El libro de la buena muerte

Xusa Serra Llanas
Xusa Serra Llanas

Fragmento

cap

Prólogo

 

 

 

¿Causalidad? ¿Sincronicidad? ¿Serendipity? Todos estos términos apuntan a que hemos venido para y por algo mucho más inmenso de lo que a veces parece. La vida regala, y no escoge a quién, simplemente provee. Tampoco determina cómo recibiremos lo que nos ofrece, pero no hay duda de que debemos vivir con toda la fuerza y la pasión inherentes a la dinámica vital del ser humano. Nuestra estancia aquí está siempre a un paso de lo mágico. Lo aparentemente fortuito nos impregna de la magia de ser seres exclusivos y vivir una experiencia única.

Por supuesto, tarde o temprano aprendemos. Es imposible escapar al aprendizaje de lo vivido. Cada ocasión nos brinda nuevas posibilidades y, con ellas, las herramientas y los conocimientos necesarios para incorporarlos y ser cada vez más nosotros mismos. El truco es sabernos capaces de poder con todo lo que la vida nos trae y ofrecernos en ese acto de amor sin condiciones que es vivir desde lo mejor que somos a cada instante. Entonces podremos acercarnos a nosotros para seguir conociéndonos y descubrir la magia que entraña estar vivos.

Una de las definiciones del término serendipity es el hallazgo fortuito de algo muy bello. La vida es magia pura, y muchas veces nuestra capacidad para transformar lo cotidiano en algo muy bello no está en manos del azar, sino en la visión particular de cada uno de nosotros. «Fortuito» se convierte así en «afortunado», porque encontrarse con lo bello y lo bueno, y hacer de ese descubrimiento todo un camino de vida, es la máxima fortuna.

No se trata de lo que nos pasa, sino de cómo interpretamos lo que nos pasa, cómo lo vivimos. Cada vida es un desfile constante de acontecimientos: nos desmontan, nos alegran, nos sorprenden, nos aburren, nos indignan… Xusa Serra comparte los suyos con generosidad y, a través de sus vivencias, nos permite participar en sus alegrías, sustos, tristezas… En cada experiencia, sus interpretaciones nos permiten vivir lo acontecido en primera persona, y su especial forma de recibirlas nos brinda ese acercamiento que enseña e inspira.

En todos sus relatos subyace el mensaje de que nada es casual ni el capricho de un destino impersonal. Esto no cambia lo que sucede, pero permite que lo vivamos desde una perspectiva mucho más sabia. Nos transformamos a través de nuestra forma de recibir lo que nos trae la vida. El convencimiento de que los hechos nos pertenecen cambia cómo los integramos en nuestro camino. Vivimos la vida a cada paso que damos, y estar en ella nos permite cambiar lo sucedido a medida que pasa, encaminando lo que tiene que ser hacia lo que más nos puede enriquecer, sea lo que sea.

La vida es así. Xusa Serra nos invita a entrar en sus dones y a convertir nuestra existencia en algo muy bello. Aprendemos y, de pronto, descubrimos que podemos enseñar… Si damos un paso más, reconocemos que nuestra vida se ha convertido en fuente de enseñanza e inspiración simplemente porque somos, compartimos y amamos. Amar para aprender y enseñar, o aprender para enseñar y amar, o enseñar para amar y aprender… Las combinaciones son muchas, pero todas incluyen la importancia de estar, de implicarnos y, desde ese enriquecimiento, vivir.

 

ANJI CARMELO,

doctora en Metafísica y

cofundadora de la asociación AVES

(Asociación de Voluntarios para

Enfermos Sanables)

Introducción

 

 

Tus percepciones, correctas o incorrectas, influyen en todo lo que haces. Cuando tengas una perspectiva adecuada de tus percepciones, te sorprenderás de cuántas cosas encajan.

 

ROGER BIRKMAN

 

Mi forma de pensar respecto a temas relacionados con la trascendencia, la energía, el alma, la esencia, el espíritu… no siempre ha sido igual ni me ha suscitado el mismo interés. Con el paso de los años, mi mirada de joven enfermera —escéptica, incrédula y, en ocasiones, recelosa ante los hechos casuales o de difícil explicación— se fue transformando. Este cambio en mi manera de pensar fue moldeado tanto por mis experiencias como por las historias que personas de todas las edades me confiaron durante las sesiones en las que acompañaba su tiempo de duelo.

