchar contra las técnicas de guerra acorazada de la Wehrmacht (capítulo 3) y ser abatido en el cielo por cazas enemigos (capítulo 2) eran experiencias tan nuevas que estos dos capítulos comienzan con anécdotas de choques producidos en el mismo año 1943. Por su parte, el capítulo 5 se sitúa más o menos en un punto intermedio. Tratar de determinar cómo mover grandes fuerzas a través del Pacífico a partir de 1941 sin duda exigió nuevas armas y formas de organización, pero este reto operativo había sido sopesado previamente durante dos décadas enteras, y requiere su propia introducción.

En cambio, cada capítulo termina con bastante rapidez después de llegar a junio-julio de 1944. Se examina brevemente cómo los combates llevaron hasta Berlín e Hiroshima, pero los argumentos de este libro finalizan en torno a julio de 1944. Ciertamente, se cambiaron las tornas en aquellos dieciocho meses cruciales de la guerra, y ninguna acción desesperada de Berlín o Tokio podría haber alterado ya el curso de la guerra.

Los autores que escriben libros lo hacen por muchos motivos. En mi caso, el hecho de verme apartado durante largo tiempo de mis investigaciones y escritos, durante la década de 1990, para ayudar a elaborar un estudio de cara a mejorar la eficacia de las Naciones Unidas, probablemente fue la razón de que me interesara más en la idea de las personas que han solucionado problemas a lo largo de la historia.1 Más tarde, una asignatura sobre gran estrategia que daba todos los años en Yale vino a estimular aún más este interés intelectual. Dicha asignatura es un extraordinario curso de doce meses que examina a los grandes clásicos (Sun Tzu, Tucídides, Maquiavelo, Clausewitz…) junto con una serie de ejemplos históricos de grandes estrategias que salieron bien o mal, y que concluye con un análisis de los problemas del mundo contemporáneo.2 La justificación pedagógica de tal curso es bastante sólida: si hemos de formar a los futuros líderes de talento en los ámbitos de la política, el ejército, los negocios y la educación, el período de sus vidas en el que son estudiantes universitarios avanzados y de posgrado probablemente constituye el momento óptimo para que afronten intelectualmente textos intemporales y estudios de caso históricos. ¡Muy pocos primeros ministros o altos directivos de empresa tienen demasiado tiempo para estudiar a Tucídides a sus cincuenta o sesenta años!

Pero la enseñanza de la gran estrategia tiene que abordar, por su propia naturaleza, las cuestiones estratégicas y políticas desde arriba. En consecuencia, lo que ocurre en el nivel intermedio, en el nivel de la puesta en práctica de dichas políticas, a menudo se da por sentado. Los grandes líderes mundiales piden que se haga algo y, voilà, eso se hace; o, voilà, no se logra llevarlo a cabo. Raras veces investigamos en profundidad la mecánica y la dinámica del éxito y el fracaso estratégicos; sin embargo, es este un ámbito de investigación muy importante, por más que todavía bastante desatendido.3 Por dar solo unos pocos ejemplos: los historiadores de Europa saben que durante un asombroso período de ochenta años Felipe II de España y sus sucesores trataron de sofocar la revuelta protestante holandesa, a muchos kilómetros al norte de Madrid y separada de la capital por numerosos ríos y cordilleras, pero raras veces indagamos cómo pudo aquella campaña militar llevarse a cabo de manera tan satisfactoria e impresionante a lo largo del denominado «Camino español». Los estudiosos saben también que la marina isabelina británica superaba en capacidad d

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