Elena Sirena 1 - Sueños de agua

Ona Carbonell

Fragmento

ElenaSirena-3.xhtml

CAPÍTULO 2

Un profundo dolor

cap10.jpg

El entrenamiento estaba a punto de terminar y Elena quería quedarse diez minutos más en la piscina a solas con Sara, la entrenadora. Tendría que convencerla, y no siempre lo conseguía.

«¡A ver si hay suerte!», pensó.

Luego se ducharía rápido para que Emma y Estela no tuvieran que esperarla mucho rato.

pag16.jpg

Elena quería que Sara la mirara mientras hacía la entrada en carpa. Era difícil y quería que le dijera lo que hacía mal para corregirlo.

Sara siempre le decía que no se preocupara, que le acabaría saliendo bien con el tiempo. Pero Elena necesitaba que le saliera bien ¡YA! Bueno, más que bien, quería que le saliera perfecta.

—Elena, no te preocupes. Con la práctica te irá saliendo mejor. El entrenamiento ha sido duro. Tendrías que descansar por hoy.

—Sara, por favor, solo mírame una vez más y dime qué hago mal. —Elena había puesto su cara más dulce y juntaba las manos en señal de «por favor, por favor». Sus pies se movían ágiles dentro del agua y la ayudaban a mantenerse en la superficie.

—Ya veo que hoy no voy a poder contigo… —Sara resopló y puso los ojos en blanco y una cara divertida—. ¡Venga, prepárate!

Esta vez había convencido a Sara muy rápido. Así que, antes de que se arrepintiera, se colocó en la posición inicial, lista para probar una vez más la entrada en carpa.

pag17.jpg

Debía tener la parte de arriba de la espalda, los glúteos y los talones en la superficie. Desde esta posición, tenía que hundir la cabeza y el tronco y formar con las piernas un ángulo recto.

Lo intentó hasta cuatro veces, pero siempre que sacaba la cabeza fuera del agua para preguntarle a Sara qué tal lo había hecho, ella le hacía algunas correcciones.

—Voy a intentarlo de nuevo —dijo con entusiasmo Elena.

—No, Elena, ya basta por hoy, ve a cambiarte.

—¡Una vez más, solo una! —suplicó.

—Sal de la piscina, es tarde. —El tono de Sara era serio. Elena supo que se había terminado el tiempo extra.

¡Cómo odiaba Elena el frío! Salió de la piscina tiritando. Durante el entrenamiento tenía que soportar el frío; cuando estaba fuera de la piscina, también. Siempre tenía frío, pero la natación sincronizada o artística le gustaba tantísimo que lo aguantaba como fuera.

Y siempre lo aguantaba del mismo modo: tiritando.

Así que, tiritando y abrazándose el cuerpo con fuerza, caminó hacia el vestuario con una sensación de derrota.

«No es justo, seguro que ahora me hubiera salido mejor», se dijo.

No era fácil conseguir esos minutos extra con Sara, y justo estaba muy concentrada cuando le había dicho que saliera del agua.

Mientras caminaba hacia el vestuario notó cómo le llegaba el cansancio. Se subió las gafas hacia la frente y se quitó la pinza de la nariz. Cogió la toalla del colgador, pero no se secó con ella. Miles de gotas de agua le cubrían la cara. Algunas de ellas se quedaban atrapadas en sus largas pestañas.

Apartó con un hombro la cortina de tiras de plástico que separaba el recinto de la piscina de la entrada del vestuario. Su cuerpo esbelto la traspasó como una bailarina, silenciosa y ligera.

Justo enfrente quedaba una pared que guardaba la intimidad del vestuario. Y, cuando estaba a punto de pasar esa pared y entrar, lo oyó: «Que si Sara esto, que si Sara lo otro, se cree doña perfecta. Siempre le está haciendo la pelota. Se cree la mejor».

Aquella era, sin duda, la voz de Adela.

Y, sin duda, Adela estaba hablando de ella.

Elena no solo no había dejado de tiritar por el frío, sino que ahora temblaba aún más.

En ese momento solo deseaba una cosa: desaparecer, ser invisible, no tener que entrar allí. Sintió que las piernas se le aflojaban y que se le hacía un nudo en el estómago y otro en la garganta.

pag21.jpg

Se quedó unos segundos quieta, apoyada en la pared. No sabía qué hacer.

Finalmente entró, no tenía otra opción. Y entonces vio a Adela de espaldas haciendo gestos que la imitaban; se recogía el pelo como hacía Elena y se burlaba diciendo:

—Hola, soy doña perfecta, ¿has visto qué bien lo hago todo?

Una de las compañeras le dio un golpe con la pierna a Adela para que se callara; acababa de ver a Elena.

Se hizo un gran silencio. Todas se quedaron calladas; todas menos Estela y Emma, las mejores amigas de Elena, junto con Eva, dentro y fuera de la piscina. Ellas reían al fondo del vestuario haciendo tonterías delante del espejo mientras se secaban el pelo. No tenían ni idea de lo que acababa de pasar. Sus risas desentonaban con el ambiente serio que se respiraba allí dentro. Aquel día, Eva había tenido que acabar el entrenamiento diez minutos antes y ya se había marchado.

Elena se quitó el gorro y el bañador y comenzó a secarse a toda prisa. No podía hablar y tenía la sensación de que iba a empezar a llorar en cualquier momento. Quería irse de allí cuanto antes. Ni iba a ducharse ni a secarse el pelo.

Ninguna de las chicas del equipo sabía qué decir. El silencio comenzó a romperse con los ruidos de las cremalleras de las mochilas y de los cordones de las zapatillas. De repente, todas tenían prisa por irse.

Adela se había medio escondido detrás de la puerta de su taquilla. Elena miraba al suelo mientras terminaba de vestirse. No era capaz de mirar hacia ningún otro sitio.

Salió del vestuario a toda velocidad, justo en el momento en que Estela y Emma apagaban los secadores y asomaban la cabeza para comprobar si se habían quedado solas, porque allí no se oía nada.

—¿Qué pasa, chicas? ¿Se os han acabado las pilas? —bromeó Estela.

Nadie contestó.

pag24.jpg

—¿Dónde está Elena? ¿Aún está en la piscina? —preguntó Emma con tono de sospecha. Estaba claro que algo pasaba y que ellas no se habían enterado.

—Se acaba de ir —dijo una de las compañeras.

—¿Elena se ha ido a casa? —insistió Emma.

—Sí —respondió otra chica.

Estela y Emma se miraron extrañadas.

—Pero ¿le ha pasado algo? ¿Estaba bien? —En la voz de Estela se notaba preocupación.

Y al ver las caras de las demás, Estela no esperó ni un segundo. Miró a Emma y le hizo una seña para que le recogiera sus cosas. Emma le hizo un gesto para que saliera corriendo tras Elena inmediatamente.

Al salir a la calle, Estela no vio ni rastro de su amiga. Miró a un lado y a otro y corrió siguiendo el camino por el

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos