El periodismo es un cuento

Manuel Rivas

Fragmento

libro-1

Índice

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Cita

Las preguntas

La educación sentimental de un periodista

La segunda vida

Eva

Nosotras, diosas y esclavas

Un siglo sobre la Tierra

Colombia: la identidad del dolor

Ya dormirás mientras caminas

El barco del «rumbo suicida»

El barco se hundió porque quiso

La muerte del rey de los caballos

Esclavos del Gran Sol

El Nuevo Nautilus

Las madres del mar

Costa da Morte

En el corazón del temporal

Adiós, heavy metal

Una vida a oscuras

Anarquistas

Sáhara: En la página de la herida

La feria de las vergüenzas

Monseñor y el poeta

Miguel

El elefante Yumbo

A la sombra de los manzanos

Los últimos días

La esperanza del mundo

Los recogedores de basura, etcétera

El partido de los automovilistas

El vendedor de bisutería

La ola

Puerca tierra

Callejón sin salida

Te preguntas, viajero, por qué

Cuba

La playa universal

La vía gastronómica al populismo

El conservador país donde casi no existen los conservadores

El tren de don Manuel

Hola, terremoto

El fantástico Club de Portugal

Dios sentado en un sillín negro

¡En pie, ilustrísimos bebedores!

Yace donde quiso yacer

Jim vuelve a casa

Divinos colegas

El camino de luciérnagas

La mujer rebelde

La madre república

El tercer hombre

El señor vuelve

Un gaiteiro en Manhattan

Poesía última de amor y enfermedad

Briznas & Hierbas de ciego

Un «rondeau» por vosotras

POPema

La solución gastronómica

El corte de mangas del orangután

Demolition writer

El desgenerado

Demasiado fin para nosotros

El perfecto moderno

Tu estatua

La otra jet

El lado salvaje

Tamagotchi

Un periodista

La madre

Año del delfín

El abrazo

Más Lorca

La resistencia erótica del libro

Sobre el autor

Créditos

libro-2

A Luis Pita,

que me enseñó el oficio en la redacción

y en el bar del puerto.

libro-3

—Warum? —le pregunté en mi pobre alemán.

—Hier ist kein warum («aquí no hay ningún porqué») —me ha contestado, echándome dentro de un empujón.

PRIMO LEVI

Si esto es un hombre

libro-4

Las preguntas

I

Gracias a los organizadores por haberme invitado

a este simposio sobre la crisis de las vanguardias.

Señoras y señores:

Decía Allan Poe que la ametralladora…

En esa fase del armamento,

se podía ser simbolista, futurista, dadaísta, surrealista,

constructivista e incluso optimista,

aunque ya Vladimir Maiakovski devolvió el uniforme

al cabo furriel,

eso sí, sin la gorra con la estrella roja de la esperanza

que le sirvió de blanco

en la garita del adiós.

El imaginario de los estorninos cambió con Gernika.

Hasta entonces volaban en bandada instintiva,

dibujando con gracia un sueño protector

de poderosa ave

que espantase lo real.

Poco después comenzó la producción industrial

de la muerte.

Günther Anders recuerda el aspecto inofensivo

de los recipientes de Zyklon B en Auschwitz.

También recuerda que había hecho el ridículo en Francia,

con gente culta,

cuando auguró que aquel payaso, Hitler,

iba a traer un horror nunca visto.

Con la obligación moral de odiar,

Anders se había convertido,

son sus propias palabras,

en un hombre sombrío,

un bicho raro,

pero pudo escribir un libro de denuncia.

En Nueva Inglaterra,

en algún lugar de Mount Washington,

Günther Anders

se sentó al pie de un nogal

con un cuaderno en la mano.

No descubrió la ley de la gravedad

pero sí una pregunta

que ahora les traslado:

¿Por qué?

II

Los hombres que ascendieron al Everest

reaccionaron de diversa manera,

pero casi todos dieron gracias a Dios,

clavaron en la cumbre la bandera de su país

y se fotografiaron con la sonrisa algo congelada.

Si hubiera allí la puerta de un retrete

tendríamos mensajes más espontáneos,

del tipo Aquí llueve, aquí nieva

y el que puede se la menea.

O también: Desde lo más alto,

Dios,

no se ve nada.

y III

Esa mala película, Independence day, movía a risa

porque los invasores eran monstruos,

una especie de encabronada de pulpos de Walt Disney

picados de viruela.

El miedo, el miedo de verdad,

surge cuando los extraterrestres son hombres

inteligentes

que se descubren porque no tienen lágrimas

y no aprecian los sabores amargos

como el vino.

Dentro de cinco mil millones de años,

el Sol será una de esas estrellas marchitas

que llaman gigantes rojas,

vomitará un demonio

y la Tierra, dicen, estallará como una bola de Navidad.

En algún lugar,

un invasor con lágrimas

tomará vino algo ácido

y preguntará quién es al culo de su vaso.

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