Mirabella 5 - Mirabella y las mascotas de bruja

Harriet Muncaster

Fragmento

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Era una tarde de jueves nublada y gris en la “Escuela de magia de la señorita Mala Rueca”. La lluvia caía por las ventanas góticas de la clase y yo temblaba de emoción. ¡Me encanta volar a casa con tormenta en mi escoba!

—¡Que no se os olvide! —dijo la señorita Mala Rueca mientras recogíamos—. Tenéis que ser puntuales mañana para la excursión. ¡Y aseguraos de traer la ropa adecuada!

¡¿Cómo se me iba a olvidar?! ¡Llevaba siglos deseando que llegara esta excursión! Íbamos a ir a un refugio de criaturas mágicas, en lo más profundo del bosque. Habría muchísimas especies rescatadas que yo no había visto nunca. En el refugio cuidaban de ellas hasta que pudieran volver a la libertad.

—¡Qué ganas tengo de ver a los monos goblins con cola de escoba! —dijo mi mejor amiga Carlota mientras cerraba su estuche—. ¡Van a ser tan monos…!

—¡Yo espero que haya murciegatitos! —dije.

—¡Ay, sí! —chilló Carlota—. Nunca he visto un murciegatito de verdad.

—¡Yo tampoco! —dije.

Los murciegatitos son gatitos murciélagos. ¡Gatitos murciélagos bebés! Tienen colmillos largos y alas de murciélago para poder volar. Son mucho más grandes que los gatitos normales, y su pelo siempre es negro o morado. A veces a rayas. De todas las criaturas que hemos aprendido este trimestre, son mis favoritas, ¡y decidí hacer mi trabajo sobre ellos!

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—¡Espero que haya arañas gigantes! —dijo una bruja llamada Lavinia, al fondo de la clase—. ¡Me encaaaantan las arañas asquerosas!

Sentí un pequeño escalofrío. La mayoría de las brujas no tienen miedo a las arañas. De hecho, ¡se las comen en la tostada del desayuno! Pero yo soy mitad bruja y mitad hada. No me molestan las arañas (¡siempre que no sean gigantescas!), pero, desde luego, ¡no me gusta comérmelas!

En mi clase todas saben que siempre traigo comida de hadas. A veces Lavinia, que es doña Perfecta, se mete conmigo, pero ¡me da igual! ¡Los sándwiches de miel de hadas están mucho más ricos!

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Estaba ya cerrando la cremallera de mi cartera para volver a casa cuando la señorita Mala Rueca me llamó para que fuera a su mesa.

—¡Mirabella Starspell! —dijo—. Y Carlota Cobweb. Me gustaría deciros un par de cosas antes de que salgáis de clase, por favor.

Toda la ilusión que sentía por la excursión se me cayó a los pies.

—¿Qué hemos hecho ahora? —susurré a Carlota, mientras el resto de la clase salía en fila.

Carlota se encogió de hombros cuando nos acercábamos a la mesa de la señorita Mala Rueca.

—A lo mejor se ha dado cuenta de que estábamos haciendo el tonto en clase de pociones esta mañana —susurró Carlota—. ¡Se te pusieron las manos moradas por accidente!

Rápidamente me escondí las manos tras la espalda.

—O a lo mejor es porque Violeta y Medianoche estuvieron jugando a pelearse durante todo el examen de ortografía de esta tarde —dijo Carlota.

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Violeta es la dragona que tengo de mascota, y Medianoche es el gatito negro y suave de Carlota. Les encanta jugar juntos, pero a veces distraen a la clase. La señorita Mala Rueca siempre nos dice que adiestremos adecuadamente a nuestras mascotas mágicas.

—Ay, sí… —dije, mordiéndome el labio nerviosa.

La clase se había quedado vacía. La señorita Mala Rueca nos esperaba junto a su mesa, de pie, alta, angulosa e imponente. Sus ojos parecían dos grosellas negras y brillantes, mirándonos desde arriba. No parecía muy contenta.

—¡Mirabella Starspell y Carlota Cobweb! Vosotras dos juntas sois un PELIGRO.

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—¡¿Qué?! —exclamó sorprendida Carlota, intentando parecer inocente.

Yo no dije nada. Tenía un poco de razón. Carlota y yo no queremos crear problemas, pero a veces nos dejamos llevar por la emoción y PASAN cosas.

—¿Os creéis que no os he visto en clase de pociones? —dijo la señorita Mala Rueca—. ¿O dando piruetas por el aire a escondidas durante las prácticas de vuelo? ¿O dejando que vuestras mascotas mágicas se revuelquen por el suelo en medio del examen?

Bajé la vista, poniéndome roja.

—¡Pues sí! —dijo la señorita Mala Rueca—. ¡Os veo a las dos!

Clavó en nosotras sus ojos oscuros de bruja. Sentí un escalofrío. ¿Adónde quería ir a parar la señorita Mala Rueca con todo esto? ¿Nos iba a castigar? ¿Haría que limpiáramos sin magia todos los calderos sucios?

—¡Os voy a separar! —dijo la señorita Mala Rueca—. Mañana, en la excursión del colegio, os emparejaré con otras brujas.

—¡No! —grité antes de poder evitarlo.

—Pero… —empezó a decir Carlota.

—¡No hay pero que valga! —dijo la señorita Mala Rueca—. Carlota, tu compañera será Hazel, y Mirabella, la tuya será… Lavinia.

—¿Lavinia? —exclamé casi sin voz.

—Sí —dijo la señorita Mala Rueca, y la vi sonreír disimuladamente. ¡Sabe que Lavinia y yo no nos llevamos bien!—. Lavinia será una buenísima influencia para ti, Mirabella —añadió—. Y tú y Carlota no podréis hacer ninguna travesura juntas.

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—Pero… —empecé a decir—. Lavinia no es nada divert…

La señorita Mala Rueca me fulminó con la mirada y fui bajando la voz. No me atreví a terminar la frase. A la señorita Mala Rueca no le importa la diversión. Es absolutamente ALÉRGICA a ella. Así que solté un gran suspiro.

—Bueno, os veré mañana a las dos —dijo—. Tempranito. ¡No lleguéis tarde!

Carlota y yo salimos al patio. Todavía llovía, y el cielo estaba oscuro. Me hacía mucha ilusión volver a casa dando un paseo salvaje con mi escoba en mitad de la tormenta (aunque a veces, si el tiempo es muy malo, tengo que esperar a que papá y mamá vengan a recogerme en coche). Pero ahora estaba totalmente desanimada.

—¡La excursión va a ser aburridísima! —exclamé.

—Lo sé —dijo Carlota—. ¡Tenía tantas ganas de estar por el refugio contigo…!

—Por lo menos a ti te han puesto con Hazel —dije montándome en mi escoba—. Ella no está mal. Pero ¡Lavinia…!

Las dos subimos volando y nos despedimos con la mano. Giré hacia casa. A pesar de mi mal humor, disfruté con el viento que me zarandeaba arriba y abajo. ¡Era co

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