ESTUCHE MIGUEL GANE

Miguel Gane

Fragmento

Volar-3

PRÓLOGO

«Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra». Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

Quizá nunca hubiese imaginado cómo sería Leresti, en Rumanía. Es probable que jamás hubiese ubicado en ningún mapa esa pequeña población si no hubiese conocido a Mi Poeta.

Puedo parecer egoísta y posesiva —e incluso prepotente— cuando escribo el determinante y el sustantivo con mayúsculas. Nada más lejos de la realidad.

Lo califico de mío porque, desde los cerca de dos años que hace que conocí a Miguel Gane lo llevo en vena y, por cosas de la magia o del destino o de cómo te hace volar con sus versos, empezó a formar parte de mi familia; cuando quiero soy muy mafiosa.

Lo de Poeta, también con mayúscula, lo entenderéis —si no lo sabéis ya— rápidamente.

Las redes sociales, tan impersonales ellas, saben mover hilos invisibles para acercar distancias y almas. Y fue así cómo comencé a conocer a Mi Poeta.

Rápidamente se hizo con la mayúscula, destacando entre otros cientos que leía en noches y días de insomnio —aunque no lo creáis, también hay días en los que Oniria e Insomnia pasean por la luz de la mano— en los que el tiempo no existe.

Empezamos a intimar, intercambiar palabras y a jugar con ellas. Competimos en órdagos y en lo veo sin tener, ninguno de los dos, ni idea de qué iba lo del Mus.

Al principio le tuve que bajar algún humo y apagar algún fuego.

Yo lo escuchaba recitar en garitos de Madrid. Él se vendió rápido y barato: me regaló poemas manuscritos a cambio de algún almuerzo, alguna cerveza y una libreta que le compré y que le pedí que llenara de poemas.

Rápidamente me enseñó cómo se puede tener veintipocos, ser grande y escribir de manera tan fuerte y tan bella.

Ahora confieso que abusé de que él tenía una mala, o ninguna, política de marketing y yo muchos tiros pegados —aunque fuera al aire, que siempre odié matar vuelos—. También de que lo creí menos humilde.

Hoy me confieso culpable y feliz por todo ello y agradecida por conocer su esencia y su grandeza que, además, deja reflejada en cada verso.

Decía al comienzo de estas líneas que puede que jamás hubiese ubicado en ningún mapa a Leresti, a la que hoy imagino maravillosa y acogedora por las fotografías y descripciones que Miguel hace de ella. Estoy segura de que algún día la visitaré de su mano y terminaré de entender esa parte de él que todavía se esconde. Y puede que entonces llegue a muchos de los resquicios de su alma que aún no he descubierto.

Miguel, rumano de nacimiento y criado en un pueblo de apenas cinco mil habitantes, se vino a España años después de que sus padres viajaran y se instalaran como emigrantes, en una época en la que las concertinas, las pateras y las alambradas no estaban tan de actualidad y no eran tema recurrente —aunque también justo y necesario— en informativos televisivos y en prensa escrita, pero en la que ellos tuvieron que malbuscarse la vida para sobrevivir.

Las dificultades de adaptación al país, a la cultura, al colegio, al entorno hostil..., no sólo no minaron sus ansias de volar, sino que fortalecieron al rumanito de sonrisa difícil para crecer y superarse.

Empezó, como alguno de los que llegan a España, aprendiendo a correr rápido después de hurtar algo. Sólo que él se entrenaba corriendo en la modalidad del aprendizaje y el dominio del lenguaje. Y sus hurtos eran literarios. Eso sí, con premeditación, alevosía y nocturnidad. Él se maneja en la noche con la habilidad de un gato pardo, nada que ver con Fabrizio Salina, el protagonista de la novela de Lampedusa.

