El profesor de literatura

Christian Vera

Fragmento

cap-2 7:53:09 am

Mientras cae lentamente una hoja de un árbol un hombre común, muy común, atraviesa una puerta.

Es un profesor.

Agobiado, sí.

Un estereotipo, sí.

Apenas un pretexto narrativo para construir esta trama.

Apenas un profesor de literatura que quiere, entre otras cosas, devenir-imperceptible o en términos menos literarios: arrojarse a la nada, al vacío.

Se trata de un simple profesor de secundaria que para combatir el tedio escribe todo el tiempo cuentos de terror, de misterio y de suspenso. Muy absurdos, ridículos.

Hoy, el profesor, tendrá que tomar decisiones. Poner en escena, en acción uno de sus cuentos. Un cuento de explosión y muerte.

Cree que hoy es el gran día... El día urgente en el que debe apretar la tecla enter de su computadora y acabar con todo o con la nada, da lo mismo.

Al profesor de literatura se le ha extraviado el destino y es por eso que hoy quiere tomar decisiones.

El profesor de literatura camina como un perro extraviado con el rabo entre las piernas. Es un profesor, entiéndanlo. Un profesor que ingresa a su fuente laboral. Transita casi arrastrando el cuerpo como si tratara de simular para su entorno que en realidad es un zombie que apenas deambula o apenas un ser humano con corazón de zombie o un grotesco alienígena proveniente de algunas de las novelas de Stephen King o de las películas gringas de Steven Spielberg, John Carpenter, o de las películas de terror, clase B.

Al profesor de literatura cuando era niño le apasionaba todo el tiempo disfrazarse de zombie o de hombre rata o de hombre cosa. Sabía muy bien cómo caracterizarse: la sangre en los contornos de la boca, los ojos extraviados y muy rojos, los gemidos muy bien pronunciados, los movimientos inconexos...

No es casual entonces que ahora el profesor de literatura crea estúpidamente que es un zombie (siempre asumió que su vida se asemeja demasiado a la de un monstruo, a un Frankenstein posmoderno, apenas un constructo, una hechura fragmentaria compuesta por pedazos podridos de carne). Pero cabe decirlo, tiene el espíritu poético de un zombie: un hombre inerte/putrefacto que aún transita, sin ninguna brújula y con el ánimo de alimentarse de cerebros y cerebritos y que para conseguirlo se arrastra por el mundo. Para su espíritu paranoico todo su contexto tiene de fondo el apocalipsis zombie. El docente en su delirio histérico cree que todos los humanos están infectados y que para sobrevivir tienen que comerse unos a otros; humanos que tienen que escapar de la voracidad de otros humanos infectados y que todo lo resuelven a tiros, con la jerarquía que sólo dota un rifle o una metralleta.

Para muchos el profesor de literatura de secundaria es imperceptible, inabordable, un fantasma intrascendente.

Un fantasma que atraviesa ese apocalipsis zombie sin que nada le afecte.

Esto lo afirmo porque ayer al mediodía el colegio en donde trabaja el profe fue rodeado por un enorme grupo de supuestos vándalos. El escándalo llegó rápidamente a los medios, a los canales de televisión. Fuera del colegio se escuchaban amenazas verbales, pedradas contra funcionarios administrativos, profesores y alumnos, robos de celulares, rotura de vidrios. También se vio el ingreso de adolescentes ajenos a la institución en pleno horario de clase. Todo esto generaba una situación «insostenible», «alarmante» para el colegio. Pero el profesor transitaba por ahí imperceptible, en el meollo, impermeable a todo. Transitando quién sabe hacia dónde...

«Entran al predio cuando se está desarrollando la clase de educación física, concurren a la salida de clases con perros pitbull, palos, se nota que están motivados con psicotrópicos o bebidas alcohólicas», explicaba la profesora de biología, Soledad Camacho, al canal de televisión estatal de La Isla. «Son una bandita de doce a quince adolescentes, algunos deberían estar en el colegio, otros deben tener más de dieciocho años, pero todos los días llegan al colegio antes del mediodía y comienzan a molestar», decía la docente mirando a la cámara, la reportera no le prestaba mucha atención ya que hablaba con alguien a través de su celular. «En la mañana temprano por lo general no se da esta situación, pero a eso de las 12:30 y a la finalización de clases es cuando este grupo de jóvenes llega al colegio. Cuando la directora los invita a retirarse ellos responden que de ahí no se irán ni a bala». La directora denunció a la policía, pero la policía de La Isla considera que es un conflicto de adolescentes que debe resolver el colegio. Los colegas del profesor de literatura se quejan que desde el comienzo del año vienen sucediendo estos hechos de violencia, «han agredido a la directora, a la subdirectora le tiraron una pedrada hiriéndola en la cabeza y todos los días pasa algo nuevo», expresa la profesora de biología.

Al profesor de literatura le es indiferente el conflicto, mientras todos se han declarado en emergencia, él no le presta la mínima atención. El escándalo no le llega... Un profesor trotskista lo ha calificado de «fascista», «parásito» por su pasividad social y su no importismo.

El profesor de literatura sale del colegio y observa a esa masa de adolescentes y ellos ni siquiera lo ven, apenas un perro pitbull le ladra como si reconociera su condición de zombie... Y el profesor de pronto saluda a una antigua alumna que forma parte del grupo de «vándalos», la alumna le grita un «hola» afectuoso.

Más allá de las puertas del colegio en La Faz, capital de La Isla, se produce un escándalo político, algunos sociólogos, cientistas políticos, políticos y periodistas dicen que está a punto de desatarse una crisis que llevará a una revolución que marcará un nuevo hito político en el continente (eso dicen). Hito político financiado por los pocos empresarios privados que exportan aceite de sésamo. Los barrios marginales, la central obrera regional y nacional, los mineros sindicalizados, estructurados movimientos sociales, las confederaciones de campesinos, activistas políticos, universitarios, los sindicatos de trabajadores, las federaciones de junta de vecinos de La Faz, salubristas, transportistas, gremialistas han decidido derrocar al presidente y cambiar al poder legislativo que ha dejado de representarlos (¿alguna vez lo hizo?). Los profesores forman parte del oficialismo, los principales dirigentes del magisterio apoyan al presidente, por tanto no paran clases como señal de apoyo a su gestión. Sin embargo, la situación empieza a calentarse. Este sí es un hecho importante de narrar, de ilustrar, de analizar: una revolución. La Historia. Una verdadera instancia social que cambiará el futuro de los habitantes de La Faz. Pero, no me quiero distraer con lo importante, prefiero quedarme con lo inútil, lo provisional, lo transitorio: la intrascendente historia de un profesor de literatura que está a punto de ingresar al colegio, a ese inmenso mundo donde se acumulan, uno sobre otro, relatos, ficciones.

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