A lo largo de más de veinte años, he tenido el privilegio de recoger sus voces y testimonios, muchos de ellos narrados por primera vez, «por el miedo a qué dirán o pensarán», en un espacio íntimo donde la confianza ha sido el pilar fundamental.

Cuando esas personas se han sentido seguras y libres de juicios, han compartido experiencias extraordinarias que me han hecho reflexionar sobre la posibilidad de que todo lo que nos rodea esté conectado, vinculado de alguna forma, y que suceda por razones que desconocemos.

Numerosas familias relatan que sus seres queridos, en sus últimos momentos, mantenían conversaciones con alguien que ellos no podían ver. Frases como «María, no te sientes en esa silla, que está mi madre» son más habituales de lo que pensamos. Algunos lo llaman «alucinaciones de la muerte», y quizá lo sean, pero si aceptamos que todo tiene un propósito, ¿qué sentido tendría ver a quienes ya no están, si no existiera alguna forma de trascendencia? ¿No será que, tal vez, una partícula de conciencia persiste más allá de lo que creemos?

Durante años contemplé la posibilidad de escribir este libro, pero, hasta que el paso del tiempo no me ha liberado de mis prejuicios, no he comprendido que era el momento de sentarme, reflexionar y dejarme maravillar por estas experiencias especiales, únicas y muy íntimas. Es todo un universo de vivencias, coincidencias y señales que he ido recopilando como «enfermera del alma», un entrañable título que una vez me regaló un niño. No sabía cuándo ni cómo compartir este tesoro, pero un día Laura, mi editora, me llamó y supe que el momento había llegado.

Empezaré compartiendo mi experiencia cercana a la muerte: a los doce años, me lancé a una piscina para ayudar a una persona que se estaba ahogando. Aunque ha pasado mucho tiempo, ese acontecimiento sigue increíblemente vívido en mi memoria. Por entonces lo mantuve en secreto para no preocupar a mis padres o tener que enfrentarme a sus posibles reprimendas, ya que era la primera vez que me dejaban salir sola.

Recuerdo con claridad que aquella persona, desesperada, utilizó mi cuerpo para mantenerse a flote, presionándome bajo el agua. Yo luchaba por respirar, pero no podía, mientras los gritos de la gente resonaban a lo lejos al darse cuenta de lo que estaba pasando. Sentí como si el tiempo se detuviera.

Tras los primeros instantes, dejé de luchar: mi cuerpo se relajó y, de forma impresionante, la angustia por la falta de aire desapareció. En su lugar, quedé envuelta en una paz indescriptible, como si hubiera entrado en otro mundo; todo lo que hasta entonces me preocupaba ya me daba igual. Ante mis ojos pasaron, difuminados, paisajes hermosos que jamás había visto; de vez en cuando aparecía la imagen de un desconocido que me sonreía y me llenaba de una felicidad indescriptible.

Ese fue el punto al que llegó mi conciencia respecto al momento que estaba viviendo: alguien a quien no recuerdo me rescató del fondo de la piscina. Entonces, al romper con la boca la superficie del agua y respirar de nuevo, el dolor y la angustia por la sensación de ahogo regresaron con intensidad.

Aquel día descubrí que, al igual que la naturaleza no nos permite recordar el momento de nacer, nos otorga mecanismos de desconexión cuando detecta que la muerte está cerca para que el proceso de morir no sea doloroso.

Esa experiencia dejó en mí una huella imborrable: un amor infinito por el sentido de la vida, la pérdida del miedo a la muerte y la creencia de que, quizá, haya un secreto muy bien guardado detrás de lo que viví. A partir de entonces, cuando me entero de que alguien se ha ahogado o ha sufrido una muerte inesperada, no pienso tanto en su dolor, sino en el profundo desconsuelo de su familia.

Cuando la muerte está próxima, la conciencia parece expandirse y se intensifican las percepciones sensoriales, en especial el sentido del oído. En esos momentos es como si el alma, la energía o el espíritu comenzaran a desprenderse del cuerpo, aunque a veces la persona parece esperar un instante concreto, despedirse de alguien o morir al lado de un ser querido en particular. El oído es el último sentido en apagarse, de manera que quienes están en sus últimas horas se sienten reconfortados al oír las voces de aquellos a los que aman.

