Epílogo
Empecemos por el final para cambiar algunas cosas
En efecto, como supongo que ya habréis intuido, este no es un libro convencional. Me refiero a que no sigue una de las normas básicas de los libros. Cuando iba a la escuela me enseñaron que el prólogo va al principio y el epílogo al final. Supongo que por eso la mayoría de los libros empiezan de esa manera, o directamente con una introducción, pero nunca con el epílogo. Según el diccionario, el epílogo es «la recapitulación de lo dicho en un discurso o en otra composición literaria», y normalmente se usa para proporcionarle un cierre. Ahora bien, ¿por qué no podemos invertir el orden? ¿Qué pasaría si lo hiciésemos?
Probémoslo.
Este libro empieza por el final, con el epílogo. Y acabará por el principio, con un prólogo. No con el prólogo, sino con un prólogo. Ya veréis por qué.
Este libro pretende cuestionar algunas de las cosas que pensamos sobre la educación y el cerebro, de ahí que quiera cambiar la estructura; que no acabe con la última palabra escrita, sino que esta última palabra sirva de inicio para que cada uno, cada lector, aproveche lo que más le convenga, de forma crítica; que nos abra a nuevos pensamientos pero sin ofrecer recetas que haya que seguir. Quiero que sea un libro que podáis criticar; es más, me gustaría que lo criticaseis. Porque de la crítica constructiva surgen los grandes cambios, personales y colectivos.
Asimismo, deseo que nos ayude a conocernos un poco mejor y que con ese conocimiento podamos hacer lo que queramos. Y quiero que nos ayude a conocer un poco mejor a las otras personas, y entre ellas, de manera muy especial, a nuestros hijos e hijas. Y, en el caso de los que nos dedicamos a la docencia, también a nuestros estudiantes. Para que podamos crecer con ellos y en ellos, y para que ellos puedan continuar creciendo con nosotros y en nosotros. Fijaos en que digo «con» y «en»: «con» expresa relaciones que denotan acompañamiento, y «en» indica el lugar donde se produce algo.
Convirtámonos en motor educativo y, sobre todo, de cambio educativo, hacia nosotros mismos y hacia los demás. Un cambio basado en el acompañamiento y el crecimiento. Porque nuestra mente no es fija y siempre puede continuar creciendo y ampliando horizontes. Esta es la conclusión del libro. Por eso lo he iniciado con el epílogo. Ahora bien, si queréis saber por qué y cómo podemos continuar creciendo y qué ventajas cognitivas presenta hacerlo, tendréis que continuar leyendo. Hablo de un crecimiento que pueda llevarnos a una vida más plena, en el sentido de más digna y dignificante, y más empoderada.
Quiero concluir este breve epílogo con unas frases sacadas de dos de los numerosos campos culturales que me apasionan, la poesía y el rock and roll (junto con la filosofía, la historia de la cultura y el pensamiento, las artes plásticas y escénicas, la ciencia en general, etcétera, como descubriréis en los ejemplos que iré poniendo en los distintos capítulos). Retomaremos estas frases al final del libro, porque para mí son el inicio de lo que vendrá después.
... que tot està per fer i tot és possible.
... que todo está por hacer y todo es posible.
Verso final del poema «Ara mateix», de Miquel Martí i Pol,
del poemario L’àmbit de tots els àmbits (1981)
So close, no matter how far
Couldn’t be much more from the heart
Forever trusting who we are
And nothing else matters
Never opened myself this way
Life is ours, we live it our way
All these words, I don’t just say
And nothing else matters
Tan cerca, por lejos que esté,
no puede haber mucha más distancia desde el corazón.
Siempre confiamos en quienes somos
y no importa nada más.
Nunca me he abierto así,
la vida es nuestra, la vivimos a nuestra manera.
Todas estas palabras no las digo por decir,
y no importa nada más.
Del grupo estadounidense de heavy metal Metallica;
primeras estrofas de la balada «Nothing Else Matters» del álbum Metallica (1992)
Introducción
Trece preguntas, tres historias y una fórmula
El cerebro es el órgano del pensamiento. Nos permite adquirir conocimientos y experiencias nuevas, al tiempo que gestiona todos nuestros comportamientos. Eso incluye todas las conductas relacionadas con los aprendizajes, en un círculo vicioso inacabable. Y también, y no menos importante, nos permite adaptarnos a este entorno en función de cómo nos relacionamos en él. La forma en que nos comportamos con nosotros mismos y con los demás influye en todo este proceso. Cabe destacar muy especialmente la motivación que tengamos para continuar aprendiendo y creciendo, y las percepciones que tengamos sobre esta posibilidad. O, alternativamente, si pensamos que ya hemos alcanzado un límite prácticamente infranqueable.
