De la máquina

Alberto Lema

Fragmento

Índice

Índice

Cubierta

De la Máquina

Calles de Compostela

Uno

Dos

Tres

Cuatro

Cinco

Seis. Nacimiento de la Máquina

Siete

Descripción de la fatiga

Uno

Dos

Tres

Cuatro

Cinco. Sabela

Seis. Estevo

Siete

Los Curator

Uno

Dos

Tres

Cuatro

Cinco

Seis

Siete

Principios de geometría

Uno

Dos

Tres

Cuatro

Cinco

Seis. Informe

Siete

Ocho

Campos de Vigo

Uno

Dos

Tres

Cuatro

Cinco

Seis

Octubre

Uno. Manuel López, antiguo chófer privado de Francisco Cruz

Dos

Tres

Cuatro

Cinco

Thermidor

Uno

Dos

Tres

Cuatro

Cinco

La versión de Chisco

Uno

Dos

Tres

Notas

Biografía

Créditos

Acerca de Random House Mondadori

Ninguén sabe o destino dunha metáfora.

FRANCISCO SAMPEDRO

Calles de Compostela

Calles de Compostela

Uno

Uno

A las siete y media salgo de la Biblioteca General con el sol de octubre desparramado sobre las piedras todavía mojadas, confirmando las expectativas de los turistas que cumplen en la plaza del Obradoiro con las sucesivas obligaciones de la foto con la novia o mujer en primer plano sonriendo bajo el impermeable de plástico transparente hasta los pies y la catedral al fondo, de la huida de la terca vendedora de suvenirs que va sacando del bolsillo sin fondo del mandil montones de rosarios, pulseras y postales, y del guía políglota en atrezzo de peregrino decimonónico: la larga capa marrón, el sombrero de alas anchas con la concha de vieira y la barba blanca auténtica y descuidada. Sprache deutsch? Parlez-vous français? English? Jubilados campesinos portugueses mal abrigados del frío y aun así ruidosos y felices; chóferes aprovechando que escampa para fumar un cigarro junto al Audi negro delante del Hostal al lado de la catedral; jubilados católicos alemanes reagrupándose alrededor del paraguas levantado por su guía como una recua de niños gigantes, si tenemos en cuenta los pantalones cortos y los calcetines blancos y gruesos; hordas de cristianos postadolescentes eufóricos bajo los soportales de Raxoi con una guitarra y un remake de Dylan a pleno pulmón... y dos mormones muy altos de estricto traje negro con un pequeño libro en la mano derecha y un paraguas cerrado en la izquierda que tal vez me estén mirando, que tal vez me estén saludando, que tal vez se estén acercando. En efecto, tiene que ser a mí, que miro hacia el suelo y empiezo a andar como si tuviera prisa, pero ellos deben de estar acostumbrados a estas maniobras evasivas y van trazando una perpendicular perfecta a mi escapatoria, hasta que veo cuatro zapatos negros estilo Oxford impecablemente limpios parados a dos metros de mí y una voz que dice: Hola, ¿tienes un momento?

Pero ¿por qué, por qué, por qué? ¿Por qué a mí? ¿Qué me ven en la cara? ¿Qué les habré hecho yo?

Hola, verán, es que yo no creo en dios, don’t believe in god.

Así que hablas inglés, dice uno de ellos, el moreno con sonrisa, nice. Y ahora miento y les explico que me crié en Inglaterra hasta los nueve años, que ninguno de mis padres es inglés, no. Emigrantes. Ellos preguntan por qué no creo en dios.

Soy marxista.

¡Marx! ¡Qué interesante!

Hay que ver, pienso, cada día salen mejor preparados. Hace cinco años, una referencia a Marx como aquella, o, en su defecto, a Marilyn Manson, bastaría para epatarlos y espantarlos. Qué estudias, preguntan ellos. Historia antigua, vuelvo a mentir. Miran hacia los libros en mi mano, les enseño el primero: De rerum natura. Es curioso, ¿eres filólogo?

No, historiador.

¿Entonces?

Lo hago, no sé cómo explicarlo en inglés, lo hago para ambientarme mejor en la época.

A nosotros también nos gusta la historia antigua, dice el moreno y más viejo que parece ser el más activo, mientras el otro corrobora con una sonrisa. Saca una tarjeta del bolsillo. John Perdue, General Pardiñas, n.º 25. Si quieres, tenemos un pequeño debate sobre varios temas, historia, política, literatura, pásate un día y pruebas a ver qué te parece.

Supongo que también hablaréis de religión.

También un poco, claro, sonríe el tal John. Cojo la tarjeta, lo mismo me paso.

Cualquier día entre las ocho de la tarde y las once.

Está bien. Y nos despedimos por fin. Debo tener cierto aire de oveja extraviada o hijo pródigo para que se interesen siempre tanto por mi alma. El truco tiene que estar en dar la impresión de ir hacia algún sitio, hacia algo que hacer enseguida. Pasa que no tenemos una conciencia exacta de la imagen que damos y lo que yo creo que es una mirada desapasionada sobre el paisaje humano puede resultar para los otros la mirada de un solitario desesperado de su soledad. Quién sabe. Camino por delante de Medicina, de las vendedoras de queso tetilla y tarta de almendras con la bandeja en la mano tentando turistas, pruebe nuestra tarta de Santiago, seis euros

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos