Introducción
Imagina que te quitas la camiseta, te miras en el espejo y te ves con cero barriga.
No con una barriguita, ni siquiera una diminuta, nada de buche, ni flotador, ni michelines.
Cero barriga. Un estómago plano y tenso donde antes solía estar blando.
La mayoría hace tiempo que abandonamos ese ideal. Hemos aceptado la grasa de la barriga como un lastre inevitable, un compañero de por vida, parte de lo que significa ser un ser humano normal.
¿Cero barriga? Eso es para los que aparecen en las portadas de las revistas, los que tienen entrenadores y nutricionistas personales y máquinas de liposucción personales en el sótano de sus mansiones de Beverly Hills. ¿Qué hay de la gente normal como tú y como yo? Siempre sufrimos la cruda realidad cuando tenemos que ponernos el bañador, sentimos cierto descontento con la panza que rodea la cintura, tenemos más probabilidades de sufrir las consecuencias para la salud del aumento de peso no deseado. Es así.
Pero no es verdad. No tenemos por qué vivir así.
Como editor de nutrición y bienestar de ABC News, director editorial de Men’s Fitness y ex director de las revistas Men’s Health, Women’s Health y Prevention, he pasado toda mi carrera estudiando la grasa en la barriga: de dónde viene, qué nos puede provocar y cómo podemos combatirla. He viajado literalmente por todo el planeta informando sobre la grasa: desde publicar revistas de deporte y nutrición en Europa y África hasta cubrir los hábitos de los atletas olímpicos en Beijing. Probablemente soy el que más sabe del mundo sobre tu barriga.
Esto es lo que sé: no hay mayor amenaza para ti y tu familia —para tu salud, tu felicidad, incluso para tu futuro económico— que ese pedazo de grasa que se ha subido a tu regazo y se ha instalado junto a tu estómago. Es un torpedo dirigido al torso, un misil lanzado al tórax. Es un organismo vivo y en continuo crecimiento cuyo único objetivo es destrozarte la vida.
Por eso he diseñado el programa definitivo para que desaparezca.
Cero barriga: ese es el objetivo.
Y este es el plan.
LA PROMESA CERO BARRIGA
Si yo fuera un gurú sabio y canoso sentado en la cima de una montaña del Himalaya y tú viajaras por medio mundo en busca de mi sabiduría, probablemente te sorprendería lo que te he dicho. Mi único secreto para llevar una vida mejor —una vida más sana, rica y feliz— no es «Pasa más tiempo con tus amigos», «Haz lo que te gusta», «Encuentra tu energía superior» o «Pon más dinero en tu plan de pensiones». El mío es: «Deshazte de la barriga». En el bienestar físico, emocional, económico y espiritual, la grasa de la barriga es más dañina de lo que imaginas.
La grasa de la barriga —lo que los científicos llaman «grasa visceral»— es la más peligrosa que existe: para el corazón, para el cerebro, para tu vida amorosa e, incluso, para la cartera. Los millones de células enemigas que contiene tu barriga son más malvadas de lo que los conspiradores de la serie Homeland llegarían a soñar jamás, y demuestran la misma dedicación para conseguir que fallezcamos. Entenderlas, saber de dónde vienen, qué hacen y cómo combatirlas puede ser la información más importante sobre salud y deporte que recibirás en tu vida.
La base científica que demuestra la relación entre la grasa de la barriga y el declive general de la salud personal se ha consolidado durante la última década, y los estudios son claros. Si permites que esa grasa se quede ahí, apalancada en tu regazo, creciendo y haciéndote sentir peor, no hay duda de cuáles serán las consecuencias: vivirás menos años (también menos años felices) y dilapidarás los ahorros combatiendo el daño que la barriga hace a tu salud y tu bienestar.
Pero hay una respuesta, una manera de cambiar tu destino y vivir más tiempo, más delgado y más feliz. Y la tienes en tus manos.
Es la promesa de CERO BARRIGA, el primer programa para reducir la grasa abdominal de forma radical, y no con los clásicos métodos para perder peso que restringen las calorías, sino «desactivando» de verdad los genes de la grasa y acabando con la inflamación que los vuelve a activar.
Tus genes son tus genes, no se pueden cambiar, pero sí cómo se expresan. Tal y como dice Alfredo Martínez, profesor de ciencias de la alimentación y nutrición en el Departamento de Fisiología de la Universidad de Navarra, tu código genético personal «es como la letra de una canción. No puedes cambiar la letra, pero sí cómo se toca la canción —la velocidad, el ritmo y el volumen— cambiando la dieta». (Nadie mejor que un europeo para que la grasa de la barriga suene a ópera.) Si tus genes de la grasa suenan a Metallica, este plan puede convertirlos en Mozart.
¡ÉXITO CERO BARRIGA!
MARTHA CHESLER, 52 años
Perdió 9,5 kilos y 17 centímetros en seis semanas
«¡Era fantástico saber que se estaban produciendo mejoras importantes en la salud que yo ni siquiera veía!»
Durante años, esta profesora de Ohio lo intentó con varias dietas, pero le parecían restrictivas, difíciles de seguir y le quitaban la energía. CERO BARRIGA hizo que perder peso fuera fácil. Sin tener que contar calorías ni medirlo todo, Martha consiguió no obsesionarse con su objetivo y empezar a bajar kilos con facilidad. «Vi los resultados de inmediato —afirma—. Me siento mejor física y emocionalmente y quería seguir teniendo esa sensación.» Y lo hizo. En menos de seis semanas siguiendo el programa, Martha perdió más de 9 kilos y unos impresionantes 17 centímetros de cintura. Pero la mejor noticia tenía que ver con la salud de su corazón. Antes de empezar el plan CERO BARRIGA, su frecuencia cardíaca solía ser de 112 latidos por minuto (lpm) en el momento en que empezaba su programa de ejercicios de bicicleta. «Al cabo de una semana y media ya había perdido 4,5 kilos, y con los mismos ejercicios mi ritmo cardíaco no subía de 96 lpm. Era genial saber que estaban pasando cosas buenas que yo ni siquiera notaba.»
Además, los resultados serán rápidos, tangibles y duraderos. En solo seis semanas perderás hasta 17 centímetros de cintura y reducirás el riesgo estadístico de morir de diabetes, enfermedades cardíacas o derrame cerebral en un 80 %. Piensa en la historia de Martha Chesler de la página anterior y su viaje hacia la CERO BARRIGA.
A medida que esos genes que acumulan grasa vayan quedando silenciados, te enseñaré a medir las mejoras en la salud, igual que mides la barriga que se encoge, usando nuevas tecnologías que te proporcionarán la imagen más precisa posible de tu bienestar personal.
Estos nuevos conocimientos científicos son la base de CERO BARRIGA. Los alimentos y las bebidas CERO BARRIGA están diseñados para desarmar los genes de la grasa, alterar tu destino genético y dar marcha atrás en la diabetes y la obesidad. Un estudio de 2013 publicado por Journal of Physiology and Biochemistry descubrió que, incluso después de seguir una dieta rica en grasas y azúcares —y de ganar el peso y la grasa abdominal que comporta—, el cambio a una dieta sana puede revertir los cambios genéticos inducidos por una dieta poco sana en solo diez semanas.
Imagínatelo: ¡un plan que puede eliminar 5 kilos o más en dos semanas y modificar tu destino genético en menos de doce semanas!
UN VIAJE PERSONAL HACIA LA PÉRDIDA DE PESO
Soy un ferviente admirador de los beneficios del plan CERO BARRIGA, y no solo por el efecto que ha tenido en la vida de otras personas; también ha marcado un antes y un después en mi propia vida. Digamos que no siempre he estado del todo sano o en forma. Alcancé la mayoría de edad en la década de 1980, justo cuando la crisis de la obesidad empezaba a extenderse, y yo me expandí con ella.
Lo llamaron «los grandes ochenta» porque de repente todo era más grande: el pelo, las hombreras y, lo más importante, la comida. En 1980, una cadena norteamericana de supermercados, 7-Eleven, introdujo el refresco de 1,2 litros Big Gulp, y la marca Hershey’s sacó su primera barra de chocolate extragrande. Dos años después, Coca-Cola compró Columbia Pictures y empezó a colocar sus bebidas y productos de alimentación en todas sus películas.
Al mismo tiempo, McDonald’s empezó a preguntar: «¿Le gustaría cambiarlo por el tamaño extragrande?», y yo siempre decía: «¡Claro!». A los 14 años ya tenía 96 kilos de grasa adiposa adolescente en mi figura en crecimiento de 1,78 metros. No era el único: el Servicio de Estudios Económicos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos estima que la ingesta diaria de calorías por persona aumentó en un 24,5 %, o en unas 530 calorías, entre 1970 y 2000.