Pese a que en ocasiones somos testigos de un dilatado sufrimiento innecesario por el intento de prolongar la vida de forma artificial, la muerte en sí misma no es un problema para quien está al final de la vida. La muerte es un momento que todos viviremos, y solo nos llevaremos aquello que no se puede medir, calibrar ni pesar, aquello vinculado a lo que hemos enseñado, a lo que hemos aprendido y al amor que hemos sabido cultivar en el corazón de los demás. En esencia, nos iremos con un equipaje ligero como una pluma.

Para los supervivientes, la muerte de un ser querido detiene y transforma el mundo. El duelo acompaña un camino largo y profundo que promueve la reflexión sobre el sentido y el significado de esa persona en nuestra vida. La intensidad del dolor y su duración dependerán de la magnitud del vínculo y de lo imborrable que será la huella que deje en nosotros. Nuestras lágrimas son besos que no podremos dar, palabras que no podremos decir y abrazos imposibles.

Pero ¿cuál es el sentido de todo este dolor y de la necesidad de seguir cuidando de un ser querido más allá de la vida? ¿Qué pasaría si, cuando muriera, dejáramos de sentir un vínculo emocional con esa persona y no experimentásemos tristeza ni sintiéramos su ausencia? Podríamos olvidarla y seguir viviendo sin sufrir, sin percibir el vacío y la ausencia que deja. Sin embargo, si olvidar a nuestros seres queridos fallecidos fuera sano, la naturaleza lo habría previsto de ese modo. Pero no es así.

Sentimos nostalgia, los recordamos, y lo hacemos porque dejaron una huella imborrable al realizar las tres tareas fundamentales de la vida: ser generosos, ser sencillos y haber amado.

Si en la vida todo tiene un porqué, quizá este dolor también lo tenga, aunque aún no lo comprendamos. Llegados a este punto, me pregunto: si, en el momento de morir, estos seres queridos vinieran a buscarnos, ¿cómo podríamos reconocerlos si los hubiéramos olvidado? ¿Cuál sería la razón por la que, antes de morir, Jordi, un niño de poco más de siete años, conversó tranquilamente con familiares fallecidos mientras les preguntaba a sus padres «¿Es que no los veis?»?

Este libro no pretende resolver interrogantes que no están destinados a ser resueltos. Si los hechos son como son, es por alguna razón. Sin embargo, me gustaría que estas páginas se convirtieran en un altavoz para las prudentes voces de esas personas que han vivido y compartido momentos extraordinarios, enigmáticos y sorprendentes, cargados de señales y coincidencias llenas de significado, con un toque de misterio y una delicada pincelada de romanticismo, cuando más las necesitaban.

 

La vida es muy simple, pero insistimos en hacerla complicada.

 

CONFUCIO

1

Partículas de eternidad y evolución del pensamiento

 

Antes de nacer: un universo de coincidencias y casualidades

De manera extraordinaria, fuimos tocados por la fortuna antes de que nos concibieran: cada uno de nosotros tenía un número, pero no entre miles, sino entre millones. Y, en ese preciso instante mágico, ganamos la más improbable de las loterías: la vida.

Te invito a que te imagines cómo fue tu propio momento mágico. Las grandes historias casi siempre empiezan así, con un toque de misterio y milagro.

Había una vez un joven óvulo lleno de energía que descansaba tranquilo en un lugar cómodo y silencioso parecido a una gran esponja: el ovario. Sin saberlo, ya eras la mitad de lo que eres hoy.

En aquel instante ni siquiera imaginabas que los ovarios son fábricas que trabajan sin descanso para enviar un óvulo a un viaje a través de la trompa de Falopio. Tu óvulo estaba en pleno proceso de maduración y llevaba en su interior la gran responsabilidad de conservar y transmitir los genes de todos los que te precedieron: tu madre, los padres de tu madre, los padres de los padres de tu madre, y así hasta donde tu imaginación quiera llegar.

Cada mes, un óvulo es elegido para ese importante y difícil viaje. A veces son dos, pero no es lo habitual. Por casualidad (o por destino), este mes te toca a ti. La Madre Naturaleza ha decidido que seas tú, y no otro. Es un momento único e irrepetible. Si tienes la inmensa suerte de encontrar tu camino, te embarcarás en la mayor de las aventuras: la aventura de vivir.

¡Qué nervios, qué inquietud, qué miedo!

¿En qué consistirá esta aventura de vivir en un lugar completamente distinto? La gran maquinaria de la vida cuida cada detalle casi sin que tengas que hacer nada. Solo te dejas llevar, delicado e importante como eres, porque todo está preparado para tu lanzamiento.