Sigilosamente, se hacía con todo tipo de palabras, metáforas, aliteraciones, anáforas, algún polisíndeton, elipsis, paralelismos y símiles para, después, con habilidad, frescura y la arrogancia del que sabe que no tiene nada que perder, hacer suyas todas las figuras literarias y comenzar el baile con la música (unas veces de Extremoduro —muy duro— y otras a ritmo de Sabina). Así es él, ni de mucha etiqueta ni de encasillarse ni de venderse al mejor postor. Un mercenario, pero de una única jefa a la que rendir su pleitesía y honor; la única por la que matar. Su verdadero amor: La Poesía. Además, con él, Ella siempre está de coña.

Fue sencillo comenzar a bailar con Gane porque a mí me gusta danzar y él hace música con cada verso. Me costó más que se dejara querer, que se abriera a mí y me adoptara como una compatriota, como alguien que sabe de lo que habla cuando él calla y mira hacia abajo o hacia ningún sitio, porque los que nacen con casi todo perdido se entienden. Y él, al principio, pensaba que yo lo tenía todo ganado.

Después fue cuestión de tiempo y de conversaciones que aprendiera, poco a poco, a leer mi mirada. Aunque me siga diciendo: «Flaca, me cuesta verbalizar los sentimientos. No se me da bien».

Hoy sé que me quiere un poquito y me he ganado su confianza, aunque él jamás intuyera que tuviésemos nada en común. Pero todavía me cuesta arrancarle alguna conversación. A él, que domina el castellano como pocos, por mucho que tenga, en ocasiones, la maléfica aristocracia y el verbo fácil —siendo tan de barrio— del conde Drácula, príncipe de Moldavia y Transilvania y creador del reino de Rumanía.

En alguna biografía de sus redes sociales hacía referencia a uno de sus poetas favoritos —y de los míos—. Decía: «No me lean a mí, lean a Whitman».

No dejen de leer a Whitman, pero lean a Gane. Quédense hoy con él. Si viven con él un día y una noche, quizá les pueda mostrar el origen de todos sus poemas. Que comienzan en una generosa historia. Que tienen un generoso principio y un generoso final. Él entiende el Amor con mayúscula. Y le da alas para volar por el infinito cielo.

Y sin condicionales.

Y sin condiciones. Todo lo contrario: «Con tal de verte volar».

Y la Historia comienza de nuevo. Y no hay principios. Y no hay finales.

Deshaz el puzle. Y comienza otra vez. Busca las piezas. Al final, todo encaja.

Él entiende que al Amor hay que darle el Azul. Y las alas. Y buen viento.

Tú, Miguel querido, hace tiempo que iniciaste tu vuelo. Y vuelas alto. Y planeas, para disfrutar del paisaje.

Yo, Gane lo que Gane, siempre me gana Miguel.

Muchas gracias por lo que me has dado. Es probable que ni lo sepas, pero me has regalado alas y, claro, estoy como la diosa Niké: victoriosa en la batalla.

Te quiero.

Marisa.

Volar-4

 

El amor es como un puente

por el cual te tiras sin cuerda,

y alguien,

en el último momento

te agarra del brazo

y te dice:

«ven, quédate».

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Volar-5

INTRODUCCIÓN
A UN LIBRO DE AMOR

Recibiría bombas nucleares

por ti.

Volar-6

HÉROES DE LA CLASE OBRERA DEL AMOR

Voy a contar mi historia desde la perspectiva del hombre que creyó tenerlo todo y al que todo se le esfumó como se esfuma la infancia: con nostalgia. Tú tienes tu versión de los hechos y yo tengo los poemas. No te pido que te fíes de mí, pues tengo mentiras a la espalda que me van a pesar toda la vida, pero sí que me agarres de la mano, que sientas un mínimo de lo que yo llegué a sentir, que te veas con mis ojos y que me des la oportunidad de hablarte sobre todo lo que dejamos de ganar los dos, ya que eso, tal vez, sea lo único en lo que nuestras versiones coincidan.

Este comienzo significa plantarle cara al pasado, tirar la moneda aun sabiendo que voy a perder, porque el amor que yo viví fue eso, perder y perderse con alguien y por alguien y saber que merecerá el camino. Fuiste tú porque tuvimos motivos para hacer del mundo, de nuestro mundo, un lugar mejor en donde nos señalaran con el dedo y dijeran: «Son ellos, son ellos aquellos que han podido con todo; se están queriendo como si mañana fueran a morirse». Nosotros empezamos desde abajo —fuimos algo así como los héroes de la clase obrera del amor—, y llegamos tan alto, tan alto...