Este libro es un ensayo divulgativo sobre nuestras posibilidades de continuar progresando cognitiva y mentalmente, y también sobre nuestra capacidad de querer hacerlo, para poder tener una vida más plena, en el sentido que he señalado en el epílogo inicial: más digna y dignificante, y más empoderada. Iré desgranando toda una serie de temas que nos ayudarán a entender un poco mejor cómo es, cómo funciona y cómo se construye y reconstruye constantemente el cerebro. Ya he hablado de ello en otros libros que he publicado, pero en este lo enfocaré desde una perspectiva diferente, la llamada «mentalidad de crecimiento». Ya veremos qué es y si es real o no. De momento no hace falta que nos preocupemos por eso. Solo os diré que en este libro relacionaré este concepto con muchos otros aspectos de nuestra vida mental y de las capacidades cognitivas que poseemos, más allá de la hipótesis original. Iremos mucho más allá de la propuesta de la mentalidad de crecimiento. Hacerlo supone un riesgo, que tendremos que compartir. Huir de los caminos canónicos siempre implica cierto riesgo. Pero precisamente por eso nos entusiasma tanto. Creo que es la mejor forma de poder dar un paso adelante tanto en lo personal como de manera general, en ciencia o en cualquier otra disciplina. Pese a la posibilidad de equivocarnos, si no nos arriesgamos, no avanzamos. O quizá deberíamos decir que avanzamos gracias a los errores que cometemos.
Lo haré, como en todos los libros que he escrito, desde una perspectiva científica, basada en trabajos procedentes de la neurociencia y la neurociencia cognitiva. Y también de la psicología, la biología, la genética, la pedagogía, la sociología e incluso, en alguna ocasión, la filosofía. Estoy absolutamente convencido de que las ideas más interesantes, las que pueden ayudarnos a vivir con más plenitud, nacen de la confluencia de saberes humanos. Y este caso no es diferente. Para sacar el máximo provecho, hay que ser integrador. Por eso también os pediré que miréis en vuestro interior y a vuestro alrededor, hacia el pasado y hacia el futuro, y por descontado también hacia el presente.
Todos los capítulos nos invitarán a dedicar esta mirada, porque para mí la mentalidad de crecimiento es una actitud interna, de cada persona. Una actitud que, como es lógico, con nuestro ejemplo y nuestra forma de hacer y de vivir, transmitimos a nuestros hijos y estudiantes. Si queremos que ellos quieran continuar creciendo, primero debemos querer hacerlo nosotros.
Una advertencia más. Existe abundante bibliografía científica especializada en torno a este tema, y la he utilizado como base para escribir este libro, pero la visión que os ofreceré también posee componentes personales. El motivo está claro: he querido huir de un libro aséptico y convertirlo en vivencial. También haré algunas propuestas que no están estrictamente recogidas en la bibliografía científica, pero que creo que pueden ayudarnos a entender el quid de la cuestión.
Antes de proseguir quiero formularos unas preguntas. No es necesario que las contestéis; simplemente leedlas y dejad que vayan resonando en vuestro interior:
Trece preguntas:
1. ¿Crees que puedes continuar desarrollando tus habilidades y talentos con práctica y esfuerzo, o piensas que ya son fijos e invariables?
2. ¿Cómo afrontas los retos y los obstáculos? ¿Te ves capaz de superarlos mediante el esfuerzo y llevando a cabo aprendizajes nuevos?
3. ¿Cómo recibes la crítica y el fracaso? ¿Los ves como oportunidades para aprender y crecer, o los consideras indicativos de tus limitaciones personales?
4. Cuando te encuentras con tareas o situaciones que no has afrontado nunca, ¿tienes una actitud positiva y abierta para aprender y adquirir conocimientos nuevos, o prefieres seguir haciendo lo que siempre has hecho porque sabes que te sale bien?
5. ¿Cómo te enfrentas a las dificultades? ¿Las ves como momentos para desarrollar tu perseverancia y resiliencia, o tiendes a rendirte con facilidad?
6. ¿Cómo te enfrentas a tus éxitos y a los éxitos de los demás? ¿Eres capaz de celebrar y admirar los avances ajenos sin sentirte amenazado o en condiciones de inferioridad?
7. ¿Cómo te motivas cuando te encuentras delante de desafíos? ¿Eres capaz de generar una mentalidad positiva y buscar estrategias para salir adelante?
8. ¿Te gusta aprender de personas con más experiencia y conocimientos que tú en un ámbito determinado? ¿Tienes interés en adquirir nuevos conocimientos y perspectivas?
9. ¿Cómo ves los errores? ¿Crees que son parte inherente del proceso de aprendizaje y los utilizas como una oportunidad de mejora, o los ves como fracasos y te los tomas como una afrenta personal?