Con suavidad, te deslizas, y pronto te encuentras viajando por la trompa de Falopio. El silencio y la oscuridad te acompañan. Aunque avanzas solo, sin ayuda, te sientes seguro. No sabes adónde te llevará este camino, pero estás convencido de que todo saldrá bien. Aguardas tranquilo, lleno de esperanza en lo que está por venir.

Sin embargo, de repente te das cuenta de que no te sientes completo. Algo te falta, aunque aún no sabes qué es. Y en ese instante solo te queda esperar con paciencia —mucha— y confiar en que lo que te falta llegará. Porque, solo si tienes la suerte de que esa pieza te encuentre, podrás transformarte en algo extraordinario, como cuando una oruga se convierte en mariposa. Al igual que el gusano sabe, sin que nadie se lo diga, cómo tejer el capullo y dónde hacerlo, tú también estás listo para tu propia metamorfosis.

Si la suerte está de tu lado, si eres el elegido, podrás nacer y empezar tu vida en un lugar completamente diferente al que ocupas ahora. Aunque todavía no lo sabes, una parte de ti se encuentra en otro sitio, en otro cuerpo. Curioso, ¿verdad?

Esa parte que te falta vive en un mundo frenético, lleno de actividad y movimiento: los testículos. Allí, millones de células cabezudas, los espermatozoides, se agitan nerviosos, moviéndose sin parar, como si todos estuvieran entrenando, juntos y apretados, preparándose para una gran maratón. En medio de este caos, algunos destacan, se los ve mejor preparados, con más posibilidades de ganar la lotería de la vida. Esta otra parte de ti tiene poco tiempo para lograr su objetivo. Todos desean lo mismo: empujan por delante, por detrás, por los lados, luchan por avanzar, persiguiendo el mismo sueño que tú, pero las probabilidades juegan en tu contra. Si no tienes suerte, morirás y otros ocuparán tu puesto en la siguiente carrera. ¡Qué estrés!

Pero si todo sale bien, y la suerte o el destino te eligen, estarás un paso más cerca de la gran aventura de vivir.

Mientras, algo importante está ocurriendo en otro lugar, en una dimensión que todavía no puedes comprender. Cada nueva vida surge de distinta forma, pero la mayoría se originan por una atracción invisible, como si fuera un imán. La Naturaleza ha dispuesto que en el universo masculino y femenino estos se sientan atraídos y se despierte en ellos el deseo de unirse y amarse, aunque sea solo una vez. Y, por puro azar de la vida, ¡estás listo para ese momento tan esperado!

De repente, sin previo aviso, dan la señal de salida y todos comenzáis a correr sin saber hacia dónde. No hay tiempo para detenerse ni para ayudar a los que se quedan atrás. ¡Está tan oscuro! Bastante tienes con encontrar tu camino.

Lo que quieres es demasiado importante, algo en tu interior te dice que tu vida depende de ello. Es un caos total: coletazos, golpes, cabezazos… Unos van en una dirección, otros en la opuesta, y tú no sabes a cuál seguir. No estás seguro de quién va bien y quién se equivoca. Muchos de tus compañeros se quedan atrapados por el camino y luchas por no ser el siguiente. La carrera continúa, y solo unos pocos logran seguir adelante.

A medida que avanzas, te sorprende seguir con vida. Poco a poco, el grupo se va reduciendo; muchos se han quedado atrás, perdidos y agotados, pero tú aún tienes energía. El camino es incierto, pero comienzas a sentir ese espacio más cálido, acogedor, lo que te da fuerzas para continuar.

De pronto, vislumbras frente a ti una luz suave, una enorme esfera clara que parece una luna. No es la luna, porque no sabes ni que existe, es el óvulo. Esa otra parte de ti por la que te sientes profundamente atraído. ¡Tu óvulo! Te parece precioso, imponente. Nadie te lo ha dicho, pero ¡sabes que has llegado! Sin embargo, no estás solo, muchos otros también lo han conseguido, y lo único que deseas es encontrar la entrada antes que los demás. No es fácil, todos empujan con fuerza, desesperados, y tú haces lo mismo. Tus energías comienzan a agotarse. Mientras muchos de tus compañeros se rinden y se detienen, tú insistes, estás decidido a darlo todo.

