La historia de El origen de las especies

Janet Browne

Fragmento

cap-2

Nota sobre las ediciones de
El origen de las especies

 

 

 

 

Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia, de Charles Darwin, fue publicado en Londres en noviembre de 1859 por la empresa editorial John Murray. Los anuncios del editor hacen pensar que la fecha más probable de publicación fue el jueves 24 de noviembre. En la actualidad, la primera edición puede encontrarse casi únicamente en colecciones de libros raros. De aquella primera edición existen varias reediciones modernas en diferentes formatos, incluidas las que se encuentran en internet. La primera edición también se ha reproducido en el siglo XX bajo la forma de edición facsimilar, la más famosa de las cuales fue una edición del biólogo Ernst Mayr prologada por él mismo y publicada en 1959 por Harvard University Press. Todas las citas de este volumen proceden de esta edición facsimilar a menos que se especifique lo contrario.

La segunda edición se publicó muy poco después de la primera, el 7 de enero de 1860. Darwin se las arregló para introducir unas cuantas correcciones relevantes. Se editaron tres mil ejemplares, lo cual la convirtió en la edición de mayor tirada de las publicadas en vida de Darwin. Antes de su muerte en 1882 se publicaron seis ediciones, todas ellas con correcciones y modificaciones. La tercera edición (de 1861) resulta interesante porque Darwin añadió un breve «Bosquejo histórico» en el que el autor describía otras teorías de la evolución. En la quinta edición (de 1869) empleó por primera vez la expresión «supervivencia de los más aptos». La sexta edición, publicada en 1872, suele considerarse la última enmendada por Darwin, quien pretendía que fuera una edición popular. Se compuso con una fuente tipográfica más pequeña y era mucho más barata. Se revisó en profundidad e incluía todo un capítulo nuevo en el que respondía a las críticas. La mayor parte de las ediciones actuales de El origen de las especies se basan en esta edición.

Al mismo tiempo, Appleton publicó ediciones en Nueva York. El contenido de estas ediciones no coincide enteramente con las inglesas porque Darwin solía introducir correcciones u otros materiales o bien antes o bien después de cada edición londinense. En vida de Darwin se publicaron traducciones a once lenguas distintas, y él trató de supervisarlas todas, no siempre con éxito. Las primeras traducciones al francés y al alemán no le satisficieron y buscó otros traductores, de ahí que las ediciones posteriores en esas lenguas se aproximen más a las intenciones originales de Darwin. El libro ha sido objeto de atención bibliográfica detallada por parte de Richard Freeman en The Works of Charles Darwin: An Annotated Bibliographical Handlist (2.ª edición, Dawson Archon Books, Flokestone, 1977). Morse Peckham publicó un estudio de la obra frase a frase en el que se recogían las modificaciones introducidas en vida de Darwin en cada una de las ediciones, titulado «The Origin of Species»: A Variorum Text (University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 1959).

cap-3

Introducción

El origen de las especies de Charles Darwin es sin duda uno de los libros científicos más importantes que se hayan escrito jamás. Sin embargo, no se ajusta al estereotipo al uso hoy día de lo que se espera que sea la ciencia. Está escrito con un estilo maravillosamente personal. No incluye gráficas ni fórmulas, no hay referencia alguna a cifras envueltas en la bata blanca de un laboratorio, ni tampoco lenguaje especializado. Los años previos a su publicación estuvieron trufados de contratiempos inesperados, descubrimientos casuales, mucha emoción y polémica. Se agotó en el mercado editorial nada más publicarse y las discusiones que desencadenó se extendieron entre la opinión pública como un reguero de pólvora hasta convertirse en el primer debate científico auténticamente internacional de la historia. Los lectores lo atacaban o lo elogiaban, y se esforzaban por alinear sus arraigadas creencias religiosas con las perturbadoras ideas nuevas de Darwin. Fue reconocido desde el primer momento como una contribución sobresaliente al paisaje intelectual, de un alcance amplísimo, repleta de intuiciones y atestada de pruebas para respaldar sus propuestas; pero, al mismo tiempo, fue criticado con vehemencia por proponer que los seres vivos eran fruto de procesos enteramente naturales. Simios o ángeles, Darwin o la Biblia, eran dilemas candentes para los victorianos. Muchas de estas discusiones perviven en gran medida todavía hoy. En realidad, la redacción y la controvertida acogida de El origen de las especies de Darwin nunca se apartaron de un cierto universo científico frío y esotérico. En muchos aspectos, su historia es la historia del mundo moderno.

Desde nuestra perspectiva actual, como es lógico, nunca ha quedado más en evidencia el papel que Darwin desempeñó como uno de los fundadores de los tiempos modernos. Sus escritos desafiaban todo lo que anteriormente se creía sobre los seres vivos, y se convirtieron en un elemento esencial de las transformaciones intelectuales, sociales y religiosas que se desarrollaron en Occidente a lo largo del siglo XIX. Con el tiempo, Darwin llegó a ser uno de los científicos más famosos de su época, una celebridad victoriana cuya labor se consideraba, incluso en vida de él, un pilar de sustentación del mundo moderno. ¿Descendíamos de los simios? ¿Debíamos dejar de lado la historia de Adán y Eva y considerar que el propósito de nuestra existencia en este mundo carecía de sentido y que se trataba de poco más que una existencia animal? No es que pusiera únicamente en duda la verdad literal de la Biblia. Ya en aquella época pocas personas creían que el Jardín del Edén existiera de verdad, pero Darwin parecía estar expulsando completamente del mundo occidental a la divinidad y cuestionando todo lo que se creía en aquella época acerca del alma humana y de nuestro sentido de la moral. Si los seres humanos ya no respondían ante Dios, su creador, ¿eran libres de comportarse a su antojo, sin ningún tipo de restricción moral? «¿Es verosímil que un nabo luche para convertirse en un hombre?», inquiría en 1860 Samuel Wilberforce, obispo de Oxford. Popularmente se creía que Darwin había asesinado la idea de Dios y a continuación, en broma, se había calificado a sí mismo en una ocasión como «capellán del diablo».

En retrospectiva, aquella época convulsa suele ser descrita como la «revolución darwinista». Esas palabras suelen llevar adherida una advertencia, puesto que ahora está claro que muchos de los temas de los que se ocupó Darwin no eran nuevos, ni para él ni para sus lectores. Aun así, esa etiqueta conserva gran parte de su significado en la mentalidad de la opinión pública. Como suele suceder, un hombre y un libro acaban por representar una transformación del pensamiento más amplia. Sin embargo, el efecto de las ideas evolucionistas se ha incrementado y debilitado desde la

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