Al exterior esconde su importancia suprema; pero en el interior se llena de la substancia de lo verdadero.
Avanza como si fuera siguiendo a su propia sombra; resbala entre los dedos ávidos, ofreciendo el aspecto de un pez muerto. Sin finalidad, todos los caminos son su camino. Volviendo a lo simple penetra en lo abstracto y su fuerza viva puede cortar en seco el espacio inmenso.
Hace caer los muros, se evade de las formas, fluye hacia todas las direcciones, traspasa la periferia del mundo, quedándose siempre en el centro de la esfera.
Parece de piedra, pero cuando quieren tocarlo sólo encuentran una corriente de aire.
De más en menos se ha hecho invisible, y ya que ha venido, aquí está lo ilimitado.
II. TCH’ON TAN Sin sabor propio¿Cómo no permanecerá en silencio, sintiéndose un minúsculo órgano vital de una excelente máquina?
¿Cómo no celebrará, comparándolo a su propio espíritu, el continuo nacimiento y quemazón de tanta maravilla?
¿Cómo proclamará que algo le es propio cuando el viento sopla constantemente hasta desgastar las montañas?
Bebe a la gran armonía misma, sólo la grulla escolta su vuelo. Es semejante a una brisa benéfica que en verano hace ondular trajes ligeros.
Un despojo arrojado por el mar es su apariencia corporal. Entre más se le acercan, más le sienten lejano. Si lo intentan definir, se aleja con los pies desnudos olvidando los zapatos.
Muy de tarde en tarde una mirada suya abre un corazón que parecía cerrado. Se le toma la mano y ya está lejos.
III. SIEN JON Ternura refinadaSe ha despojado de las ilusiones porque sabe que las estrellas son fuegos artificiales.
Allí, en la soledad perfecta de un valle profundo, donde brilla a veces un hada transparente, está quieto y oscuro como un camposanto que contuviera muerta a la humanidad entera. Su vecino más cercano es el ruiseñor que pasa. Sin embargo, tiene las corrientes confusas de la onda derramada, la exuberancia frondosa de la primavera por venir.
Entre las multitudes que han perdido la memoria parece que canta un aire nuevo porque repite sin cesar el primer sonido.
Está tan cerca de lo antiguo que lo hace contemporáneo.
Sólo él sabe que cabalga en la noche más oscura sobre un cuervo enloquecido, llevando una lámpara encendida bajo el manto.
IV. TCH’EN TCHO El impasibleNunca el ganso salvaje le trae una carta de sus hijos en lejano viaje.
Su pensamiento no se traslada a lo lejos, se calca sobre su vida diaria.
Nada hay en él que sea adorno. Ni lento ni rápido, con la velocidad natural del crecimiento, atraviesa los sueños así como la vigilia.
No huye de las pesadillas, reconoce que son parte de sí mismo, las deja devorar su forma ilusoria.
A pesar del cielo turbio, ve el resplandor de la luna y distingue, entre el olor de la basura, el perfume del aire.
Si algunos pensamientos lo distraen, los deja transcurrir: sentado al borde de un río, disolviéndose en el atardecer, transforma esos ruidos en un canto de gracias.
V. KAO KU El arcaizante sublimeEspíritu curioso, cabalga lo verdadero y su mano busca la sombra del helecho; sobrenada a los grandes cataclismos, se percibe vagamente su huella en el aire.
Mientras caen del cielo lluvias de piedras, visita las casas de préstamo convertido en una brisa ligera que desordena los papeles.
Aquellos que intentan discutirle dan golpes en la nada.
Las flechas que le lanzan llegan a sus pies convertidas en flores.
Él es la seda no estampada, indemne de ficciones, tejida por el espíritu. Él suprime las sórdidas barreras, elimina aquellas ansias que lo unen a las cosas, hasta que el ojo interno se ve sólo a sí mismo, y emerge de la constelación de ilusiones para irse a la deriva en un río salvaje y fragante.
Fuera de cualquier categoría, solitario, libre de todo lazo, es un ancestro.
VI. TIEN YA El esteta originalLas nubes grises van aclarándose y bajo su sombra los pájaros se persiguen. Cierra los ojos punteando la guitarra entre el follaje verde; encima de él, una cascada despliega su vuelo.
Ha encontrado el sitio donde nace sin cesar el Universo; desde ahí ve la raíz eterna de los días y sabe que sus gestos, por pequeños que sean, dan origen a ondas que nunca terminan.
Como en un abismo insondable desembocan en él los infinitos.
Por eso no escribe sobre los defectos del mundo ni se queja de amores ni habla con admiración o desprecio de sí mismo ni trata de seducir a los poderosos.