10. ¿Cuál es tu actitud hacia el aprendizaje constante? ¿Crees que el aprendizaje no tiene límites y que siempre hay alguna cosa nueva que descubrir y admirar?
11. ¿Crees que si quieres hacer algo podrás hacerlo de un modo u otro o piensas que tienes unos condicionantes que favorecen algunas de tus características y limitan otras, pero que, aun así, siempre puedes ir un paso más allá?
12. ¿Buscas alternativas para seguir mejorando lo que ya sabes que haces bien, o crees que si ya lo haces bien te conviene no cambiarlo por si acaso?
13. ¿Confías en las decisiones que tomas y te empoderan, o prefieres que otras personas decidan por ti?
El cerebro también es la sede de los sueños. A través de su actividad podemos imaginar tantos futuros posibles como queramos. O tantos como podamos, dependiendo de adónde llegue nuestra imaginación y las ganas o la capacidad que tengamos de asumir retos y llevarlos a la práctica.
Conocer el cerebro, cómo se va construyendo y cómo funciona, es una de las vías principales para cambiarlo. Y este será el nudo central del libro: ¿podemos cambiar nuestro cerebro?, ¿podemos educarnos a nosotros mismos?, ¿cómo puede ayudarnos todo esto a afrontar con más confianza la educación de nuestros hijos y estudiantes?, ¿cómo se relaciona con tener una vida plena y con qué margen de maniobra contamos?
Ahora bien, si pensáis que responderé a estas preguntas por vosotros, estáis equivocados. Mi intención es ofrecer un puñado de elementos para que cada uno pueda abordarlos como crea más oportuno. Este libro tiene la ambición de ser un inicio de pensamiento, no un final cerrado. Si fuese un final cerrado se convertiría en todo lo contrario de lo que explica. Pretendo lanzar ideas al vuelo, no encerrarlas en una jaula de dogmatismos. Por eso quiero que el libro estimule la crítica y la autocrítica. Pretende ser una historia que comience cuando acabéis de leerla.
Según la filósofa estadounidense Wendy Brown, «pensar no es ejecutar bien un procedimiento determinado ni aplicar unas fórmulas adecuadamente». Pensar es para ella «afrontar unos problemas para los cuales no disponemos de formulismos previos. Si no nos planteamos cuestiones nuevas, si no hay interrupción del sentido común, el pensamiento no se activa [como, por ejemplo, empezar por el epílogo y acabar por el prólogo]. Para activar el pensamiento hay que ir a buscar situaciones inacabadas sin reproducir esquemas. Pero hay que hacerlo con humildad, para acercarnos a lo que no sabemos sin sacarnos soluciones mágicas del sombrero. Y también con valentía, para renunciar al reconocimiento fácil, a los dogmas establecidos y a las etiquetas».[1]
Humildad y valentía, sin soluciones mágicas, únicamente elementos para pensar, porque es a través del pensamiento como podemos ensanchar nuestros límites personales y ganar en libertad de autogestión. El libre albedrío es uno de los temas que han guiado mi investigación académica y personal, y también tendrá protagonismo en este libro, hacia el final, junto con otra idea que ya he mencionado: la mentalidad de crecimiento, de la cual hablaremos mucho a partir del capítulo cuatro. La mentalidad de crecimiento forma parte de una propuesta de la psicóloga estadounidense Carol Dweck. Según Dweck, hay personas que piensan que sus capacidades mentales, entre ellas la inteligencia, no pueden incrementarse, mientras que otras piensan que sí. Y eso comporta dos maneras radicalmente distintas de actuar, pensar y vivir. También afirma que cabe la posibilidad de pasar de una mentalidad a la otra, si se dan determinadas condiciones. En 2020 realicé un trabajo sobre esta cuestión para un instituto de la Unesco con el que colaboro, el International Bureau of Education, desde una perspectiva neurocientífica. De ahí nació la idea del libro, educarnos para educar. Pero no adelantemos acontecimientos, porque vale la pena aproximarnos poco a poco, no solo para entender todas sus implicaciones, sino también para disfrutar del trayecto.
Ahora me gustaría compartir con vosotros tres historias reales y personales y una fórmula matemática que me han inspirado. El tema de la inspiración es sin duda fascinante. Según el diccionario, inspirar es «infundir o hacer nacer en el ánimo o la mente afectos, ideas, designios, etc.». Por consiguiente, se trata de tres historias y una fórmula que me han infundido ideas y me han llevado a escribir este libro. Son su origen conceptual, por lo que han preconfigurado su temática y su estilo. En los distintos capítulos encontraréis más historias reales que nos ayudarán a ir centrando los temas concretos que desarrollo, pero las que os presentaré ahora son el origen de este trabajo.
