Cuentos para crecer por dentro

Nekane González
Virginia Gonzalo

Fragmento

cap-1

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PRÓLOGO

¿Y si los cuentos no fueran tan solo un género reservado para los niños? O, mejor, ¿y si en realidad sí lo fueran y lo que ocurre es que nunca dejamos de crecer?

 

Algo extraordinario sucede dentro de nosotros cada vez que, como cuando fuimos niños, iniciamos la aventura de viajar a través de los cuentos. Por unos instantes, dejamos de ser quienes fuimos para convertirnos a lo largo de sus páginas en los protagonistas de una historia ajena. Es en ese preciso momento —cuando sustituimos al personaje y nos atrevemos a cargar con su espada, sostener su brújula o subirnos a bordo de su globo— cuando tiene lugar un milagro que transforma nuestra realidad para siempre: hemos creado un horizonte de posibilidad.

En un mundo que eleva a los altares lo real, lo pragmático y lo tangible, se hacen cada vez más necesarias obras capaces de recuperar el valor de los sueños, la ilusión y la imaginación. Si bien la experiencia se corona como la reina del aprendizaje y el crecimiento personal, el poder de la imaginación se desestima para conseguir ese mismo fin. Con frecuencia olvidamos que es solo en los mundos de la imaginación donde nos hacemos capaces de visualizarnos libres de miedos e impedimentos, así como de alcanzar aquello que soñamos. Es en estos mundos de posibilidad donde la fuerza y el coraje se ponen a nuestro alcance, donde podemos recogerlos y regresar a nuestra realidad dotados de los recursos oportunos para andar el propio camino. Es imposible adentrarse en un cuento y tratar de volver de la misma forma que se partió. Ninguna persona es la misma cuando viaja.

No son el «érase un vez» ni las perdices del final los que determinan el inicio o el fin de un cuento. No es el final, sino la forma lo que dota de valor a cualquier historia. No es la victoria sobre el dragón, la picardía frente al lobo o la resistencia ante la bruja lo que nos provoca una lágrima o prepara una sonrisa, sino la forma en que cada personaje se rebela para hacer frente a su destino.

Ya lo dijo José Luis Sampedro, «leer es vivir la vida propia y la de otros». No le faltó razón. Y es que nada abriga tanto como la sensación, aunque sea por unos momentos, de percibir que podemos ser quien queramos; de sentir que todo es posible; de vislumbrar nuestro final feliz. Quizá ese sea el apellido de los cuentos: Esperanza. Quizá esa su función: recordarnos que hasta el punto final todos podemos crear nuestra historia.

Tienes en tus manos un libro escrito con una sensibilidad especial. Un libro de imaginación, emociones y crecimiento personal. Y, lo más importante, tienes en tus manos un libro escrito con corazón. Dos para ser exactos. Los corazones de Nekane González y Virginia Gonzalo, dos contrastadas profesionales de la inteligencia emocional que dejan en cada trabajo un doble legado: la capacidad de hacernos volar cuando nos sintamos encadenados y la capacidad de reparar nuestras alas cuando —por inconsciencia o desatino— nos hallemos abatidos.

PABLO ARRIBAS

Autor de El universo de lo sencillo

(@Pablo__Arribas)

cap-2

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LAS COORDENADAS DE LA FELICIDAD

El rey cerró el libro con fuerza. Apenas daba crédito a lo que acababa de leer. ¿Y si era eso lo que llevaba buscando tantos años? ¿Y si ese mapa le indicaba cómo encontrar definitivamente la felicidad?

Sin dudarlo, llamó a Sacha, su más fiel compañero de aventuras.

—Viejo amigo, deja cuanto estés haciendo y prepara el equipaje. ¡Mañana partimos hacia una nueva misión! Quizá sea la más importante a la que nos hayamos enfrentado nunca. Tengo el presentimiento de que al fin encontraré lo que llevo tantos años buscando —dijo el monarca.

Sacha le escuchaba con atención.

—El secreto está aquí —afirmó.

El rey abrió nuevamente el libro y le mostró a Sacha el mapa que contenía en su interior.

—¡Son las coordenadas de la felicidad! Según estas páginas, si encontramos los diferentes puntos señalados en el mapa, daremos con ella. ¡Será fácil! Tan solo tendremos que hallar los tres símbolos que aquí se indican.

Sacha sabía lo importante que era para su majestad encontrar la felicidad. Había sido testigo durante muchos años de cientos de intentos fallidos. La primera vez fue el día de su coronación. Pensó que si se hacía con el poder sería feliz para siempre, pero no ocurrió así. Al poco tiempo de ser monarca, volvió a sentirse igual de incompleto que antes. Más tarde, decidió que se casaría con la mujer más bella del reino, y así lo hizo, pero solo unos años después su matrimonio fracasó por falta de amor verdadero. En un nuevo intento, adquirió las pieles y joyas más valiosas del reino, creyendo que si se cubría con los mejores ropajes y se adornaba con las más costosas alhajas se sentiría al fin bien consigo mismo. Pero por muchas monedas que gastara en ellas, tampoco así logró alcanzar la felicidad.

Pese a todo, Sacha admiraba al rey no solo por su perseverancia, sino también por la sabiduría que había ido acumulando tras años de constante búsqueda. Confiaba en que algún día, encontraría su tan ansiado tesoro.

Aquella mañana el rey y su inseparable amigo madrugaron más de lo habitual. Antes del amanecer ya habían puesto rumbo hacia su nueva aventura.

—¡El Bosque Prohibido! —pronunció el rey en voz alta mientras observaba el mapa—. De ahí parte nuestra ruta.

Al oír ese nombre Sacha comenzó a temblar. Para los habitantes del reino, el Bosque Prohibido siempre había sido un lugar al que acompañaban terribles leyendas. Hacía años que nadie se adentraba en él, pues según contaban, quien lo hacía nunca regresaba. El rey continuó hablando:

—Una vez allí, deberemos caminar en línea recta hasta encontrar el gran roble. Ese árbol será la señal que nos confirme que vamos en la dirección correcta.

Cuando alcanzaron la entrada del Bosque Prohibido, ambos intercambiaron una mirada cómplice. Había llegado el momento. Armados de valor, comenzaron a caminar en la dirección que indicaba el viejo mapa. Al principio anduvieron cautelosos y atentos a cualquier movimiento que se produjera a su alrededor. Pero poco a poco, sus temores se tornaron confianza e ilusión ante la idea de encontrar el primer símbolo marcado en el mapa.

De repente, Sacha dio un paso en falso…

—¡Socorroooooo! —gritó mientras caía.

Sacha había caído en una zanja cuya profundidad era al menos dos veces la altura de su cuerpo y ahora no podía salir. Inmediatamente, el rey acudió en su auxilio y, desatándose la capa, arrojó uno de los extremos hacia el fondo del agujero mientras sujetaba con fuerza el otro extremo. Tras grandes

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