El mundo de afuera (Premio Alfaguara de Novela 2014)

Jorge Franco

Fragmento

Índice

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Introducción

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Capítulo 44

Capítulo 45

Capítulo 46

Agradecimientos

XVII Premio Alfaguara de Novela

Premio Alfaguara de novela

Premios Alfaguara

Sobre el autor

Créditos

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A Valeria, mi mundo de adentro

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BOLETÍN INFORMATIVO N.º 034

FUERZAS MILITARES DE COLOMBIA

EJÉRCITO NACIONAL

 

Medellín, 9 de agosto de 1971

 

El comandante de la IV Brigada, coronel Gustavo López Montúa, se permite informar a la ciudadanía que el día 8 de los corrientes, a las 18.20, fue secuestrado el señor Diego Echavarría Misas en las inmediaciones de su residencia «El Castillo», en el barrio El Poblado de esta ciudad. El secuestro se produjo cuando el señor Echavarría Misas llegaba a su residencia en compañía de algunos familiares y amigos, siendo interceptado por tres antisociales armados, quienes lo redujeron a la impotencia, intimidando a sus acompañantes, y lo transportaron en el vehículo Jeep Comando de placas L4531 color blanco.

Las autoridades hacen un llamado al espíritu cívico de las gentes de bien de la ciudad de Medellín, y del departamento de Antioquia en general, con el fin de que presten su valiosa colaboración a las autoridades informando oportunamente cualquier indicio que pueda conducir a la localización y rescate de don Diego, y a la captura de los secuestradores.

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1.

Apenas se oye el viento que opaca desde lo alto, como un manto protector, el rumor encajado de las textileras, de la siderúrgica, de buses, carros, motos y hasta del tren que cruza Medellín en sus últimos viajes. La loma del castillo es empinada y se aleja con arrogancia del bullicio diario. Solo tiene dos carriles pavimentados, un poco más anchos que los neumáticos de los carros. Se llama loma de los Balsos porque alguna vez estuvo sembrada de balsos desde abajo hasta la cima. Los aviones sacuden la tranquilidad de la montaña cuando vuelan pegados a la cordillera. Si alguien va en el lado derecho del avión, puede ver desde el aire el castillo y sus jardines. Y si tiene suerte, puede ver a la princesa saludando con la mano a los que vuelan sobre ella.

Abajo, al fondo, el valle se parte en dos por un río que suelta olores y sobre el que revolotean los gallinazos atentos a lo que salga de las alcantarillas. La corriente lenta arrastra basura, excrementos y espumas, y a lado y lado vivimos un poco más de setecientas mil personas en barrios simples y tranquilos. También hay fábricas que ensucian el aire con humo.

Oímos historias de bandidos y de atracos, del robo a una casa donde se llevaron los cubiertos de plata, o de un asalto a un banco, de peleas en las cantinas, de infidelidades, de algún padre que le pegó un tiro a un muchacho que se escapó con su hija, de un demonio que se le apareció a alguien o de un hechizo con el que alguna mujer se sonsacó un marido.

En el vecindario del castillo hay dos colegios para señoritas, una iglesia, un convento donde las monjas venden recortes de hostias, y nuestras casas: amplias y modernas, entre solares y cañadas. A los árboles llegan tucanes de montaña, barranqueros, azulejos, turpiales, tórtolas y colibríes, a los que la princesa también llama picaflores. En las noches nos dormimos con el ruido de las ranas y las chicharras, y en las mañanas nos despierta el jolgorio de los pájaros. Esos sonidos que oímos son los mismos que arrullan y levantan a la princesa.

Llueve en las noches y en el día brotan las flores mientras nosotros corremos por los lotes baldíos, loma abajo, loma arriba. Nos gusta merodear por el castillo, siempre de lejos por miedo a lo que tienen: torres, sótanos, bóvedas y fantasmas, a pesar de que en ellos vivan princesas y reyes. En este de la loma hay una princesa a la que vemos saltar por los jardines, seguida de una señora sin aliento.

¡Isolde, Isolde!, oímos el vozarrón de Hedda cuando la llama. La niña se escabulle por entre

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