Historia de la noche

Jorge Luis Borges

Fragmento

Alejandría, 641 AD

ALEJANDRÍA, 641 A.D.*

Desde el primer Adán que vio la noche

y el día y la figura de su mano,

fabularon los hombres y fijaron

en piedra o en metal o en pergamino

cuanto ciñe la tierra o plasma el sueño.

Aquí está su labor: la Biblioteca.

Dicen que los volúmenes que abarca

dejan atrás la cifra de los astros

o de la arena del desierto. El hombre

que quisiera agotarla perdería

la razón y los ojos temerarios.

Aquí la gran memoria de los siglos

que fueron, las espadas y los héroes,

los lacónicos símbolos del álgebra,

el saber que sondea los planetas

que rigen el destino, las virtudes

de hierbas y marfiles talismánicos,

el verso en que perdura la caricia,

la ciencia que descifra el solitario

laberinto de Dios, la teología,

la alquimia que en el barro busca el oro

y las figuraciones del idólatra.

Declaran los infieles que si ardiera,

ardería la historia. Se equivocan.

Las vigilias humanas engendraron

los infinitos libros. Si de todos

no quedara uno solo, volverían

a engendrar cada hoja y cada línea,

cada trabajo y cada amor de Hércules,

cada lección de cada manuscrito.

En el siglo primero de la Hégira,

yo, aquel Omar que sojuzgó a los persas

y que impone el Islam sobre la tierra,

ordeno a mis soldados que destruyan

por el fuego la larga Biblioteca,

que no perecerá. Loados sean

Dios que no duerme y Muhammad, Su Apóstol.


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