No entendí de lo que me hablabas cuando decías que aquello era irreal, que aquello era distancia, que aquello no iba a ir a más. Estaba en mi mundo y créeme que había espacio para dos, y el espacio es cercanía, y la cercanía es piel, y la piel nunca se olvida. Eso me ha enseñado el tiempo, porque a pesar de haberlo visto una sola vez, reconocería tu lunar entre millones.

Si de los errores se aprende, contigo me saqué un doctorado. Sé que pequé de infantil muchas veces, fui más niño de lo que la madurez me permitía, fui desconfiado a pesar de ser tú mi propia sombra, fui frío cuando tú necesitabas calor, te hice daño cuando tú me pedías caricias, busqué la discusión y el conflicto, y lo peor de todo es que no hubo cama que nos solucionara. Fallé, sí, pero no supe hacer las cosas mejor. Entré jugando en Primera cuando mis cualidades eran de Segunda, y lo hice sólo por poder estar en tu equipo. Puedes acusarme de muchas cosas, ambos lo sabemos, pero no quiero que digas que tuve miedo, que no lo intenté, porque no es cierto.

Hay cosas que no me voy a perdonar nunca, ya te lo dije a ti, ya lo dije en los poemas —no debí decirlo en los poemas—. Fui y sigo siendo un bocazas. Tan sólo me salva la sinceridad. Es algo innato el hecho de querer gritarlo todo —tú bien sabes que me han tenido callado durante toda mi vida—, y no te voy a reprochar que no supieras escucharme o entenderme, al contrario, quiero agradecerte la paciencia, el intento y el abrazo.

Querido lector, ahora que ya has entendido de lo que va todo esto, te invito a mi baile por el pasado. Los versos son la música de las canciones en las que fuimos eternos y esto que yo te cuento a continuación es el mejor concierto del mundo.

Siéntate, los nudos en el estómago, las lágrimas y la risa corren por mi cuenta. Sé libre de sentir, amigo.

Volar-7

UN TIPO SENCILLO

No tengo nada de lo que presumir

pues lo que viví hasta dar contigo

fue tan monótono como

una espera en el dentista.

Ya ves,

hijo de inmigrantes rumanos,

estudiante con tendencias hiperactivas,

1,70 miedos de altura,

68 kilos de inseguridades —por aquel entonces—,

19 años de supervivencia —por aquel entonces—,

de izquierdas,

algo tímido,

demasiado soñador

y con un funcionamiento muy

—demasiado— normal para lo lejos que estaban mis metas.

Me había enamorado un par de veces,

aunque no sé si hago bien en llamarlo amor.

Más bien fueron encuentros

que me sembraron alas,

aunque si algo supe siempre,

es que no me enseñarían a volar.

Era el típico tipo sencillo

con alegrías sencillas:

estrenar calcetines,

encontrar asiento en el metro en hora punta,

pillar algún descuento en pizzas...

No hay decepción más grande

que convertirte en la persona que odiarías ser.

Y yo estaba haciendo eso

estaba enfocando por ese camino,

hasta que

llegaste tú,

de repente.

Como cuando te impacta una bala

—tú eras la pistola—,

y no sabes cómo

—pero menos mal—,

y no sabes por dónde

— pero no te vi venir—,

y no sabes por qué

—aunque nos sobraron los motivos—,

y no sabes por quién,

—sólo sé que contigo—.

El resto

fue lo que unos llamarían amor,

otros locura

y bueno,

yo estoy en el bando de los que piensan que volvemos a nacer

cada vez que nos encontramos con algo

o con alguien

que nos hace salir del fango.

Por eso siempre he dicho

que junto a ti

viví el primer día de mi vida.

