La doctora

Silvia Tarrago

Fragmento

Colmenar Viejo, 16 de febrero de 1955

Queridos padres y hermana:

¿Cómo estáis? Espero que muy bien. Yo bien, gracias a Dios, y adaptándome a mi nueva vida en el sanatorio de Valdealmena. Aunque han pasado pocos días desde que nos despedimos pienso mucho en vosotros, y como sé que estaréis preocupados por mí, aprovecho que es de noche y todo el mundo descansa para poneros al corriente de mi vida aquí.

Lo que más me sorprendió al llegar fue ver lo enorme que es el sanatorio. El edificio tiene cuatro plantas, dos galerías muy grandes para las curas de sol y jardines. Cuenta con trescientas camas para los pacientes, además de las habitaciones de médicos, enfermeras, monjas y empleados y una capilla.

En cuanto vi las instalaciones me acordé de papá porque estoy segura de que quedaría tan impresionado como quedé yo. Tiene dos quirófanos con todo el servicio quirúrgico correspondiente, tres laboratorios, cuartos de desinfección y un departamento de anatomía patológica.

Los primeros días se me hacía extraño estar aquí ya que, como sabéis, siempre he trabajado en el dispensario, cerca de casa. Por suerte, mi colega y compañera de habitación, la doctora Almudena Tejedor, me ha ayudado mucho y me ha puesto al tanto de todo. Es una chica muy alegre y parlanchina que me recuerda a mamá por su manera de hablar. Seguro que las dos os llevaríais de maravilla. Como ella, todo el personal está aquí instalado, excepto el director, el doctor Martín Ramos, que como tiene coche puede ir y volver a Madrid, donde vive. Me molestó saber que los demás médicos tienen su propio dormitorio individual y que a mí me hacían compartir cuarto como a las enfermeras y al personal de mantenimiento, pero no dije nada porque no quería empezar protestando nada más llegar. Ahora, a pesar de que sigo pensando que es injusto, me alegra tener la compañía de Almudena. No sé si llegaré a decir algo al respecto, pero espero que, en un futuro, cuando seamos más, a las doctoras se nos trate de la misma manera que a nuestros colegas varones.

Como podréis imaginar, mi compañera y yo somos las únicas mujeres del personal médico, que, además del director, está formado por otros siete doctores más. El primer día, los pacientes se sorprendieron al verme y no se fiaban de mí, pero recordé los consejos que me daba papá cuando empecé a ejercer: que tuviese paciencia, que aprendiese a controlar mis emociones y que tratase a mis pacientes con el mismo esmero y respeto con los que trataría a un familiar. Gracias a eso y al precedente de la doctora Tejedor, que hace casi un año que trabaja aquí, he conseguido que muchos de los enfermos me hayan dado su confianza. Estoy segura de que, con el tiempo y los resultados, acabarán por vencer sus recelos

Otra persona con la que suelo relacionarme es sor Pilar, la monja que me recibió nada más llegar al sanatorio. Aunque siempre me trata con consideración, hay algo en ella que me inquieta. No os preocupéis, no es nada grave, pero me apena que las conversaciones que mantenemos se reduzcan a preguntas mías que responde con monosílabos, dando a entender que desea un trato de lo más formal. Desde luego, lo respeto, pero lamento su actitud, pues he sabido que cursó estudios de medicina y he visto su habilidad para tratar a los pacientes. Me vendría bien tener otra aliada en el sanatorio y que las tres nos diésemos apoyo mutuo porque, como papá siempre dice, la medicina no es solo actividad clínica y los médicos debemos compartir nuestras experiencias y conocimientos en beneficio de nuestros pacientes. La doctora Tejedor me aconseja que no insista o podría provocar el efecto contrario y hacer que la hermana se cierre aún más, así que he decidido hacerle caso porque tiene más experiencia que yo.

Ahora os hablaré de los pacientes que tratamos aquí. La mayoría son bastante jóvenes y es posible que su convalecencia sea larga. Por lo que me han dicho, los tuberculosos responden bien al tratamiento y tienen muchas posibilidades de curación. Pero también tenemos pacientes con enfermedades del tórax ya que, según me ha explicado la doctora Tejedor, el sanatorio de Valdealmena es un centro de referencia en la cura de patologías pulmonares complejas, tanto médicas como quirúrgicas, y cuenta con los mejores especialistas en enfermedades respiratorias. Ya os podréis imaginar lo contenta que estoy, porque podré aprender mucho.

Por último, solo me queda explicaros algo curioso que me ha hecho pensar en Laura. ¿Recordáis cómo me gustaba mortificarla con historias de fantasmas cuando éramos pequeñas? Me divertía ver cómo le asustaban esos cuentos que me inventaba y fingir que yo que soy la mayor, no tenía miedo. La verdad es que tenía más que ella y lo hacía para disimular.

El caso es que una paciente me pidió ayer un somnífero quejándose de que hacía noches que no dormía. Al principio, no me quiso dar explicaciones, pero al ver que yo no quería dárselos, me contó que no podía dormir porque durante las noches escuchaba a un fantasma. Yo pensé que quería tomarme el pelo, pero me insistió tanto y estaba tan alterada que al final le di un sedante suave.

Ya veis lo mucho que pienso en vosotros que todo lo que pasa aquí me hace recordar vuestros consejos o anécdotas que compartimos. Espero que pronto me den unos días libres para poder veros y explicároslo todo con más detalle.

Por hoy acabo esta larga carta con el deseo de que estéis bien y de poder abrazaros muy pronto.

Vuestra hija y hermana que os quiere,

PALOMA

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Nací el último año de la dictadura de Primo de Rivera, y me bautizaron como Paloma por mi abuela paterna, que se quedó con las ganas de perpetuar su nombre al haber tenido tan solo hijos varones. Las primeras imágenes que atesoro se remontan a los años finales de la República, como la fría mañana de enero en que vi a un autogiro surcando los cielos. Sus acrobáticas evoluciones por la bóveda celeste se me antojaron algo mágico, y durante bastantes noches soñé con aquellas cabriolas que mantuvieron con la cabeza levantada a cientos de transeúntes.

Tras el desgarrador trance que supuso la Guerra Civil, me matriculé en la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid. Y no porque quisiese seguir los pasos de

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