Perrock Holmes 18 - Luces, cámara... ¡investigación!

Isaac Palmiola

Fragmento

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Es un genio de la informática y la tecnología. Usa tabletas, ordenadores y móviles con la misma facilidad con la que se hurga la nariz. Para él, la bruja de su medio hermana es peor que un grano en el culo.

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No se arruga ante nada. Dice lo que piensa sin cortarse un pelo y es tan convincente que podría venderle una nevera a un esquimal. Adora los libros de misterio y le apasionan los casos peligrosos.

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Los osos perezosos parecen hiperactivos al lado de este gato gordinflón. Gatson nació cansado y no suele moverse mucho a menos que le ofrezcan comida de la buena (pienso no, gracias). Sus grandes pasiones son comer y dormir, pero aunque parezca mentira, a veces se le da bien investigar. Es capaz de hablar con Perrock y sus amos, y tiene una imaginación muy retorcida para gastar bromas.

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Es capaz de comunicarse con sus amos y detectar sentimientos en los humanos, algo que lo convierte en uno de los investigadores más eminentes del mundo. Travieso —casi gamberro—, es un ligón pese a ser tan pequeñito. Su mayor debilidad son las perras altas, a las que trata de seducir sin excepción.

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Perrock estaba ofendido. Enfadado. Resentido. Molesto.

—¿Has visto qué perra más guapa? —le dijo Julia para animarlo.

Perrock ni tan siquiera la miró. Había una perra nueva en el parque, una dóberman alta y de pelo reluciente. En un día normal, Perrock se habría puesto eufórico y habría intentado embaucarla, pero hoy no. Hoy estaba de un humor de perros, nunca mejor dicho.

—Dadle una hamburguesa, a ver si se anima —maulló Gatson.

El gato sabía que Perrock no se la comería y esperaba quedársela él. Diego y Julia ni se molestaron en responderle.

—Aún no has hecho ni pipí ni caca, Perrock —dijo Diego.

—No tengo ganas —ladró—. Quiero irme a casa.

Solían ir al parque porque a Perrock le encantaba, pero ahora estaban los cuatro allí quietos como pasmarotes, sin hacer nada, así que decidieron volver.

Una vez en casa, Perrock se apartó de sus amos sin ladrar ni una sola palabra.

—Ya se le pasará —comentó Diego.

—Es demasiado caprichoso —respondió Julia.

Al cabo de un par de horas, empezaron los gritos histéricos y furiosos de Ana y Juan, sus padres.

—¡¡¡DIEGO Y JULIA!!! ¡VENID AQUÍ AHORA MISMO! ¡A LA DE YA!

Estaba claro que había ocurrido algo gordo. Julia y Diego intercambiaron una mirada asustada. No eran precisamente unos angelitos, pero esta vez no habían hecho nada malo.

Los dos medio hermanos entraron juntos en el comedor. El lugar apestaba.

—¡¿SE PUEDE SABER QUÉ ES ESTO?! —gritó Juan, rojo como un tomate.

No había que ser un investigador del Mystery Club para adivinarlo. ERA UN ZURULLO, UNA BOÑIGA, UNA CACA. Y también era evidente quién había sido el culpable.

—VOSOTROS DOS SOIS RESPONSABLES DE PASEAR A PERROCK PARA QUE PUEDA HACER SUS NECESIDADES —les regañó Ana—. Y encima se ha hecho pipí en la cortina. ¿Sabéis lo que cuesta quitar ese mal olor?

Diego y Julia trataron de defenderse. Habían sacado a Perrock al parque hacía poco y le habían insistido en que hiciera pipí. Eran completamente inocentes.

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—¡MENTIROSOS! —les acusó Juan—. PERROCK ES MUY INTELIGENTE Y PULCRO. NO HARÍA ALGO ASÍ SI NO ESTUVIERA MUY APURADO.

—O sois más responsables o se van a acabar algunos privilegios en esta casa —continuó Ana—. Fuera móviles, fuera videojuegos, fuera la pizza de los sábados...

—¡Y fuera el Mystery Club! —añadió Juan con un brillo cruel en los ojos.

No sirvió de nada protestar. Discutir con sus padres era como darse porrazos contra una pared. Diego y Julia volvieron a su habitación, frustrados y rabiosos.

Allí los esperaba Perrock, con el hocico hacia arriba y una pose altanera y chulesca.

—Supongo que ahora sí estaréis dispuestos a negociar —ladró—. Quiero cumplir el sueño de convertirme en actor de cine.

—¡PERO SI TÚ NO QUIERES SER ACTOR! —le acusó Diego—. Lo que tú quieres es ligar con esa perra tan famosa...

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Perrock los miró a los dos con arrogancia y se tomó unos segundos antes de responder.

—La decisión es vuestra. Dentro de un par de días volveré a perfumar la cortina con mi orina y dejaré otro regalito en el comedor. Seguro que vuestros padres estarán encantados.

Los detectives se miraron con impotencia.

—¡Jaque mate! —maulló Gatson—. Tengo que reconocer que has estado brillante, Perrock.

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