Hay más definiciones todavía de la palabra «inspiración» que nos resultan útiles. En neurociencia cognitiva se define como el estado de motivación que permite que fructifiquen las ideas que tenemos. Hablaremos mucho de la importancia de la motivación. Estas historias me han motivado hasta el punto de querer que las ideas que contienen fructifiquen en este ensayo, el cual se nutre también de ideas y conocimientos previos que ya tenía y de muchos otros que he adquirido mientras lo preparaba. No en balde, en la bibliografía del final encontraréis casi trescientas referencias que he utilizado para sustentar todo lo que explico, las conclusiones que extraigo y las propuestas que hago a partir de ellas. Algunos de estos trabajos son fruto de mi propia investigación científica. Muchos otros los he tomado de la literatura especializada. En cualquier caso, todos tienen una base científica y neurocientífica, biológica y genética, y también psicológica, pedagógica, sociológica o filosófica.
En ambientes artísticos, en cambio, se dice que la inspiración es lo que desata la creatividad y la difusión de pensamientos y emociones, la idea original o el detonante que hace que alguna cosa se vuelva estética. Volviendo a estas historias, han supuesto un impulso crucial para emprender el proceso de creación de este ensayo divulgativo, con el cual pretendo difundir una serie de pensamientos racionales y también de estados emocionales que considero interesantes para seguir reflexionando sobre contextos educativos, desde la estética propia de cualquier sistema orgánico como es el cerebro. Y también desde la sensibilidad, la motivación y, como dicen los movimientos artísticos con respecto a la inspiración, desde la creatividad.
Finalmente, la psicología moderna considera que la inspiración es el uso de ideas que provienen de experiencias previas, incluidas las preconscientes, que se combinan para generar algo nuevo. Las tres historias que estoy a punto de presentaros también me han hecho remover experiencias previas y han favorecido que fuesen combinándose y recombinándose, como espero que os ocurra a vosotros cuando leáis los distintos capítulos del libro. Ya veréis cómo al final estas tres historias y la fórmula matemática que la sigue acaban enlazando unas con otras, en los contenidos de los distintos capítulos, y que los dotan de sentido.
Primera historia:
En 2007, un compañero de la facultad de Biología me hizo una propuesta inesperada: que coordinase la asignatura de Biología en las pruebas de acceso a la universidad de Cataluña (para entendernos, la famosa, o infame, según cómo se mire, selectividad). Él llevaba casi diez años al frente y, aprovechando que se acercaba un cambio curricular importante, pensaba que había llegado el momento de pasar el relevo a otro. Me lo propuso por diversos motivos, entre los cual se contaba el hecho de que yo era buen conocedor de los estudios de secundaria y de bachillerato, aparte de los universitarios. Antes de ser profesor e investigador en la universidad, había trabajado como docente en una escuela de Barcelona. Además, también había escrito una docena de libros de texto y propuestas didácticas para estas etapas educativas.
Soy un amante de los retos y las novedades, que me estimulan y me motivan, y enseguida acepté. Desde entonces hasta ahora que escribo estas líneas, a mediados de 2023, he estado ejerciendo de responsable de esta asignatura. Una de las tareas principales, aunque no la única, consiste en preparar las pruebas de Biología, un trabajo que comparto de manera asamblearia con siete subcoordinadores fantásticos. Por otro lado, respondo a dudas y consultas que me plantean los profesores de esta asignatura, varios cientos en toda Cataluña, y de vez en cuando también recibo correos de algunos estudiantes de bachillerato.
Esta primera historia proviene de unos correos que me envió una alumna poco después de haber hecho la prueba de selectividad. Me decía que por culpa de la prueba de Biología no podría entrar en el grado de Medicina, que era lo que siempre había soñado y lo único que la motivaba. Cabe decir que la nota final proviene de distintas medias, que incluyen las notas de bachillerato en un 60 %, las de las asignaturas obligatorias de selectividad en un 40 %, y de una ponderación de las asignaturas optativas, entre las cuales está Biología. La calificación de Biología tiene efecto en el cómputo global, por descontado, pero es un efecto relativo cuando se considera en su conjunto. No estoy discutiendo aquí que este sistema sea el más idóneo, ni siquiera que sea cien por cien justo, porque tiene aspectos mejorables. Y algunos muy mejorables. Lo que importa es que es común para todo el estudiantado, lo que garantiza la equidad.
Le respondí al correo explicándole cuál es el sistema que se sigue, que es público y sin duda ella ya conocía, para que viera que, si bien la nota de Biología seguro que había influido, todas las demás también habían afectado al resultado final.
Volvió a escribirme, esta vez con alguna falta de respeto hacia mi persona que pasé por alto porque consideré que debía de encontrarse bajo una presión y un estrés elevadísimos. Este es otro aspecto importante de esta historia, la presión y el estrés. Le sugerí que pidiese una segunda corrección de su prueba. Recibí un tercer correo, en un tono similar al segun