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Primera edición: febrero de 2024© Aroa Moreno Durán, por el texto© Ana Jarén, por las ilustraciones© 2024, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 BarcelonaPara las citas extraídas de las obras de Almudena Grandes: © Herederos de Almudena Grandes,2021. Publicados por acuerdo con Tusquets Editores, S. A., BarcelonaPara los poemas y citas de Luis García Montero: Completamenteviernes© Luis García Montero,1998. Poesíacompleta(1980-2017) © Luis García Montero, 2018. Un año y tres meses © Luis García Montero, 2022. Publicados por acuerdo con Tusquets Editores, S. A., BarcelonaPara las citas extraídas de los artículos de Almudena Grandes: © Herederos de Almudena Grandes, 2021«De purísima y oro». Letra y música: Joaquín Martínez Sabina / Antonio Manuel Vicente Oliver© Warner Chappell Music Spain, S. A. U.Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyrightestimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyrightal no reproducir ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproduciralgún fragmento de esta obra.ISBN: 978-84-26426-5-43Compuesto por Fernando de SantiagoComposición digital: www.acatia.es
La literatura es vida de más.ALMUDENA GRANDES
9Lo importante son los librosConocí a Almudena Grandes en el mes de enero de 2018, en una es-trecha librería de Madrid que ya no existe llamada La Semillera, en la calle Carranza, a medio camino entre su casa y la mía. Presentaba Los pacientes del doctor García. Llegué tarde a propósito, la timidez esimpuntual, y me quedé al fondo, de pie. El acto ya había comenzado. Ella hablaba saltando de la historia a la ficción y de la ficción a la historia, contaba cómo había armado el argumento, cómo había in-vestigado, los libros que había leído y cómo escribió la novela, la cuarta de la serie Episodios de una guerra interminable. Era un placerescucharla. Hablaba desde el oficio, con emoción, sin impostura, comosi la historia que había escrito fuera lo más importante que le hubiera pasado nunca. Después, cuando terminó de firmar ejemplares, me acerqué y me dijo: «Cuando te he visto entrar, he pensado que ojalá sea ella». En ese momento yo no sabía si la había entendido bien. ¿Por qué iba Almudena Grandes a querer que yo fuera yo? Una vez que se marcharon los lectores, salimos a un pequeño patioque había detrás de la librería, donde crecían enfrentándose al invier-no algunas hiedras pobres en hojas, como recién plantadas. Allí habíaun grupo de gente charlando y fumando. Me dijo: «Estos son mis amigos». No me acuerdo bien de quiénes estaban allí. Me presentó. Y enseguida, con la torpeza vital que llevo años intentando doblegar sin mucho éxito, me fui antes de tiempo. Solo había ido a darle las gracias y no sé si, al final, lo hice. El 12 de diciembre de 2017, un mes antes, yo volvía de recogera mi hijo Pablo en la escuela infantil. Eran las dos de la tarde. Sonómi teléfono y detuve el coche delante de mi casa. Número descono-cido. «Te llamamos de Radio Nacional de España —me dijeron—.

Te pasamos con Almudena Grandes». Mi hijo, en ese preciso y ex-traño momento de mi vida, se puso a llorar. Berreaba en su silla enel asiento de atrás del coche mientras yo intentaba escuchar aAlmudena. «¿Que he ganado qué?». Subí a casa y dormí al niño.Forcé la siesta del niño, quiero decir. En aquella mecedora, sentadaen la oscuridad del mediodía, no es que no me creyera que me habíandado un premio, es que no me podía creer que ella me hubiera leído.¿A mí? ¿No sería una alucinación? Ella, esa voz que tan bien cono-cía de escucharla en sus columnas de la radio los lunes, esa vozescondida detrás de las palabras de miles de páginas, me había fe-licitado por mi libro. Me dijo: «Lo importante no es el premio, Aroa,es el libro».Eso me lo repitió muchas veces después. «Lo importante son los libros».
11A aquella anécdota, que hoy me parece de una vida anterior, le siguieron algunos mensajes. Mensajes en los que yo le daba las graciaspor leerme, por recomendar mi libro aquí y allá. Y hay uno que quie-ro rescatar hoy. Un mensaje que ella me envió y que me duele volver a leerlo en este mes de marzo de 2023, cuando comienzo a escribir estas páginas. «Me he sentido sola durante tantos años en mi genera-ción, he tenido tantas veces la sensación de estar equivocándome, empeñándome en caminos que no parecían interesarle a nadie, que tulibro me reconfortó muchísimo y me hizo mucha ilusión. Gracias por la compañía desde tu juventud», me escribió. Esa soledad de Almudena, rodeada siempre de millones de lecto-res y de amigos, esos caminos que se cruzaban entre mi única novela publicada entonces y su docena de libros entendí que eran los caminosde los héroes de las retaguardias, los caminos de la resistencia, polí-tica y personal, de los que no comparecen en ninguna historia, de los que tuvieron nombre y pelearon y vivieron, pero solo se acuerdan de ellos quienes los amaron. Ella los renombraba con su torrente de pa-labras y páginas, de tramas e historia, y yo con una breve novela elíptica.Y así nos fuimos cruzando después por los territorios de la literaturay la amistad hasta que Almudena se marchó en el mes de noviembre de2021.La tarde en que se fue, yo estaba escribiendo sola en casa. Me llegó un mensaje y pasaron horas hasta que pude levantarme de la silla. Mecayólanocheencima,en silencio, lacasasequedóa oscuras.Al día siguiente, imprimí una fotografía que me pareció cargada de significado sobre ser mujer y escribir. La colgué con una chincheta enmi despacho. En esa imagen sale Almudena delante de un ordenador,concentrada; a su lado, está su hijo Mauro, que tendrá unos cuatro o cinco años y mira a la cámara. Siempre hay algo, cuando escribo, que la trae de vuelta a mi lado. Me dijo acerca de aquella primera novela que había acertado en las decisiones que tomé al escribirla. Ahora, cada vez que tomo una de-cisión, cuando no es la intuición la que trabaja, pienso: «¿Estaré acer-tando, Almudena?». Quisiera preguntarle por la literatura, por cómo lo hizo, por cómo se acierta. Pero a veces siento que también desearía




