Pepa Pistas miraba a uno y otro lado de la calle. Faltaban pocos minutos para que abrieran el auditorio y Maxi Casos todavía no había llegado. A su lado, Dani Dado comía palomitas y Lily Nanas sacaba fotos a Cristina Lío y Luci Crestas en el photocall que los organizadores habían preparado. ¡Todos se habían vestido para la ocasión!
–¿Os saco una? –Lily se volvió hacia Pepa y Dani.
–¡Sí! –Dani parecía entusiasmado.
En el mismo instante en que Lucy disparó la cámara se escuchó el gruñido de una mujer que inesperadamente cruzó el photocall y los sobresaltó.
Las palomitas de Dani volaron por los aires, el cartel cayó al suelo y la foto…
–¡Uy! Ha salido movida –se lamentó Lily, y la entregó a su amigo.
–¿Me la guardas? –Dani le dio la instantánea a Pepa y se apresuró a recoger las palomitas del suelo–. ¡Qué mala suerte! Con lo ricas que estaban…
Las puertas del auditorio se abrieron enseguida. Dani tiró el cucurucho a la papelera y se dispuso a entrar con sus amigas.
–¿Y Maxi? –preguntó Cristina al darse cuenta de que no estaba.
Pepa se encogió de hombros. ¡No tenía ni idea!
–Está al llegar. –Pepa se detuvo. ¿Quizá deberían esperarlo un poco más?
–Ezto eztá hazta loz topez. ¡Rápido o noz quedamoz zin zitio! –ordenó Luci.
La sala estaba llena a rebosar y los únicos asientos que quedaban libres eran los de la última fila.
Pepa, Dani, Cristina, Luci y Lily se apresuraron a ocuparlos. ¡Pero desde donde estaban apenas veían el escenario!
–Vayamos a buscar alzadores de butaca –susurró Cristina.
Antes de que pudieran ir, las luces de la sala se apagaron y de los altavoces sonó una música ensordecedora acompañada de una voz aguda que anunciaba el inicio de la presentación.
–Será mejor que no nos movamos –sugirió Lily.
Pepa intentó escudriñar en la oscuridad. ¿Dónde estaba Maxi? ¿Y si había entrado detrás de ellos? ¡No podía andar lejos!
Justo en ese momento, Maxi apoyaba su bicicleta en la fachada del auditorio y se disponía a entrar.
–Si no te hubieses caído de la camilla de la consulta de la señora Pistas, habríamos llegado a tiempo –murmuró a su mascota.
¡Iccc!, Mouse asomó el hocico. Tenía un enorme chichón en la cabeza.
–No me vengas con excusas. Era un pinchacito de nada y al final te han tenido que curar un coscorrón –murmuró Maxi.
Decidido, se dirigió hacia la sala, pero cuando estaba a punto de entrar, el acomodador le salió al paso:
–¡No hay but