Los grandes misterios de la historia

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Fragmento

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Los secretos de Stonehenge

Stonehenge es el monumento prehistórico más famoso de la Tierra; unas de las ruinas de piedra más misteriosas en el mundo. Nunca ha sido «descubierto». Antes de que llegaran los anglosajones, antes de los romanos, antes incluso de que apareciera el lenguaje escrito, Stonehenge ya estaba allí. Desde hace miles de años y de generaciones estos gigantescos bloques megalíticos han estado allí, repletos de secretos. Se desconoce con exactitud la finalidad que tuvo la construcción de este gran monumento, pero recientes investigaciones arqueológicas han aportado algunas explicaciones científicas al cómo y por qué se edificó y sobre quiénes, hace más de cinco mil años, comenzaron las obras de este incomparable y valioso testimonio de la cultura prehistórica.

Situadas en el condado de Wiltshire, a 48 kilómetros al norte del canal de la Mancha y a 13 kilómetros al noroeste de Salisbury, en medio de las suaves ondulaciones de la campiña inglesa, estas ruinas han sido motivo de numerosas historias y leyendas sobre grandes ceremonias y rituales. Por su carácter misterioso han sido reivindicadas tanto por místicos modernos, que aseguran que se trata del centro de una increíble fuente de energía, como por adoradores locales o, incluso, bromistas «paranormales» que, no hace mucho, trazaron enormes «círculos de cosecha» a modo de extrañas señales en los terrenos próximos con ayuda de una cuerda y un pedazo de madera y después explicaron a todo el mundo su farsa… Pero la verdadera historia de Stonehenge comenzó hace más de cinco mil años y engloba mucho más que el monumento que ha llegado hasta nuestros días.

ENORME CONCENTRACIÓN DE RESTOS PREHISTÓRICOS

Los trabajos arqueológicos comenzaron en 1901, y se realizaron periódicamente hasta 1964. Entonces se decidió dejarlo tal cual, con el fin de preservar lo que aún permanecía intacto, y las excavaciones fueron prohibidas por las autoridades. Los científicos aún hoy en día intentan dar respuestas a varios de sus enigmas.

El arqueólogo inglés Julian Richards, autor de uno de los estudios más exhaustivos sobre el tema, destaca en sus investigaciones la importancia de los montículos funerarios o túmulos que salpican los alrededores de Stonehenge, algo que sólo se ha podido comprobar con una perspectiva aérea. Sobrevolando la zona, la visión desde el cielo ha permitido ver los rasgos del paisaje que lo rodea. Es el área que posee la concentración más alta de restos prehistóricos en todo el Reino Unido, algunos más antiguos que el mismo Stonehenge. «Desde el cielo se ha podido ver que no se trata de unas simples ruinas, sino que representan toda una cultura», afirma Julian Richards.

En unos pocos kilómetros cuadrados hallamos, por ejemplo, el Cursus, una calzada que, hasta hace poco, se creía que era parte de un hipódromo romano hasta que se descubrió que en realidad databa de dos mil años antes de la invasión romana, y los Barrows, un campo de túmulos funerarios donde las excavaciones han sacado a la luz esqueletos humanos y joyas de cobre y bronce.

La parte más antigua de Stonehenge la forman una zanja y su terraplén, abiertos en un suelo calizo que recién excavado brillaría con un intenso color blanco. Tiene forma circular abierta al noroeste y unos treinta metros de diámetro. Gracias a las pruebas del carbono 14 realizadas a las herramientas que sus constructores dejaron en el fondo de la zanja primitiva, hoy sabemos que las primeras obras se llevaron a cabo entre los años 3000 y 2920 a.C. Las herramientas que se utilizaron, durante la Edad de Piedra y en el período Neolítico, fueron picos fabricados con asta de ciervo.