Jamás lo habrías imaginado —en el interior de los testículos no parecías el espermatozoide más fuerte ni el más rápido—, pero aquí estás, has llegado hasta el final. De repente, como por arte de magia, el óvulo abre una pequeña entrada justo delante de ti. Entre los miles y miles de espermatozoides, sin saber por qué, ¡eres el elegido!

Te despides de los millones de compañeros que, como tú, han luchado por este premio único: la vida. No sabes cómo ni por qué te han escogido, pero lo cierto es que ahora comenzará a escribirse tu historia. Si hubiera sido otro óvulo, otro espermatozoide, serías una persona completamente distinta.

Te espera la misión de desarrollarte, crecer en el cálido útero de tu madre, un lugar más suave y acogedor que la más esponjosa de las almohadas de plumas. Si estás leyendo esto, significa que eres una persona única en el mundo. ¡Enhorabuena por todo lo que has logrado! Has sido escogida para la gran aventura de vivir, tienes la oportunidad de dejar tu huella en la historia de la humanidad.

No será un camino fácil: vivir es un aprendizaje constante. Las adversidades te brindarán la oportunidad de sufrir, aprender y evolucionar. Recibirás lecciones que ningún libro puede enseñarte y que te invitarán a elegir entre dos caminos: seguir los pasos de los que te precedieron (si crees que es lo adecuado) o cambiar, ofreciendo a las futuras generaciones lo que tú no recibiste. Quien lo logra, construye una vida de generosidad, sencillez y grandeza.

El mejor capitán es el que ha aprendido a navegar por las tormentas que surgen de las renuncias, el que consigue llevar a buen puerto a los que ama, y es recordado con cariño más allá de la vida misma.

 

Cada cultura ha vivido y ha asumido la muerte de diferentes modos, según el concepto que se tenga a priori sobre el hecho, y condicionado por las creencias que la sociedad del momento tenga del morir, del cuerpo físico y del más allá.

 

SANTIAGO ROJAS POSADA

Tecnología, ciencia y conciencia

Pío Baroja, escritor de la generación del 98, médico y ateo de personalidad introvertida y pesimista, escribió que la ciencia es la nueva religión. ¡Y qué razón tenía! La tecnología y la ciencia son el medio utilizado para desentrañar las incógnitas que nos rodean y, a lo largo de los siglos, el misterio sobre la posible trascendencia después de la muerte se ha mantenido en el primer lugar.

El materialismo científico quiso demostrar que podemos explicar los hechos a través del conocimiento positivo, y que si algo no se puede explicar es sencillamente porque no existe. Con la llegada del comunismo, sus defensores afirmaban que, si alguien pensaba en la trascendencia después de la muerte, era solo un deseo, una respuesta al miedo y una forma de reducir la inseguridad. Por aquel entonces, quien creía en algo relacionado con el misticismo, si además tenía algún don que lo hacía especial o expresaba pensamientos acerca del más allá, era señalado.

En el siglo XX, los pensamientos evolucionaron: Einstein y la teoría de la relatividad, el mundo cuántico de Planck o el principio de incertidumbre de Heisenberg, por citar algunos. En los años sesenta, el movimiento hippy experimentó con los sentidos, la belleza, la sensibilidad, la creatividad, la espiritualidad y el amor. El movimiento transpersonal de los años setenta se dedicó a estudiar la conciencia y la dimensión espiritual como esencia del ser humano, uniendo las experiencias místicas de Oriente y Occidente.

Stanislav Grof, fundador de la psicología transpersonal e investigador de los estados alterados de la conciencia, afirma que la muerte es la que echa por tierra la concepción materialista, y nos invita a vivir de nuevo lo espiritual. De alguna forma, volvemos al camino de lo espiritual y aceptamos que somos algo más que materia física.

Teoría de la relatividad, física cuántica, singularidad, agujeros negros… Infinito. La naturaleza permite una evolución intelectual que nos mantenga en un estado de expectativa juguetona, como ese niño emocionado que quiere saber qué animal vive en la madriguera que ha encontrado. A pesar del esfuerzo, no podremos descubrir el secreto mejor guardado —¿qué hay después de la muerte?— hasta que nos llegue el momento, porque todos somos iguales ante el enigma de la muerte.

Puede que, justo antes de morir, el físico alemán Albert Einstein se sintiera encantado con todo lo que había descubierto. Fue uno de los científicos más brillantes que han exist

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