La flor caída no profiere una palabra, así es el hombre: Tan natural como un lirio blanco.
VII. SI LIEN Metal afinadoComo el oro que se derrama del mineral, como la plata que se extrae del plomo, desprendiéndose de innumerables máscaras surge su rostro impasible.
Espejo antiguo, cuerpo inmaculado, semejante a la luna sin mancha, fija lo que es puro. Su espíritu comienza mucho antes del nacimiento del mundo y sabe que llegará al fin de lo creado.
Capta la sutil arquitectura de los seres y establece la armonía. A veces contempla el resplandor de las estrellas, a veces canta a los hombres retirados. Celebra a quien tiene brillantes cualidades, celebra a quien no sobresale en nada.
Todo aquello que percibe se transforma en su maestro.
La onda que sigue el río es su estado de hoy. Mañana, convertida en una estructura fulgurante, atravesará el espacio hasta sobrepasar el último límite y disolverse en aquello que lo sueña.
VIII. KING KIEN Fuerza dócilSe desplaza como el espíritu en un mundo vacío de obstáculos. Se propaga como un soplo desplegando el arco iris.
Construye castillos en el aire y es capaz de vivir en ellos.
Pisa las nubes y se aleja con el viento. Se nutre de vacío, ese es el secreto de su fuerza.
Bebe la verdad, concentra la pureza y guarda el justo término medio. Ha cesado de adueñarse de los fenómenos.
Cuando se queda tan inmóvil que lo confunden con una roca, está llegando al núcleo de la acción.
De pie, entre cielo y tierra, su transformación es incesante. Sabe que el futuro es una vasta memoria.
IX. K’I LI El verdadero ricoPara él la riqueza y la nobleza residen en la inteligencia, por principio desprecia el dinero; porque toda lozanía al fin se vuelve madera seca, mientras que el agua sin apariencia especial a menudo es profunda.
No se arrepiente del pasado ni teme al futuro. Ama sin piedad: ofrece una ayuda certera y no vacila en cortar las ramas muertas.
No necesita agradecimientos , el bien que hace considera que se lo hace a sí mismo.
Conoce el idioma de las piedras y aprende de ellas. Su estrategia militar es la fuga.
Nunca pide ayuda, su copa de oro desborda de vino. Sentado al borde de un abismo, avanza hacia la nada; su opulencia consiste en hacer ricos a los otros.
X. TSÉ JAN Fiel a su naturalAvanza entero por el camino trazado de su destino y posa la mano con el mismo cuidado que si fuera a poner en marcha la primavera.
Si golpea la puerta de un vecino no es para pedir prestado, sino para anunciar el nacimiento de una nueva raza de aves.
En verdad nunca usurpa nada, pues adquirir con violencia engendra más pobreza. Se inclina hacia el enfermo con su ser entero concentrado en la ayuda. Luego, cumplida su misión, olvida.
Nunca se repite, no pule un estilo, no crea formas para obtener premios, dice sin desvíos, elude competir. Como sabe que todo se vive por última vez, vive cada reencuentro con la fuerza de una primera vez.
Ermitaño, en la montaña inhabitada, atraviesa la lluvia para ver caer las flores del cerezo; sus palabras sencillas y sus frases bien sentidas tienen el giro fácil de los ciclos de la naturaleza. Para que se muestre habría que ir a buscarlo en la región oscura donde se pierde el nombre de las cosas.
XI. HAIN HIU Unidad múltipleNo ha dicho una sola palabra y obtiene perfecta la fuerza de dispersión del viento; sus frases no se le adhieren, pasan delante de él como un rebaño de ovejas.
Así como a veces el cielo azul es ocultado por nubes que parecen de plomo, lo envuelve una tristeza de navío fantasma. Pero en su absoluta miseria se declara mensajero del alba.
Las crisis lo pulen como al guijarro el río. Así cae hasta el fondo, así flota en la superficie; su obra es parecida a una filtración, gota a gota, partículas dispersas, polvo en el aire, burbujas de agua en el mar.
Puede, entregándose a la incesante multiplicación de las cosas, conservar presente la unidad. Moléculas superficiales o profundas, concentradas o dispersas, acoge diez mil y guarda una sola.
XII. HAO FANG Fuera del mundo materialContempla primero la sensación que produce en su cuerpo aquello que entra en contacto con los órganos de percepción; luego las reacciones creadas en su espíritu por esa sensación.
Se ve desear y rechazar las sombras que el objeto produce en su mente, ansias viciosas de atarse a la constante presencia de esos espejismos.
Pero él, sin caer en la trampa, deja aparecer y desaparecer las sensaciones; contempla la abertura de los capullos en el valle de las mariposas, aspira y exhala el gran cosmos, viene de lo inmaterial y va hacia la transparencia, defiende lo etéreo hasta pasar por un loco.
