aXoZer

AXoZer

Fragmento

1

No puedo creerme que este sea el fin. ¡Mi fin! Será una forma bastante absurda de morir, la verdad. Te lo cuento desde el principio. Esto es lo que tenemos:

Mi nombre: Axozer.

Mi situación actual: acabo de despertarme

encerrado en una celda de un búnker

con un dolor de cabeza brutal.

Y ya está.

Has flipado, ¿eh? Un poco más de adrenalina y te habrías quedado loquísimo. Vale, es broma, pero ponte en mi lugar. Eso es lo único que te puedo contar de mí..., y es que ¡he perdido casi toda la memoria! Y acordarme de mi nombre ni siquiera es un favor, porque ahora tú lo sabes y ya nadie me recordará como Axozer el Guapo o Axozer el Valiente, sino como Axozer el Patético Que Palmó Por Pringado Y Payaso. Todo con mayúsculas. Los perdedores también merecemos que nos recuerden a lo grande.

Aunque ya que has aguantado hasta aquí... Dicen que dos cerebros piensan más que uno. Está claro que ahora mismo no te fías mucho del mío, pero yo me fío del tuyo al cien por cien. Directo al lío: podrías ayudarme a escapar. Dar segundas oportunidades es de ser buena persona y tú tienes pinta de ser la mejor.

Prometo hacerte caso, si tú prometes no jugármela. Que yo incluso te he confesado mis secretos más íntimos y es una cagada tremenda traicionar a un amigo. Así que, aunque no te aseguro ponerme serio, sí te aseguro que confiaré en ti.

¿Empezamos?

Si llevaba armas o pertenencias, me las han quitado todas. Llevo puesto una especie de pijama que no tiene ni bolsillos, y estoy seguro de que yo tengo mejor gusto. No creo que este dolor de cabeza sea porque anoche... ¿Ya es de día? No hay ni una mísera ventana. El caso es que no creo que este dolor de cabeza sea porque anoche saliera de fiesta. A no ser que sí se me fuera de las manos y haya terminado aquí dentro por infringir las leyes. Espero que no, porque mis niveles de patetismo ya están al límite.

Mi celda es pequeña. Son cuatro paredes hechas con ladrillos gruesos. Hay una antorcha colgada en una de ellas, junto a la puerta de madera que tiene una ventana con barrotes. A través de ella, puedo ver un pasillo vacío. Más paredes y más ladrillos. ¡Menudas vistas! Si ya me hubieran puesto una sillita, habría llorado de la emoción. Me voy a dejar la espalda en el suelo como me toque dormir aquí.

Muevo la manivela para comprobar que la puerta está cerrada con llave. A lo mejor quienes me han encerrado son tan idiotas como yo. Pues no, sigo siendo el número uno. ¡NO HAY SALIDA!

Solo me queda una de las opciones más humanas que existen. Tal vez no sea la más épica, pero tampoco estamos para ponernos exquisitos. Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas... y a alguien tan desesperado como yo.

—¡AAAH! ¡SOCORRO! ¡AAAH!

Lo sé, he gritado. Al menos lo he hecho con muchísima elegancia y dignidad para alguien que solo recuerda su nombre. No te enfades, no lo volveré a...

—¡Aaah! ¡¿Dónde estoy, mundo cruel?! ¡Socorro!

—¡Cállate ya!

Ey, ¿has sido tú? No, ha venido desde la derecha, por el pasillo.

—¿Quién anda ahí? —pregunto. Sí, soy consciente de que así es como muere el primero en cualquier peli de miedo.

—Tu yo del futuro... ¡No me rayes! Soy tu vecino de búnker.

No le respondo que habría sido una movida que fuera mi yo del futuro porque, al parecer, no está de muy buen humor. Yo tampoco debería estarlo, pero no me culpes. Soy de naturaleza graciosa.

—¿Y cómo te va, vecino de búnker?

—Pues ya sabes, echando la tarde encerrado en una celda porque no tengo nada mejor que hacer.

Me cae bien. ¿Te cae bien? Nos cae bien.

—¿Cómo te llamas?

—¿Y tú?

—Axozer. Pero no sabría decirte mucho más. Básicamente porque no me acuerdo de nada. ¿Tú sabes algo de mí?

No creo que pase nada por matar las horas charlando antes de que me maten. A no ser que consigas sacarme de aquí, insisto.

Mi vecino de celda no vuelve a hablar, porque entonces se oye un sonido muy molesto. Como de algo oxidado abriéndose. ¡Alguien se acerca! Por sus fuertes pasos, ya debería haberme imaginado que no sería ningún aliado, pero cuando lo veo... ¡¿QUÉ ES ESO?! Decir que es una criatura fácil de mirar sería mentir. Se parece a un jabalí maloliente andando sobre dos pezuñas.

—¡Prohibido hablar! No quiero oíros ni respirar —nos espeta el carcelero.

Sé que lo es porque tiene un manojo de llaves colgando del cinturón y sujeta un hacha más grande que todo su cuerpo. Él es enorme, como dos armarios empotrados. Aun así, no me achanto porque, seguramente, esta sea mi única oportunidad de hablar con alguien capaz de liberarme. No te enfades, pero de momento no has hecho mucho.

—Hola —digo mientras cuelgo los brazos entre los barrotes—. No nos hemos presentado...

—¡Ni falta que hace!

—Estoy seguro de que, si te explico mis motivos, tú y yo podríamos llegar a un acuerdo...

—¡Ja, ja, ja! —El carcelero se ríe bien a gusto. De mí, por supuesto—. Mis compañeros y yo estábamos apostando quién era el más idiota, si tú o... el otro. Creo que me he hecho rico gracias a ti.

—¡Pues podrías serlo más...!

No consigo terminar la excusa que me estoy inventando sobre la marcha, pues el jabalí levanta el hacha y, con un grito, la descarga contra mis brazos. Me aparto a tiempo. Retrocedo tan rápido que tropiezo y me caigo. No me importa, porque, ¡menos mal!, sigo teniendo dos brazos.

—Toca cambio de guardia. No mareéis mucho al siguiente, ¿de acuerdo? Sobre todo tú, el idiota.

Ya ni siquiera soy el que lo ha hecho rico.

Cuando se va y entra el siguiente, entiendo por qué me ha pedido que no maree mucho a su compañero. Es un jabalí igual de feo, pero sujeta el hacha al revés. Me jugaría lo que fuera a que también lleva los pantalones del revés.

—Eh, Axozer —me llama mi vecino de celda—, antes quería decirte que yo sé lo que te ha pasado...

—¡Grita! Digo..., ¡calla! —lo interrumpe el nuevo carcelero—. No hagáis que me ponga violeta. Digo..., ¡violento!

Creo que ya no soy el número uno de los idiotas. El anterior tenía muy mala leche y a este se le caen hasta los mocos. Me da por ahí que puedo aprovecharlo. Parece fácil de engañar y de convencer.

O podría esperar al siguiente cambio de guardia y escuchar lo que tiene que decirme el otro prisionero. Estamos en igualdad de condiciones, a pesar de que

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos