Proyecto Nocilla

Agustín Fernández Mallo

Fragmento

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Portadilla

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Cita

Nocilla dream

Cita

Nocilla dream

Nota

Nocilla experience

Dedicatoria

Nocilla Experience

Nocilla lab

Citas

Parte 1. Motor automático de búsquedas

Parte 2. Motor automático

Parte 3. Motor (Fragmentos encontrados)

Retrovisor (nota final), por Julio Ortega

Aclaraciones y créditos

Sobre el autor

Créditos

Grupo Santillana

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Existe una enorme cantidad de datos observacionales a los que todavía hay que dar sentido. Y esto sería así incluso si no se hicieran más experimentos.

El camino a la realidad, ROGER PENROSE, 2006

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—¿Has vuelto a leer algún libro de Raymond Carver?

—¿Leer? No, no leo, no (se pone a reír inesperadamente). Veo muchos DVDs.

Entrevista a Daniel Johnston, Rockdelux, n.º 231

Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiéramos.

MARGUERITE DURAS

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1

Podemos definir los ordenadores como máquinas de triturar números. Podemos pedirles que nos den la posición exacta dentro de 100 años de un satélite, o que pronostiquen las subidas y bajadas de la bolsa por un período de un mes. Nos darán la información en pocos segundos. Pero tareas que no revisten complejidad para los seres humanos, como reconocer rostros o leer textos escritos a mano, resultan muy difíciles de programar y de hecho aún no están satisfactoriamente resueltas. Parece ser que nuestra red de neuronas cerebrales sí contiene los mecanismos necesarios para realizar esas operaciones. De ahí el interés en crear computadoras inspiradas en el cerebro humano.

B. Jack Copeland & Diane Proudfoot

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En efecto, técnicamente su nombre es US50. Está en el estado de Nevada, y es la carretera más solitaria de Norteamérica. Une las localidades de Carson City y Ely atravesando un desierto semimontañoso. Una carretera en la que, hay que insistir, no hay nada. Exactamente nada. 418 km con 2 burdeles en cada extremo. Conceptualmente hablando, en todo el trayecto sólo una cosa recuerda vagamente a la presencia humana: los cientos de pares de zapatos que cuelgan de las ramas del único álamo que allí crece, el único que encontró agua. Falconetti, un exboxeador que venía de San Francisco, se propuso hacerla a pie. Había llenado la mochila verde del ejército con mucha agua y un mantel para extenderlo en las cunetas a la hora de comer. Entró en una tienda de comestibles de Carson City, un supermercado con 5 estanterías, cortas, ridículas, Un muñón si esas 5 estanterías fuesen 5 dedos, pensó. Compró pan, una gran cantidad de sobres de buey liofilizado y galletas de mantequilla. Comenzó a caminar hasta dejar atrás el arrabal de la ciudad y entrever al fondo el recorte del altiplano. El asfalto, carnoso, se hundía bajo los 37 °C del mediodía. Pasó de largo ante el Honey Route, último burdel antes de dar comienzo el desierto, y Samantha, una morena teñida que se hacía las uñas de los pies a la sombra del porche, lo saludó de la misma manera que había saludado siempre a coches, peatones y camiones, sin otro propósito que desear la buena suerte, pero esta vez además añadió, ¡Si ves a un tipo en un Ford Scorpio rojo que viaja solo hacia Nueva York, dile que vuelva! Falconetti apretó play en el walkman e hizo como que no la oía. Instintivamente aceleró el paso y hundió aún más el pie en los 37 °C de asfalto. Hacía casi un mes que

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