Marcha por un camino blanco mirando al cielo como guiado por una estrella invisible. Siempre comparte su cena con los vecinos.
XIII. TSIN CHEN Espíritu puroQuería llegar al estado puro y no alcanzaba su fin.
Penetró con luces las ondas del agua que no deja ver el fondo y la florescencia maravillosa comenzó su seducción.
Fue atravesando delirios, deseos de hacer, de obtener, de parecer alrededor de un ser ausente. Luego tuvo que resistir a los encantos de su propia alma y perforar el corazón del éxtasis para caer en las tinieblas donde por fin el vino puro llenó su copa.
Un hálito de vida eterna surge a lo lejos, allí donde jamás gimen las cenizas de la muerte y la maravilla de la inmortalidad se crea de nada. ¿En efecto, de qué podría estar hecha?
XIV. CHEN MI Ignorancia sabiaHacia la verdad primera parten innumerables senderos, se esquivan ante la mirada directa, fugaces relumbran como víboras entre la hierba. Si él no la conociera, ¿cómo podría desearla?
La ruta hacia lo verdadero está siempre tan lejos. En cierto modo, su fe la crea. Caminando en la noche oscura no se preocupa por llegar al fin del camino, sólo vigila sus pasos.
Sus palabras son pocas y siempre ambiguas, no quieren violentar ni ser inadecuadas; solamente se asemejan a una primavera que reverdece y a un claro de luna resplandeciente en tiempo de nieve.
Aunque haya asistido a la abertura de todas las flores y a la agonía de tantos sueños, no sabe nada.
XV. CHOU YÉ Inculto sin trabasNo rinde culto a ruinas ni quiere impresionar a nadie. Sólo lo espontáneo habita en él y se adapta a las circunstancias hasta el fin.
No conoce sino la aurora y el crepúsculo, sin tener conciencia del tiempo. Sin planes, sin anuncios, sin establecer compromisos realiza la tarea que nadie le ha impuesto.
En la abundancia brilla despreocupándose de la opacidad de los planetas; en las épocas estériles refleja la luz de otros astros.
Se desprende de todo, menos del presente. Que ese instante central, intenso, convenga a sus pensamientos, ¿será un motivo para impulsarlo a la acción? No, porque es semejante a la negligencia celeste y según ese modelo adquiere.
XVI. TS’ING KI La maravilla de la limpidezVe en cada presencia su permanente ausencia. A veces contempla y a veces se detiene, pues todos los matices de la soledad tienen para él una intención profunda.
Frente a los lugares sagrados dibuja signos extraños en la tierra. Cuando más tarde le repiten lo que dijo, sonríe porque ya lo ha olvidado.
Como una capa profunda de nieve bajo un cielo sereno, o un alba apagando el resplandor de la luna, antiguo, desacostumbrado, con cualidades imposibles de percibir, se prepara a cruzar la puerta que conduce al reino de la sombra. Elige, con toda libertad, la muerte que le revela su reflejo.
XVII. WEI K’IU Realidad milagrosaPor las curvas azuladas de senderos semejantes a las tripas de un carnero, llega hasta donde las nubes tenebrosas derraman jade y perfuman las flores sin que nadie las perturbe.
Entre el ir y el volver no pasa un segundo: apenas se aleja ya está de regreso.
Parece oscuro y no esconde nada. En el mismo instante en que pierde, obtiene. Sólo puede dar lo que los otros ya poseen y arrancar de sus bocas las muelas que han perdido.
La verdad indecible no es forma por sí misma, con ella se es tan redondo como cuadrado; él sabe que los peregrinos sublimes marchan durante siglos sin avanzar un milímetro.
XVIII. PEI K’AI Melancolía luminosaUno tras otro los astros van muriendo. El viento de alta mar rompe las olas y sacude los árboles del bosque; bajo sus golpes secos las hojas caen, clepsidras de la fuga del tiempo que llueve sobre el musgo verde. Cien años son idénticos al zumbido de un insecto.
Indiferente, el universo se destruye día tras día, parecido en eso al gran genio. En la orilla de una corriente limpia o a la sombra de un pino, carga un haz de leña o presta oído a las cigarras.
Cuando se llega a la realidad de las cosas, lo que tienen de asombroso ya no perturba: ningún pozo tiene fondo. ¡Qué delicia entonces comer una manzana al borde del abismo!
Sabe que la vida es una ilusión, por eso la ama.
XIX. HING YONG El rostro fugaz de la aparienciaLos estados extremos guardan lo verdadero, por eso el poeta vuelve a lo real de la pureza. De aquello que se vive cuando desaparecen las palabras, no hace comentarios: es imposible apoderarse de la sombra proyectada sobre el agua.
