Historia del cerco de Lisboa

José Saramago

Fragmento

Contents
Índice
Portadilla
Índice
Dedicatoria
Cita
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Notas
Notas de la conversión
Sobre el autor
Créditos
Dedicatoria

A Pilar

Cita

Mientras no alcances la verdad, no podrás

corregirla. Pero si no la corriges, no la

alcanzarás. Mientras tanto, no te resignes.

Del Libro de los Consejos

01

Dijo el corrector, Sí, el nombre de este signo es deleátur, se usa cuando necesitamos suprimir y borrar, la misma palabra lo dice, y tanto vale para letras sueltas como para palabras completas, Me recuerda una serpiente que se hubiera arrepentido en el momento de morderse la cola, Bien visto, sí señor, realmente, por muy agarrados que estemos a la vida, hasta una serpiente vacilaría ante la eternidad, Vuélvame a hacer el dibujo, pero lentamente, Es facilísimo, sólo hay que cogerle el tranquillo, uno que mirara distraído creería que la mano va a trazar el terrible círculo, pero no, repare en que no terminé el movimiento aquí donde lo había iniciado, pasé al lado, por dentro, y voy ahora a seguir hacia abajo hasta cortar la parte inferior de la curva, realmente, lo que parece es la letra Q mayúscula, nada más, Qué pena, un dibujo que prometía tanto, Contentémonos con la ilusión del parecido, aunque, en verdad le digo, y perdone que me exprese en estilo profético, donde siempre estuvo el interés de la vida es en las diferencias, Qué tiene que ver eso con la corrección tipográfica, Los autores viven en las alturas, no malgastan su precioso saber en displicencias e insignificancias, letras heridas, cambiadas, invertidas, que así clasificábamos sus defectos en la época de la composición manual, diferencia y defecto, entonces, era todo uno, Confieso que mis deleátures son menos rigurosos, un rasgo me basta, confío en la sagacidad de los tipógrafos, esa tribu colateral de la edípica y celebrada familia de los farmacéuticos, capaces incluso de descifrar lo que ni siquiera llegó a escribirse, Y que vengan luego los correctores a resolver los problemas, Sois nuestros ángeles guardianes, en vos nos confiamos, usted, por ejemplo, me recuerda a mi extremosa madre, que me hacía y rehacía la raya del pelo hasta que quedaba como trazada con tiralíneas, Gracias por la comparación, pero, si su señora madre ha muerto ya, más le valía que empezara ahora a perfeccionarse por su cuenta, que siempre llega el día en que hay que corregir más en el fondo, Corregir, corrijo yo, pero las peores dificultades las resuelvo de manera expedita, escribiendo una palabra encima de otra, Ya me he dado cuenta, No lo diga con ese tono, que dentro de lo que cabe, hago lo que puedo, y quien hace lo que puede, No está obligado a más, sí señor, sobre todo, como en su caso, cuando falta el gusto por la modificación, el placer del cambio, el sentido de la enmienda, Los autores enmiendan siempre, somos los eternos insatisfechos, No hay más remedio, que la perfección tiene morada exclusiva en el reino de los cielos, pero el enmendar de los autores es otro, problemático, muy diferente de este nuestro, Quiere usted decir a su modo que la secta revisora gusta de lo que hace, No me atrevo a ir tan lejos, depende de la vocación, y corrector de vocación es fenómeno desconocido, aun así, lo que parece demostrado es que, en lo más secreto de nuestras almas secretas, nosotros, los correctores, somos voluptuosos, Eso sí que jamás lo había oído, Cada día trae su alegría y su pena, y también su provechosa lección, Habla por experiencia propia, Se refiere a la lección, Me refiero a la voluptuosidad, Claro que hablo por experiencia propia, alguna habría de tener, qué se cree, pero también me he beneficiado de la observación de los comportamientos ajenos, que es ciencia moral no menos edificante, Ciertos autores del pasado, de juzgarlos por su criterio, serían gente de esa especie, correctores magníficos, estoy acordándome de las pruebas revisadas por Balzac, un deslumbre pirotécnico de correcciones y añadidos, Lo mismo hacía nuestro doméstico Eça de Queirós, para que no quede sin mención un ejemplo patrio, Se me ocurre ahora que tanto Eça como Balzac se sentirían los más felices de los hombres, en los tiempos de hoy día, ante un ordenador, interpolando, transponiendo, recorriendo líneas, cambiando capítulos, Y nosotros, lectores, nunca sabríamos por qué caminos anduvieron y dónde se perdieron antes de alcanzar la forma definitiva, si es que tal cosa existe, Bueno, bueno, lo que cuenta es el resultado, de nada sirve conocer los tanteos y vacilaciones de Camões y Dante, Es usted un hombre práctico, moderno, está viviendo ya en el siglo veintidós, A ver, dígame, los otros signos llevan también nombres latinos, como ese deleátur, Si los llevan, o los llevaron, no lo sé, no llega a tanto mi ciencia, quizá eran tan difíciles de pronunciar que se perdieron, En la noche de los tiempos

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