Isadora Moon 7 - Isadora Moon va al parque de atracciones

Harriet Muncaster

Fragmento

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Era sábado por la mañana y el sol entraba por las ventanas de nuestra casa, llenándome de alegría y nerviosismo, como si algo interesante estuviera a punto de pasar.

—Me pregunto qué podrá ser —le dije a Pinky mientras bajábamos las escaleras para desayunar.

Pinky daba saltos a mi lado. Era mi peluche favorito hasta que mamá le dio vida con su varita mágica. Mamá puede hacer ese tipo de cosas ¡porque es un hada!

—Buenos días, Isadora —dijo papá bostezando mientras entraba por la puerta principal. Volvía de su vuelo nocturno. Papá es un vampiro, por eso se pasa la noche despierto y duerme durante el día. Entró en el recibidor y me di cuenta de que estaba pisando un papel de muchos colores que había en el felpudo.

—¿Qué es eso? —pregunté sacándolo de debajo de su reluciente zapato negro.

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—Publicidad basura, probablemente —respondió papá.

Pero a mí no me parecía basura. Mientras le alisaba las arrugas vi que el papel era un póster grande y brillante con la foto de un carrusel en el centro. El carrusel estaba cubierto de lucecitas y daba vueltas bajo el cielo estrellado. Montados sobre elegantes ponis, había niños felices con esponjosas nubes de algodón de azúcar rosa en las manos. «¡PARQUE ESPECTACULAR!», decía entre exclamaciones el letrero curvilíneo y rosa encima del carrusel. «¡SOLO EL PRÓXIMO FIN DE SEMANA!».

—¡Guau, papá! —dije—. ¿Podemos ir? ¿Por favor?

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—Hum… —murmuró papá mientras yo lo seguía hasta la cocina—. No lo sé. Pregúntale a mamá.

Mamá estaba junto a la mesa de la cocina, metiéndole en la boca cucharadas de yogur rosa con sabor a cereza a mi hermanita bebé Flor de Miel. Levanté el cartel para que lo viera.

—¡Mira, mamá! —dije—. ¿Podemos ir?

—¿Un parque de atracciones? —dijo ella, dudando—. Un parque de atracciones humano… No lo sé. Pregúntale a papá.

—¡Ya le he preguntado a papá! —repuse exasperada—. ¡Me ha dicho que te pregunte a ti!

—Ah —dijo mamá, echándole otra ojeada al cartel—. Pues…

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—Por favor —supliqué.

—¿No preferirías ir a un parque de atracciones de vampiros? —preguntó papá—. A mí me encantaba ir a parques vampíricos con mis amigos cuando era pequeño. Aquellas fantásticas y escalofriantes atracciones a la tenue luz de las velas en lo profundo de la noche… Y riquísima comida roja. Mi atracción favorita era el lanzador de ataúdes.

—¿O a un parque de atracciones de hadas? —sugirió mamá rápidamente—. Los parques de hadas son encantadores. Todos llenos de flores y maravillosa naturaleza. A mí me gustaba montarme en las florecitas giratorias con mis amigos.

—Pffff… —resopló papá—. ¡El lanzador de ataúdes es mucho más emocionante!

—Pero no tan bonito —señaló mamá.

—Ay, es que a mí me gustaría mucho, muchísimo, ir al Parque Espectacular —dije—. Y solo está el fin de semana que viene. Por favor, ¿podemos ir? ¡Prometo que ordenaré toda mi habitación!

—A lo mejor —dijo mamá—. Lo pensaremos.

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Cuando fui al colegio la semana siguiente pregunté a mis amigos si habían visto que el Parque Espectacular había llegado a la ciudad.

—¡Yo vi un cartel cuando venía al colegio! —dijo Zoe—. ¡Voy a pedirle a mi mamá que me lleve!

—¡Yo quiero ir también! —añadió Bruno—. Le preguntaré a papá.

—¡Y yo! —dijo Jasper.

Todos mis amigos empezaron a hablar sobre el parque de atracciones con mucha ilusión.

—Yo quiero subir en la montaña rusa —comentó Sashi—. ¡He oído que da más de cien vueltas!

—¡Cien vueltas! —suspiró Bruno—. ¡Entonces me montaré seguro!

—Yo no —dijo Samantha temblando con cara de miedo—. Prefiero montar en las tazas que giran.

—Las tazas son un rollo —dijo Jasper—. ¡Los coches de choque y el tren fantasma son mucho más divertidos!

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—¡Oh, sí! ¡El tren fantasma! —repitió Zoe, estremeciéndose de alegría—. ¡Y podemos tomar algodón de azúcar y perritos calientes!

—¡Me encanta el algodón de azúcar! —gritó Sashi—. ¡Es como comerse una nube!

—¿Vas a venir, Isadora? —preguntó Zoe, mirándome—. Seguro que nunca has estado en un parque de atracciones humano.

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—Es verdad —dije—. Y me apetece mucho ir. Tengo que volver a preguntarles a mamá y a papá.

Estuve pensando todo el día en cómo convencerles para que me dejaran ir, y cuando llegó la noche ya tenía toda una lista de cosas que podía hacer.

—Mamá —dije—, si me llevas al parque de atracciones, prometo que regaré tus bonitas plantas mágicas duran

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