¡Gol! 36 - ¡Equipo sorpresa!

Luigi Garlando

Fragmento

cap-1

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Septiembre, el mes de la vuelta al cole, se ha apoderado del calendario, pero el sol no tiene ninguna intención de tomarse unas vacaciones de otoño. Todavía brilla con fuerza y calienta la parroquia de San Antonio de la Florida como si fuera una playa en agosto. Y, para decepción de Morten, que las adora, en el cielo no flota ni una sola nube.

Casi todos los chicos han vuelto de las vacaciones y pronto se reanudarán los entrenamientos de fútbol.

¿Recuerdas cómo acabó la temporada pasada? Los Cebolletas se dividieron en tres equipos para participar en el campeonato para formaciones de siete jugadores. Una decisión obligada, ya que Champignon los había castigado después de que el amistoso contra los Escualos acabara como el rosario de la aurora.

Cebogoles, Cebotigres y Encebollados lucharon durante toda la temporada. La disputadísima final en el prestigioso estadio del Bernabéu decretó la victoria del equipo de Tomi, que derrotó al de Sara y Fidu en la tanda de penaltis.

Los chicos, que se comportaron como unos auténticos «Cebolletas», es decir, que respetaron las reglas y los rivales, pusieron fin así al castigo de Champignon, quien les permitió volver a la liga autonómica.

Pero ¿cómo formar un solo equipo con los treinta y tres jugadores que componen los Cebogoles, los Cebotigres y los Encebollados? ¿Es mejor hacer dos grupos, uno de dieciséis y otro de diecisiete, o mantener los tres equipos y disputar una revancha en el campeonato para formaciones de siete jugadores?

Los chicos tendrán que decidirse cuanto antes, pero de momento parece que el fútbol no es la primera de sus preocupaciones: esta tarde, las instalaciones de la parroquia recuerdan a una playa, donde cada uno se divierte como le apetece.

Rafa y su hermana, Adriana, desafían a todos los que quieran al tenis playa. Se han aficionado a este juego durante sus vacaciones en la Costa Brava y ahora contagian a sus amigos madrileños. En la parroquia no hay arena, pero utilizan el campo de voleibol: dos contra dos, raquetas de madera y pelota de tenis.

En este preciso momento, el Niño y la experta en tiro con arco se enfrentan a Bruno y a Elvira.

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¿Has oído hablar de Rafa Nadal? Es un gran tenista español, casi imbatible en las pistas de tierra batida, durante muchos años el número 1 mundial.

Gracias a su entrenamiento estival y a la compenetración entre hermanos, Rafa y Adriana también son casi invencibles, y los amigos de la parroquia se van turnando contra ellos, tratando inútilmente de derrotarlos.

Mientras tanto, en el campo de baloncesto se disputa un partido de dos contra dos en una sola canasta. Dani y Diouff se miden con Aquiles y Óscar, capitán del equipo de baloncesto y corrector de ¡Reporteros!, el periódico del barrio.

Óscar salta y trata de encestar desde fuera del área, pero el balón rebota contra el aro. Dani captura el rebote y pasa a Diouff, que pelotea y prepara la nueva jugada. El delantero africano ve que su compañero salta hacia la canasta y le envía una parábola perfecta. Dani Espárrago salta altísimo, coge el balón y, antes de poner los pies en el suelo, lo cuela en la cesta. Son los dos puntos que deciden el encuentro.

—¡Au! —celebra Diouff, que adora el mundo de los indios.

Óscar también felicita a su amigo.

—Siempre te he dicho que en el fútbol no explotas todas tus aptitudes. Si te vinieras con nosotros, seguro que ganaríamos todos los años.

—Gracias, pero acabo de ganar un campeonato con los Cebogoles —contesta Dani.

—¡Pues precisamente por eso! Con los Cebolletas ya lo has ganado casi todo, ¿por qué no vuelves a jugar al baloncesto este año?

A diferencia de sus amigos, Nico se lo toma con más calma y ha retado a don Calisto a una partida de ajedrez. Hace mucho calor y, aunque por entre las ramas del gran pino se cuela una brisa refrescante, el viejo párroco se ha atado un pañuelo al cuello y resopla sin parar, mientras se ventila con un abanico.

La partida dura ya más de una hora cuando el cura pregunta con cara de sorpresa:

—¿Qué pintan aquí los tomates?

—No he dicho «tomates», padre, he dicho «jaque mate»...

Don Calisto, que tiene algunos problemillas de oído, observa con atención los peones en el tablero, cierra el abanico y resopla por última vez.

—Me has vuelto a ganar, genio...

Un poco más lejos, en el centro del campo de fútbol pequeño, João mira a su alrededor y comenta:

—¿Estamos en la parroquia o en las Olimpiadas?

—¿Qué quieres que te diga? —contesta Tomi—. Yo he intentado montar un partidito, pero parece que el fútbol ya no está de moda...

—Si hubieran vuelto las gemelas, seguro que habrían jugado.

—En realidad ya han vuelto, pero las he visto un poco raras.

—¿Qué quieres decir? —pregunta el brasileño.

—No sé por qué no se han acercado todavía a la parroquia y, cuando las he llamado, me ha parecido que se hacían las misteriosas...

—A lo mejor están tristes por el final de las vacaciones. A mí me pasa siempre cuando me voy de Brasil.

—Y, encima, ni siquiera está Fidu —observa Tomi—. Sé que volvía ya de la playa, dentro de poco andará por aquí.

—No pasa nada. Si no quiere jugar nadie, echamos el partidito tú y yo.

—Vale. ¡Para nosotros el fútbol siempre estará de moda!

Así que Tomi y João inician un duelo apasionante. Las reglas son muy sencillas: no pueden entrar en el campo contrario y el primero en marcar tres goles gana.

El truco consiste en lograr el equilibrio apropiado entre ataque y defensa. De hecho, cuanto más te acercas a la línea del medio del campo más posibilidades tienes de meter gol, pero también de encajarlo, porque si el rival recupera el balón tiene la portería vacía.

De ahí que los dos amigos empiecen con cierta prudencia. Disparan de lejos, sin dejar de defender su portería. El primero que intenta adelantarse en el marcador es João: echa a correr hasta el centro del campo y suelta un trallazo con la zurda. La pelota choca contra el larguero y rebota contra la línea de meta, sin entrar en la portería. El capitán coge el balón, lo coloca en el suelo, avanza unos metros y suelta un tiro delicado. João trata de recuperar su puesto, pero le supera la parábola, que acaba su recorrido con suavidad al fondo de la red.

—¡1-0! —El capitán lo celebra alzando los brazos al cielo.

João se acerca otra vez a la línea del centro en busca del empate. Levanta la pelota, la deja rebotar en el muslo y luego suelta un cañonazo con el empeine.

Tomi despeja el trallazo con los puños y persigue el esférico para evitar que vuelva a João, aunque calcula mal. Estaba seguro de que lo alcanzaría, pero cuando llega al medio del campo ya está entre los pies del brasileño.

—¿No serás capaz de disparar a puerta vacía? —pregunta el capitán en un intento de convencer a su contrincante—. Estoy seguro de que un buen amigo como tú me dejará volver entre los palos antes de disparar.

—Pues estás muy equivocado —responde João, que, con una risita maliciosa, cuela el

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