Prólogo
TRES DIMENSIONES DE LA LIBERTAD
LA LIBERTAD ES UN FENÓMENO TRIDIMENSIONAL. La primera dimensión es la física. Puedes ser esclavizado físicamente, y durante miles de años se ha vendido al hombre en el mercado como cualquier otra mercancía. Han existido esclavos en el mundo entero. No se les concedían derechos humanos: no se les aceptaba realmente como seres humanos, se les consideraba infrahumanos. Y todavía se trata a la gente como si fuera infrahumana. En India hay sudras, intocables. Gran parte de India todavía vive en la esclavitud, todavía hay áreas del país en las que esas personas no pueden estudiar, no pueden desempeñar otras profesiones que las estipuladas por la tradición hace cinco mil años. Incluso se considera que tocarles te vuelve impuro; tienes que bañarte inmediatamente. Incluso si no tocas a la persona, sino solo su sombra… también entonces tienes que tomar un baño.
Y en todo el mundo, el cuerpo de la mujer no se considera igual al cuerpo del hombre. Ella no es tan libre como el hombre. En China, durante siglos, el marido tenía derecho a matar a su mujer sin ser castigado, porque su esposa era su posesión. Igual que puedes romper tu silla o quemar tu casa, porque es tu silla, es tu casa; así era con tu esposa. En la ley china no había ningún castigo para el marido si mataba a su mujer, porque se pensaba que ella no tenía alma. Ella era tan solo un mecanismo reproductor, una fábrica para producir niños.
La manera entera en la que educamos a los niños es para hacerlos esclavos: esclavos de ideologías políticas, ideologías sociales, ideologías religiosas. No les damos ninguna oportunidad de pensar por sí mismos, de buscar por sí mismos.
De modo que hay esclavitud física y hay libertad física: que tu cuerpo no está encadenado, que no está categorizado como inferior al de cualquier otro, que hay una igualdad en lo que concierne al cuerpo. Pero, incluso hoy día, esta libertad no existe en todas partes. Cada vez hay menos, pero aún no ha desaparecido completamente.
La libertad del cuerpo significa que no hay ninguna distinción entre blanco y negro, que no hay ninguna distinción entre hombre y mujer, que no hay distinción de ningún tipo en lo referente a los cuerpos. Nadie es puro, nadie es impuro; todos los cuerpos son lo mismo.
Esta es la base misma de la libertad.
La segunda dimensión es la libertad psicológica. Hay muy pocos individuos en el mundo que son psicológicamente libres… porque si eres musulmán no eres psicológicamente libre; si eres hindú no eres psicológicamente libre. La manera entera en la que educamos a los niños es para hacerlos esclavos: esclavos de ideologías políticas, ideologías sociales, ideologías religiosas. No les damos ninguna oportunidad de pensar por sí mismos, de buscar por sí mismos. Forzamos sus mentes en un cierto molde. Abarrotamos sus mentes de cosas en las que ni siquiera nosotros tenemos mucha experiencia. Los padres enseñan a los hijos que existe Dios… y no saben nada de Dios. Les dicen a sus hijos que existe el cielo y existe el infierno… y no saben nada del cielo y el infierno.
La verdad no se puede tomar prestada. No se puede estudiar en libros. Nadie te puede informar acerca de ella. Tú mismo tienes que aguzar tu inteligencia para poder investigar la existencia y descubrirla.
Estáis enseñando a vuestros hijos cosas que no sabéis vosotros mismos. Simplemente estáis condicionando sus mentes porque vuestras mentes fueron condicionadas por vuestros padres. De esta manera, la enfermedad continúa de generación en generación.
La libertad psicológica será posible cuando se permita crecer a los niños, cuando se les ayude a desarrollar más intelecto, más inteligencia, más consciencia, más alerta. No se les dará ninguna creencia. No se les enseñará ningún tipo de fe, sino que se les dará todo el incentivo posible para que busquen la verdad. Y se les recordará desde el principio: «Tu propia verdad, lo que tú mismo descubras, te liberará; ninguna otra cosa puede hacer eso por ti».