Sin duda, estar gordo me hacía sentir mal. Se reían de mí y me costaba hacer amigos y conseguir citas. Mi peso empeoró tanto que el entrenador del equipo de lucha del instituto me reclutó para, literalmente, sentarme encima de los contrincantes al final de los combates. Aun así, cuando todo me superaba, tenía un amigo fiel esperando al otro lado de la puerta de la despensa. Solo tenía que abrir otra bolsa de Doritos y sumergirme en ese placer naranja fluorescente, o acercarme al centro comercial y seguir mi olfato hasta la heladería. La comida era mi refugio cuando me sentía mal.
Sin embargo, en mi fuero interno sabía que esa no era forma de vivir. Sabía que tenía mal aspecto, que no me sentía bien conmigo mismo. Lo que no sabía es que si no cambiaba, iba directo al desastre físico, emocional e, incluso, económico.
Necesité una tragedia para despertar.
CÓMO LA GRASA ME DIO UNA PATADA EN EL INTESTINO
A una edad todavía joven, los 52 años, mi padre falleció de un derrame cerebral repentino y masivo. Siempre había estado grueso, pero se había inflado hasta la obesidad en la década de 1980, igual que yo, que era su hijo. Tenía los mismos «genes de la grasa» que él. ¿Ese era mi destino?
Aunque ya había empezado a combatirla —pasando por un entrenamiento básico en la Marina y corriendo maratones a los veintipocos años—, la amenaza de la obesidad siempre acechaba en mi cabeza, incluso antes de la muerte de mi padre. Entrenaba duro, todos los días, para mantener el peso a raya, y me gustaba mi aspecto, pero no era mi deseo tener que correr 42 kilómetros para conseguirlo.
Sabía que no quería vivir como un corredor de maratones o un deportista obsesivo. Sí, aún me gusta hacer deporte todos los días, pero ahí fuera hay un mundo por descubrir, y es difícil verlo todo cuando no paran de caerte gotas de sudor en los ojos.
Lo más importante que me hizo ver la muerte de mi padre es que el exceso de peso —sobre todo el exceso de grasa en la barriga— iba más allá de la vanidad. La grasa abdominal puede ser la principal causa de enfermedades cardíacas, apoplejía, diabetes y cáncer en Estados Unidos, y fomenta en gran medida la epidemia del Alzheimer, la depresión e incluso enfermedades inflamatorias y autoinmunes. De hecho, nuevos estudios indican que la grasa de la barriga es muy distinta de otros tipos de grasa. Se forma a partir de un conjunto de células madre distinto del tejido adiposo situado en otras partes del cuerpo, y sus acciones las desencadenan los genes de la acumulación de grasa que se activan y aumentan de volumen gracias a nuestro estilo de vida, tan propenso a la comida rápida y el estrés. Una vez activados estos genes, la grasa visceral actúa como una fuerza invasora que intenta conquistar nuestro cuerpo.
Una cosa me quedó clara: la grasa de la barriga mató a mi padre.
Y yo iba a encontrar la manera de combatirla.
APUNTAR AL ENEMIGO
Así empezó mi odisea para hallar una cura de la grasa de la barriga.
Hace diez años escribí un libro muy popular llamado La dieta abdominal que supuso una revolución en la forma de diseñar dietas.
¡CERO SACRIFICIO!
JUNE CARON, 55 años
Perdió 5 kilos en dos semanas
«Para mí, CERO BARRIGA es un placer, una celebración de los alimentos sanos, sabrosos, maravillosos, coloridos. ¡Me siento muy mimada!»
La dieta abdominal fue el primer libro que explicaba con todo detalle cómo los alimentos que crean músculo y son ricos en proteínas y fibras, además de contar con una gran cantidad de nutrientes —los mismos alimentos que forman los abdominales—, también eran armas cruciales contra la grasa de la barriga. Asimismo, explicaba que «seguir una dieta» era lo peor que podías hacer si querías perder peso.
Hace siete años saqué la serie Eat This, Not That! («¡Come esto, no eso!») que enseñaba cómo perder cantidades enormes de peso ingiriendo nuestros alimentos favoritos en las cadenas de restaurantes y establecimientos de comida rápida más populares de Estados Unidos. Llegó a tener más de doce libros y enfadó a muchos comercializadores de comida —recibí tantas cartas del tipo «Para o te denuncio» que dejé de contarlas—, pero al final la industria de la alimentación se dio cuenta de que la única manera de afrontar la ola de conciencia del consumidor que se avecinaba era conocer el programa.