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SON COSAS QUE PASAN (I)

Sé que va a salir mal. Llegará el momento en el cual nos acabemos y ninguno de los dos estará preparado para la despedida. Soy pesimista por naturaleza y eso no hay quien lo cambie. Ya sé que tocaremos un punto del camino en el cual tú te vayas por ese lado, yo me vaya por aquel otro. Alguno de los dos mirará para atrás, claro. Eso siempre pasa. Qué quieres que te diga, me dolerá ver que no estás. El suspiro ahogará el grito y, por X o por Z, ninguno de los dos se atreverá a darse la vuelta. Nos decidiremos por callarnos. Es demasiado triste, lo sé.

Mira, el amor es algo vivo y, como todas las cosas vivas, alguna vez tiene que morir, a pesar de que existan situaciones en las que nos creamos inmortales. Ya ves, hay besos en los cuales querrías vivir para siempre.

Yo te voy a querer, eso es algo indudable. Tú, por tu parte, también lo harás. Nos amaremos como locos, como jóvenes que no quieren llegar nunca a viejos. Y será bonito. Tengo la esperanza de que algo tuyo se quede dentro de mí hasta el día en el que cierre los ojos; pero debes saber que, poco a poco, dejaré de amarte. Me volveré viejo. Me saldrán canas y arrugas junto a otras personas. A ti también te pasará. Volveré a amar a otra mujer, de eso estoy seguro, incluso puede que más de lo que te amé a ti. Dejaré de recordar tus manías, tus manos, tus miradas o tu olor. Algo que una vez ardió en mí de una manera intensa se apagará con el paso del tiempo y las cenizas volarán sin que yo pueda hacer nada para retenerlas.

Todo esto es lo que pasa. Siempre. Nosotros no seremos los primeros ni los últimos. Las aceras están repletas de gente que lo ha perdido todo y el cielo demasiado lleno de seres que no tienen nada. No podemos luchar contra eso, pero sí que está en nuestras manos ser valientes. Ahora que estamos enteros, ahora que no sabemos nada de esto excepto que habrá un final, debemos gritarnos las cosas que siempre callamos, batallar a aquello que venga, besarnos hasta gastarnos y querernos para no olvidarnos.

Sé que va a salir mal y no me importa. Lo único que me hace feliz ahora mismo es sabernos al principio del camino y sonrío porque no sé lo que durará; pero tengo la certeza plena de que, de algún modo estaremos juntos hasta el final.

Por lo que vendrá y por lo que tenemos.

Tuyo.

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TE QUIERO LIBRE

Sólo seré capaz de amarte si llevamos la libertad por bandera, si los dos soplamos el mismo viento. No concibo el amor de otra forma que no se sea viéndote volar entre miles, millones de mujeres, pero siempre escogiendo tus alas, aun siendo consciente de que puedo tener las de otras.

A ti te quiero libre. Quiero que elijas tu propio cielo. Quiero que siempre sientas la libertad de hacer aquello que más te llena sin tener presentes las consecuencias. Si lo quieres, hazlo. Si sientes la necesidad de otros labios, pruébalos. Si sientes el deseo de otra piel, cúmplelo. No quiero encadenarte con mis condiciones, no quiero imponerte mis motivos, no debes sentir que tienes una obligación conmigo. Ha de ser tuya, tuya y solamente tuya la libertad de escoger siempre mis labios, siempre mi piel. Quiero que lo hagas sólo porque sientas que no existe un ahora si no es junto a mí, que no existe un mañana en el cual yo no aparezca haciéndote reír. Es tan sencillo como esto. No quiero que nos amemos de otra forma. No quiero un amor que se convierta en dependencia emocional, donde los celos, las explicaciones y el control no causen más que daño, un daño tan irreparable como romper los pétalos de cualquier flor. Yo te quiero entera, pequeñita.