La verdad no se puede tomar prestada. No se puede estudiar en libros. Nadie te puede informar acerca de ella. Tú mismo tienes que aguzar tu inteligencia para poder investigar la existencia y descubrirla. Si a un niño se le deja abierto, receptivo, alerta, y se le da el incentivo para buscar, tendrá libertad psicológica. Y con la libertad psicológica viene una responsabilidad tremenda. No tienes que enseñársela; viene como la sombra de la libertad psicológica. Y te estará agradecido. De otra forma, todo niño está enfadado con sus padres porque le han echado a perder: han destruido su libertad, han condicionado su mente. Incluso antes de que hiciera ninguna pregunta, le llenaron la mente de respuestas que son todas ellas falsas, porque no se basan en su propia experiencia.
El mundo entero vive en la esclavitud psicológica.
Y la tercera dimensión es la libertad suprema… que es saber que no eres el cuerpo, saber que no eres la mente, saber que eres solo pura consciencia. Ese conocimiento llega con la meditación. Te separa del cuerpo, te separa de la mente, y finalmente solo quedas tú como pura consciencia, como pura conciencia. Eso es la libertad espiritual.
Estas son las tres dimensiones básicas de la libertad para el individuo.
La colectividad no tiene alma, la colectividad no tiene mente. La colectividad ni siquiera tiene cuerpo; es solo un nombre. Es solo una palabra. Para la colectividad, no hay necesidad de libertad. Cuando todos los individuos sean libres, la colectividad será libre. Pero nos impresionan mucho las palabras; tanto que olvidamos que las palabras no tienen ninguna sustancia. La colectividad, la sociedad, la comunidad, la religión, la iglesia… son solo palabras. No hay nada real detrás de ellas.
Recuerdo una pequeña historia. En Alicia en el País de las Maravillas, Alicia va al palacio de la reina. Cuando llega, la reina le pregunta:
—¿Te encontraste con un mensajero cuando venías de camino hacia mí?
—Con nadie —responde la niña.
La reina pensó que «nadie» era alguien, así que preguntó:
—Pero entonces, ¿por qué no ha llegado aún Nadie?
—¡Señora, nadie es nadie! —replicó Alicia.
—¡No seas tonta! Lo comprendo: Nadie debe ser Nadie, pero debería haber llegado antes que tú. Parece ser que Nadie camina más lentamente que tú —dijo la reina.
—¡Eso es totalmente erróneo! ¡Nadie anda más rápido que yo! —afirmó Alicia.
El diálogo continúa en ese tono. A lo largo de todo él «nadie» se convierte en alguien, y a Alicia le resulta imposible convencer a la reina de que «nadie» no es nadie.
La colectividad, la sociedad… Todo eso son solo palabras. Lo que existe realmente es el individuo; de lo contrario, habrá un problema. ¿Qué es la libertad de un Club Rotario? ¿Qué es la libertad del Club Lions? Son solo nombres.
La colectividad es una idea muy peligrosa. En nombre de la colectividad se ha sacrificado siempre al individuo, lo real. Estoy absolutamente en contra de ello.
Las naciones han estado sacrificando a los individuos en nombre de la nación; y «nación» es tan solo una palabra. Las líneas que habéis dibujado en el mapa no están en ninguna parte de la Tierra. Son simplemente vuestro juego. Pero luchando por esas líneas que habéis dibujado en el mapa han muerto millones de personas: personas reales muriendo por líneas irreales. ¡Y las convertís en héroes, héroes nacionales!
Esta idea de la colectividad debe ser abolida completamente; de lo contrario, de una manera u otra, seguiremos sacrificando al individuo. Hemos sacrificado al individuo incluso en nombre de la religión, en guerras religiosas. Un musulmán que muere en una guerra de religión sabe que tiene asegurado el paraíso. El sacerdote le ha dicho: «Si mueres por el islam, tienes asegurado el paraíso, con todos los placeres que hayas podido imaginar o soñar. Y la persona que has matado también alcanzará el paraíso, porque la ha matado un musulmán. Es un privilegio para ella, de manera que no necesitas sentirte culpable por haber matado a un hombre». Los cristianos tienen cruzadas —una yihad, una guerra religiosa— y matan a miles de personas, queman a seres humanos vivos. ¿Para qué? Por alguna colectividad: por el cristianismo, por el budismo, por el hinduismo, por el comunismo, por el fascismo, por cualquier cosa. Se puede sacrificar al individuo con cualquier palabra que represente alguna colectividad.
No hay ninguna razón para que la colectividad exista siquiera: los individuos son suficientes. Y si los individuos tienen libertad, si son psicológicamente libres, si son espiritualmente libres, entonces, naturalmente, la colectividad será espiritualmente libre.
La colectividad se compone de individ