Tanto La dieta abdominal como Eat This, Not That! ayudaron a millones de estadounidenses a perder decenas de millones de kilos, y cambió la manera de comer hoy en día. Gracias a la mayor conciencia de las calorías ocultas y los aditivos que contiene la comida, las cadenas de restaurantes de todo el país cedieron a la presión del público y del gobierno y empezaron a publicar el contenido nutricional en páginas web y en sus tiendas. ¿Con qué resultado?: realmente hemos frenado la obesidad. En 2013, por primera vez desde que las agencias gubernamentales empezaron a hacer un seguimiento de estas tendencias, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) registraron una disminución de la obesidad infantil entre los niños más desfavorecidos. En diecinueve estados se detectaron descensos mensurables, y en la gran mayoría de los demás estados no se produjo un incremento, tras décadas en que las tasas de obesidad iban en aumento.
Aun así, la guerra todavía no se ha ganado del todo.
Gran parte de los estudios relativos a la grasa en la barriga que aportaban esos primeros libros estaban en sus etapas iniciales. Sabíamos que la grasa visceral —la que se sitúa debajo de los músculos del estómago y envuelve los órganos internos— tiene funciones bioquímicas perjudiciales para el cuerpo humano, casi como un parásito que intenta matar a su anfitrión. Sin embargo, contábamos con poca información sobre cómo opera, cómo crea esas sustancias químicas y qué nos hacen exactamente. Hasta ahora.
Hoy en día sabemos que la acumulación de grasa se activa, en gran medida, gracias a una serie de marcadores de nuestros códigos genéticos individuales. Algunos portamos una serie de genes vinculados a desórdenes en el metabolismo, como la diabetes y la obesidad; otros tienen una tendencia genética más baja a presentar esos problemas de salud. En cuanto se activa el interruptor de nuestros genes de la grasa, corremos un gran riesgo de ganar peso y todos los problemas de salud que esto conlleva, y por mucho ejercicio que hagamos o por mucho que restrinjamos las calorías, no lograremos invertir del todo ese rumbo. (Por eso tanta gente sigue sin perder peso pese a seguir una dieta y hacer deporte como un loco. ¡Eureka!) El activador número uno de nuestros genes de la grasa es la dieta, sobre todo la falta de ciertos nutrientes.
También hemos descubierto más aspectos de la grasa de la barriga: cómo se forma y cómo se comporta. Una célula de grasa visceral es distinta a todas las demás células del cuerpo, sean de grasa o de otro tipo. El tejido adiposo visceral ni siquiera procede del mismo conjunto de células madre que otro tipo de grasa, evoluciona de una manera completamente distinta. A medida que va ganando terreno en tu interior, va escupiendo niveles cada vez mayores de adipocinas, una serie de sustancias bioquímicas que provocan daños terribles en la salud. Las adipocinas aumentan la presión arterial, con lo que se incrementa el riesgo de sufrir una embolia; reducen la sensibilidad a la insulina, que desemboca en diabetes; aumentan la inflamación, lo que aumenta el riesgo de todo, desde el Alzheimer hasta la artritis, pasando por la psoriasis y el cáncer. Además, alteran la respuesta hormonal, erosionan el tejido muscular, aumentan el riesgo de sufrir una depresión y destrozan el deseo sexual. Atacan y dejan cicatriz en el hígado, lo que puede provocar una cirrosis, cáncer y, en última instancia, insuficiencia hepática.
Esto es lo que hace la grasa visceral. Este es el enemigo, y no se anda con chiquitas.
Sin embargo, durante los últimos años los estudios han aportado importantes avances, una base científica que nos muestra cómo controlar, de una vez por todas, nuestro torso. Estos nuevos descubrimientos científicos hacen que CERO BARRIGA sea tan revolucionaria. En este libro descubrirás cómo determinados alimentos provocan cortocircuitos en nuestros genes de la grasa, desactivan las partes de nuestro ADN que provocan el aumento de peso y activan nuestros cuerpos para que quemen grasa y no la almacenen. De hecho, seguir una dieta adecuada puede hacer que levantes el pie del acelerador de los genes de la grasa y provoques un cambio radical en el aumento de peso para así, durante el proceso, cambiar tu destino genético. Ninguna dieta ha atacado jamás el aumento de peso desde la perspectiva genética. CERO BARRIGA sí lo hace.
También aprenderás el poder de una digestión correcta y su papel en la lucha contra la inflamación —una de las causas del aumento de peso que a menudo pasa desapercibida—, y cómo nos hace parecer y sentir más delgados y sanos. Muchos de los alimentos que conforman la base de las dietas populares —desde la dieta Shred hasta la Atkins, pasando por la Dukan o la South Beach— tienen un alto contenido en lactosa (el azúcar que se encuentra en los productos lácteos) y gluten (la proteína del trigo). Es cierto, esos alimentos son una de las mejores fuentes de calcio y magnesio, que sirven para crear musculatura, además de proteína y fibra, que queman grasas. No obstante, cada vez somos más los que descubrimos que somos sensibles a esos ingredientes, y nuevos estudios demuestran que incluso gente que no está considerada intolerante al gluten puede tener una reacción inflamatoria que promueve la grasa si come demasiado trigo. De hecho, un impactante estudio reciente demuestra que la manera de digerir los alimentos y el modo en que actúan los microbios que viven en el intestino pueden alterar la acción de los genes y hacer que acumulemos o quememos grasas. (No te imaginabas que tenías un hotel de microbios en tu interior, ¿verdad?)
