Wonder - La lección de August (edición ilustrada con capítulos extra)

R.J. Palacio

Fragmento

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El día que cumplí ocho años, recuerdo haber soplado las velas y haber pedido un deseo: tener el mismo aspecto que los otros niños. Mi deseo, sin embargo, nunca se cumplió.

No me sentía como los otros niños. Pensaba que era diferente. Nací con labio leporino, pérdida auditiva y ceguera en el ojo izquierdo. Empecé a llevar audífono a los tres años. Me sometí a seis operaciones, años de ortodoncia y logopedia. Cuando era pequeña, la gente se me quedaba mirando. Casi siempre me sentaba sola en el comedor del colegio o en el autobús escolar. En clase de gimnasia, era la última persona a la que elegían mis compañeros cuando había que formar equipos. Se burlaban de mí, una y otra vez, y me llamaban cosas crueles, como «piojosa». Nunca, ni siquiera hoy, he olvidado esos momentos.

Aunque la vida me ha planteado muchos retos, siempre he hecho lo que me he propuesto. Cuando era apenas un bebé, un neurocirujano les dijo a mis padres que nunca podría montar en bici, pero gracias al inquebrantable apoyo de mi familia y a mi perseverancia, le demostré que estaba equivocado: monto en bici, conduzco, esquío y hago otras muchas cosas.

A los veintipocos años entré a formar parte de Inner Faces, un grupo de jóvenes con diferencias craneofaciales. Me cambió la vida. Siempre había querido encajar —ser como los demás niños— y, de repente, estaba rodeada de un grupo de personas que, al igual que yo, tenían diferencias faciales. Eso me obligó a enfrentarme a cosas de las que había estado huyendo durante buena parte de mi vida. Y daba miedo. No quería admitir que mi aspecto era diferente ni que la vida me resultaba muy difícil. Mi lema era repetir que todo iba «bien».

Inner Faces escribió un musical titulado Let’s Face the Music. En colaboración con una directora y compositora visionaria, Elizabeth Swados, y nuestra mentora, Jodie Berlin Morrow, contamos la historia de nuestra vida y lo que había significado para nosotros crecer con diferencias faciales. En un poderoso ejercicio, nos miramos al espejo y contamos lo que veíamos. Representamos la función en el One Dream Theater de Nueva York. Era la primera vez que subía a un escenario y contaba mi experiencia y, a pesar de ello, seguía sin tener la sensación de ser yo misma o de haber encontrado mi voz en el mundo.

Hace ocho años, encontré el trabajo de mis sueños. Me contrataron como directora de Programas Familiares en myFace, una organización benéfica dedicada a los niños con diferencias craneofaciales. MyFace lleva setenta años trabajando con pacientes y familias para proporcionarles cuidados asistenciales completos. Nos esforzamos día a día por ofrecerles apoyo y formación, pero también por sensibilizar a la opinión pública.

Supe entonces que deseaba hacer todo lo que estuviera en mis manos para que los niños con diferencias craneofaciales tuvieran una vida más fácil que la mía. Para que ninguno de ellos tuviera que pasar por lo que yo había pasado.

Poco después de empezar a trabajar en myFace, se publicó Wonder y lo leí de un tirón. Por fin había un libro con el que me sentía identificada desde la primera página. Jamás olvidaré las palabras de Auggie Pullman:

«Si me encontrase una lámpara maravillosa y solo le pudiese pedir un deseo, le pediría tener una cara normal en la que no se fijase nadie. Pediría poder ir por la calle sin que la gente apartase la mirada al verme».

Auggie me devolvió al deseo que había pedido en mi octavo cumpleaños.

Wonder me cambió la vida en muchos sentidos. Me dio permiso para compartir mi historia. El libro reflejaba todo lo que yo había sentido durante tanto tiempo.

Tanto me inspiró Wonder que creé una guía de lectura para el libro y luego, en myFace, elaboramos un programa para presentarla en los colegios. Empecé a visitar colegios y a dar charlas para miles de alumnos. He hablado en más de 150 centros, ante más de 40.000 estudiantes.

Por fin había encontrado mi voz. Como Auggie, hablé de elegir la amabilidad, no solo en los actos sino también en las palabras. Revelé lo mucho que me habría gustado que alguien alzara la voz por mí, que alguien fuera defensor y no solo espectador. Me encanta la palabra «defensor». Para mí significa que, cuando presenciamos una injusticia o una situación de acoso, nos alzamos para impedirlo. Que cuando vemos que alguien está solo en el comedor de una escuela, nos sentamos con esa persona. Que cuando vemos que se están metiendo con algún niño entre clase y clase, lo alejamos de esa situación y le preguntamos si quiere que vayamos juntos a clase. Una simple sonrisa o un simple saludo pueden cambiarlo todo cuando vemos a alguien que está solo.

En una ocasión, mientras presentaba la guía en un colegio y mostraba mi audífono a los chicos, un niño levantó la mano y me contó, emocionado, que él también llevaba audífono. Me dijo que, hasta entonces, nunca había conocido a nadie que usara un aparato como el suyo.

En otra ocasión, mientras yo afirmaba lo mucho que me hubiera gustado tener más defensores en mi vida, un niño levantó la mano. Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, confesó que la semana anterior había visto a unos alumnos burlarse de otro chico. Habló de lo mucho que lamentaba su decisión de no haber intervenido y añadió que, a partir de ese momento, se sentía motivado para defender a los demás y hablar en su favor cuando fuera necesario.

A lo largo de los años, hemos regalado muchísimos ejemplares de Wonder a las familias que forman parte de myFace. Este libro no solo ha cambiado mi vida, sino también las vidas de otros muchos miembros de nuestra comunidad. Estos son algunos fragmentos de las cartas que nos han enviado:

De Dahlia Varghese, que nació con síndrome de Crouzon y que, como Auggie, tiene una extraordinaria hermana llamada Olivia:

«Leer la historia de Wonder me ayudó a sentirme menos sola. Wonder ofrece una voz y una tribuna a las personas como yo, que la mayoría de las veces evitamos ser el centro de atención. Wonder abre una puerta a conversaciones sobre el trato o, mejor dicho, maltrato que reciben en el colegio y en otros muchos sitios las personas con diferencias craneofaciales, o cualquier otro tipo de diferencia. Nos acompaña en el viaje para conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás en un mundo extraordinario».

De Taina Contreras:

«Lo mismo que a Auggie, a mí me costaba encajar con los otros niños, sobre todo cuando cambiaba de colegio. Tenía miedo de que nadie quisiera hablar conmigo debido a mi aspecto. Pero me equivocaba, porque yo también encontré a mis «Charlotte y Jack Will». Estoy tan agradecida de que se haya publicado un libro tan increíble y que haya llegado a tantas personas... Ahora, los niños con diferencias craneofaciales tienen su propia voz y pueden hacerse escuchar».

De Margaret Shair:

«[Wonder] ha concienciado a la gente sobre la comunidad que formamos las personas con anomalías craneofaciales. También otorga una voz real a todos los personajes del libro. He visto reflejados muchos rasgos de mi familia en los padres y la hermana de Auggie. También me he identificado con Auggie en su forma de afrontar su mundo y sus amistades, y en su lucha por conciliar la forma en que los demás lo ven con la forma en que

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