Cántico espiritual

San Juan de la Cruz

Fragmento

cap-1

Presentación

En la gran crisis que sufre la consciencia europea a lo largo de los siglos XVI y XVII, san Juan de la Cruz ocupa un lugar a la vez esencial y difícil de definir. Las especiales condiciones políticas y religiosas en las que vivió y que determinaron su personal concepción de la fe propiciaron que su obra poética se convirtiera en una metáfora de su resistencia y de su excepcionalidad. Los imperativos del catolicismo más ortodoxo que le condenó en vida impidieron también que toda la riqueza que él depositó en sus versos no comenzara a salir a la luz sino mucho después, cuando su poesía empezó a fecundar otras tradiciones, ya sin las trabas del dogma. En España, por la particular constitución de las corrientes filológicas y exegéticas hegemónicas, siempre alérgicas a la heterodoxia, quizá nos ha costado más atender al periplo intelectual y espiritual de un autor que, por su formación, su trayectoria y su persecución, se podría incluir entre aquellos «cristianos sin Iglesia» de los que habló Leszek Kołakowski y que conformaron la verdadera revolución religiosa de su tiempo. Sería el caso también, por ejemplo, de Casiodoro de Reina, el gran traductor de la Biblia del Oso, fugitivo de la Inquisición y exiliado en diversos países de Europa, donde intentó reconciliar a las distintas familias protestantes, buscando salvar simplemente la relación del creyente con el Libro, que no es sino el origen de toda hermenéutica.

Juan de la Cruz no pudo huir y tuvo que conformarse con un exilio interior, penoso y durísimo, que él acertó a transformar en una experiencia de luz y plenitud como pocos poetas han conseguido en Occidente. Lola Josa ha llevado a cabo en este libro un verdadero trabajo de restauración, iluminando, con autoridad y persuasión, muchas zonas del Cántico espiritual que hasta ahora permanecían en penumbra o que se habían ennegrecido por ciertas inercias de la rutina interpretativa. Honrando lo mejor de la tradición filológica en la que se ha formado y cumpliendo con las exigencias que en su día ya formularon expertos como Domingo Ynduráin, Lola Josa, dueña de un impresionante conocimiento de la materia, ha descubierto el caudal sapiencial hebreo que subyace al Cántico, situando a su autor entre los cristianos que en su época quisieron sumergirse en las fuentes bíblicas, a despecho de la Vulgata y con especial atención al Antiguo Testamento, un libro casi vetado en la tradición católica. Entre las muchas observaciones sagaces de Lola Josa destaca el paralelismo que ha trazado entre san Juan y Casiodoro de Reina a propósito de la traducción del libro de Ezequiel, una confluencia que en sí misma nos revela hasta qué punto la obra del primero puede considerarse un ejercicio de traducción sublimada de la Biblia y, en el caso concreto del Cántico, del Cantar de los cantares, que también fascinó a fray Luis de León.

El Cantar es uno de los dos libros más singulares y enigmáticos del canon bíblico –el otro sería el Eclesiastés–, y su significado profundo ha venido conjeturándose desde tiempos inmemoriales, hasta el extremo de que su interpretación se ha demostrado imprescindible para entender la particular noción del eros que se halla oculta en la mística hebrea. Incluso un estudioso de las religiones y los mitos tan autorizado como Joseph Campbell afirmaba categóricamente que la religión hebrea rechazaba la figura de la Diosa ancestral, común en el resto de las creencias dominantes, ciñéndose así a una idea muy extendida pero limitada de la espiritualidad judía. Los estudios más recientes de Moshe Idel, por ejemplo, nos han explicado que, en el campo de la Cábala, la experiencia del eros y la sexualidad en los reinos humano y divino es mucho más rica, matizada y compleja de lo que habitualmente se había creído. Con valentía y ambición, Lola Josa ha incardinado su estudio en la estela de esa amplitud hermenéutica, realizando la lectura del Cántico más estimulante, osada y respetuosa de cuantas se han hecho en tiempos recientes, un verdadero precedente que abre caminos para los estudiosos de hoy y de mañana, pero también para el simple lector atraído por el poderoso misterio de esta poesía.

La excepcionalidad de la labor de Lola Josa estriba también en que su vuelo interpretativo, lejos de distraerla del detalle filológico, la ha ayudado a fijar el texto con más precisión, proponiendo una nueva disposición dramática de las voces que hablan en el poema, deshaciendo errores de transmisión en algunos casos muy elocuentes y desentrañando el significado de expresiones como «adamabas», que ahora, en virtud de su lectura, adquieren una nueva y reveladora dimensión. Esta edición prueba también que la intimidad con la Biblia –y con aquellos autores que en tiempos peligrosos se atrevieron a estudiarla y traducirla– eleva de inmediato el discurso y beneficia tanto la concepción como el cultivo de la crítica, la filosofía y la literatura. En muchos aspectos, la Biblia es aún en España una asignatura pendiente.

Leído a la luz de la mística hebrea, el Cántico espiritual amplía su resonancia y su alcance y demuestra que su autor fue uno de los más radicales de su tiempo, verdadero precursor de una vivencia religiosa que, a medida que se desarrollara la modernidad, se revelaría más verdadera y extrema, por cuanto trataba de salvar la esencia de la relación con la divinidad a través del canto y la palabra y más allá de los límites de la doctrina y las guerras de poder, como luego seguirían defendiendo en el norte de Europa otros místicos, entre ellos Angelus Silesius o Jacob Böhme. Para decirlo con la imagen del Maestro Eckhart, cuanto más nos adentramos en esa gran noche oscura del alma, más luz encontramos en las tinieblas, ahora gracias a la labor de Lola Josa.

ANDREU JAUME

 

La Cábala debería ser estudiada a fondo en relación con el misticismo español del XVI.

DOMINGO YNDURÁIN,

en san Juan de la Cruz, Poesía

Nada hay más digno de la sabiduría de Dios y la riqueza de la elocuencia divina que con las mismas palabras lleguemos a los diversos sentidos de aquellas mismas palabras.

GASPAR DE GRAJAR,

Tratado sobre los sentidos

de la Sagrada Escritura, IV

Desde mi propia carne tengo de ver a Dios. Al cual yo tengo de ver por mí, y mis ojos lo han de ver, y no otro.

Jb, 19: 26-27

cap-2

Agradecimientos

A lo largo de los años de relecturas de san Juan de la Cruz y del aprendizaje siempre vivo de la mística hebrea, me han acompañado personas que han guiado y sostenido mi trabajo, y a quienes debo el conocimiento y la confianza necesarios para emprender la escritura de este libro que forma parte del estudio de toda la obra del Descalzo que se publicará posteriormente.

Mi gratitud a Ramón Andrés, a su ejemplo y magisterio diarios. Una mención necesaria y muy especial merecen tres de sus libros: El mundo en el oído. El nacimiento de la música en la cultura (Barcelona, Acantilado, 2008, 3.ª ed.) y No sufrir compañía. Escritos místicos sobre el silencio (siglos XVI y XVII) (Barcelona, Acantilado, 2010, 3.ª ed.), en cuyas páginas aprendí a escuchar la espiritualidad con nuevo oído, así como el Diccionario de música, mitología, magia y religión (Barcelona, Acantilado, 2012, 2.ª ed.), de infinitos caminos. También recojo el saber de quienes, en sus clases, son capaces de esclarecer las más sutiles dificultades conceptuales de la Cábala, así como de aquellos estudios donde encuentro una compleja enseñanza ordenada y una labor de exégesis rigurosa que han sido un modelo para abordar los comentarios a la obra del carmelita; libros que justifican la bibliografía final. Asimismo, mi reconocimiento a la tradición filológica en la que felizmente me he formado y de la que soy deudora. Mi recuerdo al profesor Domingo Ynduráin, y a la continuidad y el cumplimiento del buen hacer filológico que Paola Elia y María Jesús Mancho le han dado.

San Juan de la Cruz siempre abrirá posibilidades de investigación y aprendizaje. Por este motivo, la bibliografía sobre él es (y será) rica y plural. Resulta imposible referirla en su mayor parte, como también lo sería no partir de ella a la hora de emprender un análisis acerca de cualquier aspecto de su obra. Toda aproximación cabalística a su época y pensamiento ha sido leída con entrega y agradecimiento. Sin embargo, el presente libro ha podido escribirse gracias a un método de estudio y exégesis cabalística arraigados y transmitidos por los referentes recogidos en la bibliografía.