La zanja de Stonehenge no es especialmente profunda, por lo que quizá no resultara demasiado complicado cavar con tan rudimentaria herramienta, pero en Grimes Graves, a 320 kilómetros al noroeste de Stonehenge, estos mismos picos de asta se utilizaron para cavar algo muy distinto: pozos mineros. En esta mina, los arqueólogos han descubierto estrechos pasillos que profundizan hasta nueve metros bajo tierra, tras los cuales el recorrido vuelve a la superficie. En algunas galerías aún se ven las marcas que dejaba cada golpe sobre la piedra e incluso huellas dactilares que datan de hace más de cinco mil años.

Grimes Graves cuenta con cuatrocientos pozos neolíticos donde durante más de mil años trabajaron duramente con estas sencillas astas de ciervo equipos de mineros en busca del recurso mineral más preciado en la época, una variedad de roca de sílice llamada sílex que encontraban en forma de nódulos de color negro brillante, lo que conocemos como pedernal. El sílex era el recurso minero más valioso en aquella época, la materia prima de una nueva economía. La extracción y el comercio de esta piedra se convirtió en una de las fuerzas motoras del mundo de Stonehenge, debido a que del sílex, convenientemente tallado, salían hachas y otras herramientas. Lo cual supuso un gran salto tecnológico y social.

EL SÍLEX Y EL NUEVO ESTILO DE VIDA

Contra lo que pueda parecer, la talla lítica es un proceso muy técnico y preciso. Era imprescindible tener algunos conocimientos y pericia para convertir un pedazo de sílex en un hacha. Pero además a finales de la Edad de Piedra, estas herramientas sirvieron para talar árboles a gran escala, de modo que los pueblos nómadas que habían sido cazadores y recolectores se asentaron en comunidades y se dedicaron a la agricultura y la ganadería, dado que los bosques ya podían convertirse en granjas.

Al mismo tiempo que los hombres del Neolítico cambiaban su estilo de vida, comenzaba otra etapa en Stonehenge, que hasta entonces sólo era una zanja primitiva cavada con picos de asta. La nueva tecnología del sílex permitió levantar una estructura por el lado interior del talud compuesta por 56 vigas de madera que seguían la misma forma circular. «No queda ninguna en pie, pero los arqueólogos han analizado el tipo de tierra que rellena los 56 agujeros sobre los que se asentaban, excavados también en el suelo calizo del lugar, y se ha podido saber que en cada uno se fijaba una viga de madera. Lo que ya no es posible adivinar es si, al igual que el posterior modelo en piedra, estos postes tenían troncos por encima a modo de dinteles. No se trataría del único monumento prehistórico construido principalmente con este material», asegura Julian Richards.

A unos escasos tres kilómetros de los bloques megalíticos de Stonehenge se encuentra Woodhenge —henge es el nombre que los arqueólogos dan a este tipo de edificaciones prehistóricas en forma circular—. Ambas ruinas prehistóricas siguen un plano de círculos concéntricos muy similar. Hasta el año 1920 se creyó que se trataba de los restos de un enorme túmulo funerario que hubiera sido despojado de la tierra. Sin embargo, al tomar las primeras fotografías aéreas se descubrió que cada uno de los puntos oscuros que aparecían marcados en el terreno indicaban la posición de un poste de madera y que todos juntos formaban un círculo.

Pero este lugar encierra algo más que su similitud arquitectónica con Stonehenge. En el transcurso de unas excavaciones en el centro de la circunferencia que forma Woodhenge se desenterró el cadáver de un niño con el cráneo trepanado, posiblemente fruto de algún sacrificio ritual del que sólo podemos imaginar cómo pudo desarrollarse, pero no saberlo a ciencia cierta. «Alrededor de los seis anillos concéntricos que lo componen —explica Julian Richards— se encontraron objetos que iban desde huesos de animales hasta cerámica muy ornamentada y, justo en el centro, la tumba del niño. Woodhenge contaba con una estructura de madera claramente con algún tipo de función religiosa y, au

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