14preguntarle por una cuestión todavía más importante: por la vida. «¿Meestoy equivocando, compañera?».Hoy es 8 de marzo de 2023, he pasado parte del día cerca de Luis García Montero. Porque me invitó a leer una semblanza literaria sobreMaríaLejárragacon motivode la entregade sulegadoa la Cajade lasLetras del Instituto Cervantes. Después, hemos ido a la manifestacióndel Día de la Mujer. Le he dicho: «Luis, tengo que hablar contigo de Almudena». Empezar hoy este libro tiene para mí un significado. Porque hoy, más que nunca, tenemos un empeño, una vocación de justicia. Estamosrescatando las páginas de las mujeres que escribieron antes que no-sotras. Fueron muchos los nombres y, sobre ellas, están cerradas nu-merosas puertas que debemos ir abriendo. Me refiero a las extraídas de la excelencia, silenciadas en la historia de la literatura. Las abue-las de nuestras letras. Pero no podemos dejarnos, si bien muchas no necesitan ser rescatadas de ninguna parte porque son muy leídas y muy queridas, a las madres. Esa generación que nació en dictaduraybregó con la escritura ya en tiempos de libertad, pero sin conseguir la pertenencia al canon, a lo excelente, a las críticas que nombran a un libro obra maestra. Todavía rebajadas en las calificaciones del oficio, siempre en agravio comparativo con los autores. Yo conviví con Almudena Grandes en este país, en esta ciudad que hoy hemos atravesado entre gritos de igualdad y batucada, pude leersus novelas casi a la vez que las iba publicando, la escuché opinar de casi todo y tuve la suerte de acercarme a ella en sus últimos años.Me ayudó a entender la realidad con su punto de vista infatigable,crítico. No hay nada que salvar aquí. Las lectoras y los lectores deAlmudena la hicieron libre, como ella se empeñaba en decir. Pero síquiero reconocerla como parte de nuestra raíz. De nuestro aprendi-zaje. Porque antes ella estuvo ahí, hablando de nosotras, con unainteligencia y una forma apasionada y procaz de entender la escritu-ra. Ella escribió de todos los temas que quiso escribir. Nos escribió y nos describió.
Este libro que vas a leer es el único agradecimiento posible que pue-do devolverle. Por su amistad. Por su compromiso político también. Pero, sobre todo, por su literatura. Y solo yo sé que, en realidad, en este extraño momento de mi vida, es una más de las muchas genero-sidades que ella tuvo conmigo. Ahora sí: gracias, Almudena. Lo importante son los libros. A tu memoria.



17Hasta el siglo XIX, cuando no se sabía hacer hielo, se bajaba nieve prensada de la sierra de Guadarrama a Madrid. Los pozos de nieve es-taban en el barrio de Maravillas, hoy Malasaña. La glorieta de Bilbao se llamaba entonces Puerta de los Pozos de Nieve. A su alrededor crecieron heladerías y puestos de refrescos. Así que el barrio se fue llenando de pequeños comercios improvisados en los zaguanes de los edificios cercanos. Y Malasaña dio su primer paso hacia la zona de encuentro y llena de vida que ha sido desde entonces.Casi en la glorieta de Bilbao, nace la calle Churruca. Es una vía breve, que comienza en la plaza de Barceló y termina en el bulevar deSagasta. En esa calle vivió el poeta Manuel Machado desde 1917 hasta su muerte, en 1947. Y, en los años sesenta, a los balcones de su número 25 se asomó una niña curiosa y muy morena. Allí pasó sus primeros años Almudena Grandes con sus padres y sus hermanos: Manuel y Gonzalo. Faltaba Mónica, que nació en 1971, cuando ya no vivían ahí. Mónica, Luli para la familia, era once años menor que Almudena, y también fue su ahijada. Sus hermanos recuerdan la casacomo un pasillo infinito y oscuro en el que desembocaban todas las habitaciones. La primera, la de Almudena, con una litera. Solo el salón tenía balcones a la calle. La glorieta de Bilbao fue para Almudena el punto concéntrico de su biografía, allí estaba su Ítaca: Si marcara en la ciudad todas las casas en las que he vivido, el resultado sería un círculo casi perfecto. Desde que a los diez años mis padres me lleva-
18ron a vivir a un barrio residencial, casi desolado, hasta cuando por fin pude mudarme a una calle paralela a la que tuve que abandonar entonces, la trayec-toria geográfica de mi vida ha dibujado un lento y trabajoso regreso hacia el comienzo. Las tres casas i