101 cosas que hacer antes de ir al instituto

Dashiell Fernández Pena

Fragmento

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Este punto puede parecer evidente, pero… ¡nunca se sabe! Para realizar las actividades de este libro, la única condición im-pres-cin-di-ble es haber nacido. Y para ir al instituto también, claro. ¡Imagínate que nada más nacer pudieses saltarte el cole y el insti e ir directamente a la universidad! En ese caso, el mundo terminaría sumido en el caos porque, créenos, un bebé con un título de ingeniero es una mala idea. En caso de que todavía no hayas nacido, no te preocupes. Tú nace a tu ritmo, sin presiones, y, si eso, pasamos al siguiente punto dentro de unos años. ¡Tenemos todo el tiempo del mundo!

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Eso de aprender a leer puede parecer una lata, pero es una skill que no te vendrá nada mal en el instituto. Y, ya que estamos, quizá también te sirva para otras cosas en la vida. Como, por ejemplo, facilitarte la comprensión de este libro. Puedes limitarte a mirar las ilustraciones y montarte tu propia historia en la cabeza, claro, pero entonces nosotros también podríamos limitarnos a teclear letras al azar y vjfsnvks ndcksdj dnkdnk cdkcn njksnvfnkv idchii nfsjkvn. Haznos caso: ¡saber leer mola!

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¿Cómo vas a saber cuáles son las 101 cosas que tienes que hacer antes de entrar en el instituto si no tienes un libro que te las explique? ¡Imagínate que haces 101 cosas y resulta que no son las 101 cosas correctas! Entonces tendrías que hacer otras 101 cosas más, y eso ya serían… —déjanos sacar la calculadora— ¡202 COSAS! En serio, ¿es esa la clase de vida que quieres llevar? Si la respuesta es que sí…, pues nada, al menos lo hemos intentado. Si es que no, ¡estás de suerte! ¡Tienes el libro perfecto entre las manos!

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Vamos a suponer que ya has cumplido el punto 2 (aprender a leer, ¿recuerdas?). Y vamos a suponer también que has comprado este libro y te lo has leído de arriba abajo (si solo lo has ojeado por encima en la librería / biblioteca / cubo de la basura en el que lo encontraste, no cuenta). La buena noticia es que… ¡hay más libros esperándote ahí fuera! Y —agárrate los pantalones— ¡algunos son incluso mejores que este! Si has sido capaz de leer hasta aquí, sería una pena no volver a leer nada más en toda tu vida, ¿no crees?

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Pregunta: ¿Cuáles son las dos cosas que más molan en el mundo?

Respuesta: Los perros y los piratas. Esa era fácil.

Pregunta: ¿Y qué tienen en común?

Respuesta: Malas pulgas, peor aliento, mucho vello corporal y cierta tendencia a mear en la vía pública.

Pregunta: Sí, vale, pero ¿y aparte de eso?

Respuesta: ¡Que a los dos les encanta enterrar cosas!

Pues ya sabes: coge alguna de tus pertenencias (a poder ser que no sea este libro…) y entiérrala como si fuese un tesoro alucinante. ¡Será el comienzo de una gran aventura! (o, al menos, de una aventura medianita…).

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Enterrar un tesoro que nadie pueda encontrar no tiene gracia. Si haces eso, ¡solo serás un/a rarito/a que ha guardado un objeto debajo del suelo! Y, entre nosotros, lo último que necesita el planeta Tierra es que encima vengas tú a meterle más chatarra. En cambio, si dibujas un mapa del tesoro… la cosa cambia. Está demostrado que los mapas del tesoro molan mil. Si quieres, puedes dibujar una roca con forma de calavera y un par de palmeritas en el tuyo. No servirán para nada, pero le darán un distinguido toque extra de elegancia.

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¿Tesoro enterrado? 6044.jpg ¿Mapa dibujado? 6044.jpg

Ahora solo hay que inventarse la historia de cómo ha llegado hasta ahí y poner cara de sorpresa cuando alguien lo encuentre y lo desentierre. «Lo enterré porque lo ponía en el libro que los tacaños de mis padres me regalaron en lugar del videojuego que les pedí», NO es una buena historia de origen para un tesoro. ¡Échale un poco de imaginación!

He aquí unas sugerencias:

Lo enterró un familiar que combatió en la guerra.

Lo enterraron unos aztecas.

Lo enterró un viajero del tiempo que vino del futuro.

Si te apetece, puedes combinarlas. Por ejemplo: «Lo enterró un familiar que combatió en una guerra azteca del futuro». ¿Lo ves? ¡Está chupado!

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¿Te suena eso de «nunca pertenecería a un club que admitiera como socio/a a alguien como yo»? Pues se nos ha ocurrido un truqui para trampear ese problemilla: ¡fundar tu propio club! Y lo mejor de todo es que… ¡puede ser de lo que sea! ¿Que te gustan los pájaros? ¡Pues ya estás tardando en fundar tu club de ornitología! ¿Que eres más de mapaches? ¡Marchando el club de simpatizantes de los mapaches! ¿Que lo tuyo es morderte las uñas y guardarlas en un tarro de cristal debajo de la cama? Eso es AS-QUE-RO-SO, pero allá tú. Ah, y si nadie más quiere formar parte de tu club, siempre podrás decir que es un club « ultra-mega-súper-exclusivo».

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