Deseo terminar con mi recuerdo más cálido y agradecido a Mariano Lambea por los dos trilustros de lealtad. Y no puedo silenciar a Francesc Casas, que cuida del Projecte Studia y de lo que ello significa.

Con el permiso de todos, estas páginas, que se publican gracias a Andreu Jaume, quien las recibió con generosidad desde el principio.

L. J.

cap-3

Criterios de edición

Los testimonios manuscritos conservados del Cántico espiritual son numerosos, al igual que sus primeras ediciones impresas. Cualquier tentativa de edición se adentra en una historia textual del poema compleja porque pone de manifiesto diferentes estadios de escritura y enmiendas ajenos al místico. De hecho, san Juan de la Cruz escribió solo para «los hijos y las hijas espirituales» que le leían en manuscritos divulgados por ellos mismos.[1] La filología ha dado cumplida cuenta de la sucesiva manipulación textual a la que se ha sometido la fijación de los versos de las «Canciones entre el Alma y el Esposo», hasta el extremo de dificultar la identificación de la voluntad lírica y mística del carmelita en las variantes textuales. En el «Estudio» introductorio referimos los momentos principales en los que tuvo que escribir el Cántico en su integridad. Lo cierto es que en 1584 se da por terminada su escritura junto a la «Declaración de las canciones», que escribió, según argumenta en una breve explicación, «a petición de la madre Anna de Jesús, priora de las descalzas en Sant José de Granada. Año de 1584».[2]

Hasta 1618 no se editaron sus Obras espirituales, que, extrañamente, solo contenían la Subida del Monte Carmelo, la Noche oscura y la Llama de amor viva, excluyendo inexplicablemente el Cántico espiritual.[3] Cuando el poema vio por primera vez la imprenta era ya el año de 1622, en París, traducido al francés por René Gaultier, que se tomó unas libertades que alejaron el testimonio impreso de su realidad manuscrita.[4] La primera edición española de las «Canciones entre el Alma y el Esposo», junto a las Poesías, apareció en Bruselas en 1627.[5]

 

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La presente edición parte del texto base del manuscrito de Sanlúcar de Barrameda, el testimonio más fiable de cuantos conforman la historia textual del Cántico espiritual y que, además, contiene la versión original del propio Juan de la Cruz de las «Declaraciones de las Canciones entre el Alma y el Esposo».[6] Se conserva en el convento de las carmelitas descalzas de la localidad gaditana, en cuyo primer folio, bajo la datación que hemos transcrito, se especifica que «este libro es el borrador de que ya se sacó en limpio», y a continuación le sigue la firma de «Fray Juan de la Cruz».[7] Se trata del testimonio que contiene correcciones y apuntes del místico detenidamente verificados por paleógrafos y aceptados por la filología. La hipótesis de filiación del manuscrito de Sanlúcar más coherente es la que lo considera posterior a un manuscrito previo no conservado.[8] A tenor de cuanto la filología ha investigado al respecto, y conforme a los minuciosos estudios de ecdótica que se han llevado a cabo,[9] podemos concluir que el manuscrito de Sanlúcar es el testimonio más fidedigno de la última intención mística de fray Juan.

La presente edición pretende fijar el texto conforme al sentido bíblico estudiado por la tradición cabalística de la que san Juan de la Cruz es conocedor, tal y como revelan sus versos conservados en el manuscrito de Sanlúcar. De este modo demostramos la veracidad de lo que Domingo Ynduráin dejó planteado en su edición de la Poesía del carmelita descalzo de que el misticismo español del siglo XVI debe estudiarse desde un conocimiento profundo de la Cábala.[10] Este es el verdadero propósito de nuestro libro. Por este motivo, las enmiendas que fijamos respecto a la constitutio textus[11] se justifican oportunamente en los comentarios cabalísticos a las canciones, y las que afectan a las acotaciones de las voces que cantan las estrofas solo pueden comprenderse a tenor de los estudios correspondientes de cada una de ellas. La ortografía y la puntuación se han modernizado, y solo se mantiene lo que conserva un valor fonético.

Adviértase que todas las palabras escritas en hebreo tienen que leerse de derecha a izquierda, y que se trata de un alfabeto cuyas letras pesan, tienen una medida y una calidad determinada por el número de cada signo gráfico. En los comentarios a las canciones, los términos estudiados que deben entenderse desde la plenitud de

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