El amor siempre ha sido libre. Han sido ellos los que lo han encarcelado y le han impuesto obligaciones; le han dicho que si estás conmigo, no quiero que mires a otro, no quiero que hables con otro, no quiero que te tomes una copa con otro. Yo no quiero estas cadenas. Tú eres libre de sentir, de necesitar y desear, y hay que ser muy ruin para juzgar a una persona que simplemente ha hecho eso, lo que le ha dado la gana. Y mira, si llega un día en cual sientas que ya no quieres compartirlos todos conmigo, tan sólo te pediré que me lo digas, lo aceptaré sin reproches, sin porqués. Así es la vida, son cosas que pasan y, si no es contigo, será con otra persona, o tal vez sea solo. Pero lo que no podré cargar a mi espalda es el hecho de que hayas perdido tu tiempo conmigo por obligación, por temor a llegar a hacerme daño si echas a volar hacia otro árbol y abandonas el mío.

Estará en tus manos, y sólo en tus manos, el querer agarrar las mías. Yo solamente puedo prometerte una cosa: las cuidaré. Cuidaré todo lo que me entregas y lo protegeré como si fuera lo único que tengo en el mundo, mi pequeño tesoro lleno de cosas que te pertenecen, que has decidido compartir conmigo. Puedes estar segura de ello.

Confía y salta, te espero abajo.

Con los brazos abiertos.

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AMAR

SIN

CAMBIAR.

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PUZLES

Todos mis barcos anclados en tus costas

porque prefiero someterme a la tierra que tú pisas

antes que dominar el mar

con el viento de cualquier otra.

Me engancho a tus cuerdas

porque eres la única que conoce mi camino.

Las piedras que nos encontremos

las convertirás en flores.

La razón pa’ ellos,

el corazón para nosotros.

Te puse mis heridas en primera plana

y lo que hacías con la boca

sí que era de película.

Estuve jodido, ahí en el suelo,

y viniste tú a darles alas

a mis cicatrices.

Como cada noche,

contándote estrellas en la espalda,

cartografiándote lunares,

aprendí que aquello que oculta el cielo

se encuentra escondido en la piel.

Eres tú, lo sé, porque hasta ahora

todas han querido parar mi lluvia,

enseñarme el sol,

pero ninguna intentó amar mis gotas.

Te escribo poemas mientras duermes

pa’ aprender tus sueños

verso a beso.

Que si cada persona

es un mundo,

el mío lo habitas tú.

Cada madrugada que nos pilla hablando

de las cosas que nos quedan por hacer,

los planes con nombre propio,

ver Lisboa,

las playas de Sur,

los bares que nos esperan...,

tú te enciendes uno

y dices que no me preocupe,

que lo deje todo en tus manos,

que no tienes ni idea de lo que hacer con ello

pero que de eso trata:

de aprender a colocar mis piezas en las tuyas

después de equivocarnos tantas veces.

Tal vez el mundo necesite

menos excusas pa’ follar

y más razones para amar.

La reina de la jungla no lleva corona,

lleva encaje negro

y la veo desayunar cada mañana

tostadas en mi cocina.

He hecho lo que he podido

para no dañar a nadie

y he sido el peor parado en toda esa mierda.

Me he tragado palabras mezcladas con lágrimas

por quienes sólo merecían mi silencio.

Ahora lo bueno me toca a mí,

porque has venido agarrando de la mano

todo aquello a lo que yo tenía miedo:

a sentir con alguien

todo lo que no sentí con nadie.

Volar-12

E-VE-REST

No busco a alguien a quien querer,

quiero a alguien junto a quien encontrarme.

Lo nuestro no será el beso estándar

sino el beso revolución;

no quiero tu amor,

tampoco tú vas a querer el mío,

pero vamos a entregárnoslo

con la humildad de unas manos vacías,

porque el amor es eso:

la libertad de compartir tu libertad.

No quiero un cuerpo,

quiero un alma,

un alma viva, loca y salvaje.

No busco el río,

quiero el océano.

No busco la llama,

quiero la hoguera.

No busco un camino,

quiero la tierra entera:

nadar, arder y correr contigo.

Busco a una mujer junto a la que rescatar ballenas,

juntar mi guerra y su guerra y entregarnos las armas

cada noche.

Busco la poesía que hay en un folio en blanco,

el rock

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