No se esfuerza en lograr, no lucha consigo mismo. Si va cayendo, se hace más pesado para llegar cuanto antes al fondo; si las furias quieren despedazarlo, se abre de pies y manos ofreciéndose a las dentelladas.
Las nubes con el viento cambian de contornos, flores y hierbas se sutilizan en espíritu, el oleaje incesante del mar y el erizamiento de las montañas es lo mismo: los prodigios del gran Misterio no son más que polvo.
Rompe con las apariencias y obtiene la convicción de que nada es sino semejanza. Se excluye de la multiplicación.
Disolviéndose en la unidad se hace eterno.
XX. TCH’AO I Más allá de lo alcanzableLa arrogancia no salva a los campeones de morir. Los héroes se sacrifican por un futuro que es repetición del pasado. Los santos corren con los brazos abiertos tras de cruces que huyen. El mundo es demasiado grande para los genios que desean inundarlo con sus obras. Un pedazo de carne podrida hace callar a cualquier filósofo.
¿Ante el espíritu de un dios y el átomo más recóndito de lo microscópico, qué es? Es lo mismo que agarrarse de una nube blanca confiado en el viento puro para regresar. Aquello lo conduce lejos sin llegar nunca. Se inclina hacia él y ya no existe.
Por eso en la muerte aparente celebra la real existencia. Cada hoja que cae realiza una danza sublime. El arte es tan efímero como la vida individual. La belleza sólo existe en aquello que perece.
De los árboles soberbios de las montañas confusas hasta los efluvios perfumados del musgo, el poeta celebra que el mundo vaya esfumándose. El espejo desaparece cuando comprende que es semejante al misterio que refleja.
Sin la sensación de pérdida se acaba el lujo sagrado.
XXI. P’IAO I Flotar en lo sublimeCuando ha bebido el vino hasta la última gota, toma por báculo una zarza y camina cantando.
Para llegar, se aleja de su meta. Para obtenerse a sí mismo, se olvida.
No le teme a las contradicciones. ¿Qué va a explicar?
Hay una sola llave para todas las puertas.
Pierde con alegría porque en cada nudo que corta se acerca más a donde no hay. En aquello que está siendo ama lo que está dejando de ser.
Deja huellas que se agrandan lentamente hasta impregnar todo el camino.
XXII. LIEOU TONG El derramamiento general de las cosasA quien quiere dominar el mundo, la vida humilla. El mundo es semejante a la rueda de la noria y al buril para redondear las perlas; ¿cómo sería posible trazarle una ruta? El eje de la tierra gira misteriosamente sobre el gozne del cielo, aquí toma un punto de apoyo, allá ajusta su mecanismo.
La claridad suprema regresa en un ciclo inevitable a la nada oscura y cada milenio es un círculo cerrado.
Por eso él no tiene pensamientos claros, rehúye los ideales, deja que los vasos se derramen y se sumerge en aquello que le será para siempre desconocido.
No busca, permite que lo encuentren. No pide ser amado, ama sin límites.
DE AQUELLO QUE NO SE PUEDE HABLAR
MANIFIESTO
Obligado a vivir cada segundo como regresando
de un viaje donde no se pudo encontrar el tesoro,
de vuelta al presente, al hogar, con las manos vacías,
como si el hacer fuera lo por hacer,
como si detenerse fuera dejar de ser
y la única manera de vivir crear utopías,
Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus, dijo:
“Aquello de lo que no se puede hablar, hay que callarlo”.
¡Pero precisamente de aquello que no se puede hablar hay que hablar,
hundir la lengua en lo invisible convirtiendo las palabras en espejo,
navegar en ellas sabiendo que son barcas sin tripulación,
sin otro interés que el enigma de qué o quién las transformó en fantasmas,
una presencia impalpable pero densa a la que debemos acercarnos con pasos de ciego
en este universo donde todo es aproximación o milagro de cera!
Con pasos de ciego hundiendo el bastón blanco en el centro ubicuo,
allí donde palpita el eterno origen dando vida a borbotones.
De él nada podemos decir, mas por eso en la oscuridad es nuestro guía...
Si aceptamos la ignorancia ella se convierte en lámpara:
bajo la aparente vacuidad se agazapan los fulgores divinos.
Aunque aquí ahora nada quede sino una mirada
algunas voces, algunos brillos fugaces, pasos apresurados
que se van deteniendo hasta hundirse en el polvo
y huellas, de pies, de patas, largos surcos dejados por gusanos de sombra
larvas que lloran, reclaman, piden caricias a quien no tiene manos,