A medida que aparecía esta nueva base científica —muchos de los estudios más importantes sobre genética y nutrición se realizaron en 2013 y 2014, y ahora empiezan a llegar a la comunidad científica— se constataba que Estados Unidos subía por una de las pendientes de la montaña que supone la pérdida de peso con todas esas dietas estándar, mientras que bajaba por la otra con la inflamación, los temas de salud digestiva, una programación metabólica imparable de base genética, y el aumento de peso resultante de no haber abordado ninguno de estos aspectos como correspondía. Necesitábamos un plan para perder peso que ayudara a crear músculo, quemar grasas, potenciar una digestión adecuada y atacar la grasa de la barriga en el plano genético, sin exponernos a grandes niveles de ingredientes inflamatorios que aumentaran el peso, como los que incluyen las dietas habituales.
Por este motivo, el plan CERO BARRIGA es tan oportuno, tan importante, tan revolucionario. Es muy eficaz, fácil, delicioso y divertido de seguir porque está hecho con comida de verdad: carnes como pollo o ternera, y pescado; fruta fresca; incluso una cantidad moderada de chocolate. Es baja en grasas saturadas y en azúcares (incluidos los naturales), proporciona niveles moderados de proteínas (principalmente de plantas) y es rica en fibra y grasas sanas no saturadas. Disfrutarás de tres comidas y dos tentempiés (incluida una deliciosa bebida CERO BARRIGA) al día, centrados principalmente en alimentos de base vegetal hasta la cena. Con CERO BARRIGA nunca pasarás hambre.
No, no tendrás que calcular cada caloría que comas. Y no, no tendrás que matarte con extenuantes entrenamientos. CERO BARRIGA te enseñará a conseguir un cuerpo delgado y fuerte y a deshacerte de la grasa de la barriga sin sacrificios inútiles. El resultado: perder peso será más fácil, rápido, duradero y, si me permites decirlo, más sabroso de lo que crees.
¡CERO ESFUERZO!
BOB McMICKEN, 51 años
Perdió 15 centímetros de cintura y 12 kilos
en seis semanas
«Me gustó que hubiera un menú ya hecho y fácil de seguir. El plan era detallado, las bebidas estaban ricas, ¡y ni siquiera tuve que hacer ejercicio!»
EL CAMINO FÁCIL HACIA LA CERO BARRIGA
La dieta CERO BARRIGA es diferente a todas las demás. Constituye un enfoque único de la pérdida de peso que ataca la grasa de la barriga de tres maneras:
• Primero, enciende la mecha del metabolismo activando el mecanismo natural del cuerpo para la quema de calorías, dirigido específicamente a la grasa de la barriga. El plan CERO BARRIGA da rienda suelta al poder de la proteína, la fibra y las grasas sanas para quemar calorías, fomentando el crecimiento de la musculatura y potenciando al máximo los efectos termogénicos del acto de comer, es decir, el efecto de quemar calorías derivado del proceso de digerir comida en sí. La proteína, la fibra y la grasa requieren más energía para su digestión que los carbohidratos simples, así que quemarás más calorías comiendo más comida sana. Estos tres «macronutrientes» estimularán las hormonas naturales de la saciedad que tenemos en el cerebro para que te sientas lleno mientras eliminas la porquería de tu dieta.
• Segundo, este plan ataca la inflamación en todo el cuerpo activando el sistema natural de defensa de la salud del aparato digestivo, que disminuye la hinchazón, facilita la digestión y aplana el estómago con una rapidez impresionante. Si bien la dieta CERO BARRIGA no prescinde estrictamente de los lácteos o el gluten, reducirá de forma considerable la ingesta de lactosa (el azúcar natural de los productos lácteos), el gluten (la proteína del trigo) y la grasa saturada de origen animal, y eliminará los aditivos y los conservantes que causan la inflamación. En cambio, llenará el cuerpo de alimentos nutritivos que permitirán una cura digestiva, un mejor equilibrio de las bacterias saludables del intestino y la liberación de compuestos naturales que combaten la inflamación