Los verdugos voluntarios de Hitler

Daniel Jonah Goldhagen

Fragmento

Prefacio a la edición alemana

PREFACIO A LA EDICIÓN ALEMANA

Puesto que, por razones evidentes, los lectores alemanes podrían abordar la lectura de esta obra con un interés especial, tal vez sean útiles unas palabras introductorias sobre su propósito, la naturaleza y los aspectos básicos de su argumentación, las cuestiones relacionadas con el sentimiento de culpabilidad y la Alemania actual.

Me he propuesto trasladar el centro de la investigación sobre el Holocausto desde las instituciones impersonales y las estructuras abstractas a los actores, los seres humanos que cometieron los crímenes y el pueblo al que pertenecían. Esta obra prescinde de explicaciones universales, sociales y psicológicas ahistóricas, tales como la idea de que la gente obedece a cualquier autoridad o la de que hará cualquier cosa debido a la presión de los camaradas, que siempre se invocan al dar cuenta de los actos cometidos por los ejecutores, y en cambio reconoce la humanidad de los autores, el hecho de que eran personas con creencias, valores y opiniones sobre la sabiduría de la política del régimen moldeadora de las opciones que seguían colectiva e individualmente.

El análisis presentado en estas páginas se fundamenta en la idea de que cada individuo estaba en condiciones de elegir el modo de tratar a los judíos. También toma en serio el verdadero contexto histórico en el que los genocidas alemanes desarrollaron las creencias y los valores en los que se basó su comprensión de lo que era correcto y necesario en el tratamiento de los judíos. Por todo ello, es necesario el mayor conocimiento posible de las opiniones que los genocidas alemanes tenían de sus víctimas y las decisiones que tomaron, así como las opiniones sobre los judíos generalizadas en su sociedad.

Esta obra plantea unos interrogantes esenciales para la comprensión del Holocausto que no han sido objeto del debate que merecen. Dos series de tales interrogantes son básicas para el estudio del Holocausto. La primera se refiere a los perpetradores: ¿Cuáles eran sus creencias sobre los judíos? ¿Los consideraban un enemigo peligroso y maligno o unos seres humanos desamparados a los que trataban injustamente? ¿Creían que el trato que daban a los judíos era justo y necesario? La segunda serie de interrogantes se centra en los alemanes durante el período nazi: ¿Cuántos antisemitas había entre ellos? ¿Cuál era el carácter de su antisemitismo? ¿Qué pensaban de las medidas antisemitas de los años treinta? ¿Qué sabían y opinaban acerca del exterminio de los judíos? En la literatura sobre el Holocausto sorprende el hecho de que, con algunas excepciones, no se abordan de una manera directa, sistemática y concienzuda esos interrogantes esenciales sobre la mentalidad de los autores. A menudo los interrogantes, sobre todo los relativos a la mentalidad de los genocidas, apenas se plantean y, si llegan a plantearse, las respuestas son superficiales, sin la cuidadosa presentación y ponderación de las pruebas que reciben otros temas. Sin embargo, toda obra que no responda a esos interrogantes no puede pretender una explicación plausible del Holocausto. Al responder a ésos y otros interrogantes, esta obra presenta nuevas pruebas y argumentos que ponen en entredicho gran parte de los conocimientos convencionales sobre este período y quienes lo configuraron.

La argumentación de este libro se basa al mismo tiempo en las visiones del mundo, las acciones y las opciones seguidas por los individuos, en la responsabilidad de éstos como autores de sus propias acciones y en la cultura política que originó sus puntos de vista. Demuestra que ciertas creencias sobre los judíos llegaron a tener una gran difusión entre los alemanes y se integraron en la cultura oficial de Alemania mucho antes de que los nazis llegaran al poder, y que luego tales creencias sustentaron lo que los alemanes corrientes, tanto individual como colectivamente, estaban dispuestos a tolerar y llevar a cabo durante el período nazi. Es posible explicar históricamente el carácter y la evolución de las culturas políticas, las cuales no son en absoluto inmutables, sino que evolucionan y cambian, como lo hizo la cultura política alemana durante los años de la República Federal. Así pues, la argumentación de este libro no contempla de ninguna manera la posibilidad de que exista un «carácter nacional» eterno de los alemanes, es decir, unas tendencias psicológicas esenciales e inmutables. Rechazo de plano tales ideas, que están totalmente ausentes de estas páginas.

Del mismo modo que, al comentar lo sustancial de la cultura política de una sociedad, no hay que dar por supuesto un carácter étnico de los habitantes del país en cuestión ni atenerse a él, así también generalizar sobre los habitantes de un país no significa que se den por supuestas unas ideas étnicas o de «raza», ni que uno se atenga a ellas. La generalización es un elemento esencial del pensamiento humano. Sin generalización no encontraríamos ningún sentido al mundo y a nuestra experiencia. Generalizamos continuamente sobre grupos y sociedades diferentes, y así afirmamos que hoy la mayoría de los alemanes son verdaderos demócratas. La mayoría de los blancos que vivían en el sur de Estados Unidos antes de la guerra civil norteamericana creían que los negros eran, por su misma constitución, intelectual y moralmente inferiores, idóneos como bestias de carga, como esclavos. La población blanca en el sur de Estados Unidos era racista en su mayoría, y el racismo determinaba sus creencias sobre el estado legal apropiado de los negros y la manera en que estaban dispuestos a tratarlos. Tenemos aquí dos generalizaciones, la primera en el sentido de que los alemanes actuales no comparten las creencias vigentes en la década de 1930, y la segunda en el sentido de que la mayoría de los norteamericanos blancos sureños compartieron en el pasado unas creencias que, aunque distintas en aspectos importantes, eran afines a las creencias dominantes en Alemania durante el período nazi. Ambas generalizaciones son ciertas. Así pues, la cuestión no estriba en lo apropiado de la generalización per se, sino en la veracidad y en las pruebas que constituyen la base de las generalizaciones. No hay nada intrínsecamente «racista» o inexacto en la afirmación de que la mayoría de los alemanes actuales son buenos demócratas, como no lo hay al sostener que la gran mayoría de los blancos del sur estadounidense anterior a la guerra civil eran racistas, o que la mayoría de los alemanes en los años treinta del siglo XX eran antisemitas. La adecuación de cualquiera de estas generalizaciones depende de si es correcta o no, de la calidad de las pruebas en que se basa y del análisis utilizado para extraer las conclusiones generales.

Este libro presenta pruebas y las interpreta para explicar por qué y cómo se produjo el Holocausto, así como por qué pudo llegar a producirse. Es una obra de explicación histórica, no de evaluación moral. Toma como punto de partida lo más evidente: el Holocausto surgió de Alemania y, por lo tanto, fue principalmente un fenómeno alemán. Éste es un hecho histórico. Es indudable que una explicación del Holocaus

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