Quentin Tarantino fundió su nombre con el cine desde su debut: criado en la cultura del videoclub, cinéfilo empedernido, clásico y «freak» al mismo tiempo, sus guiones y películas consiguen el prodigio de una originalidad rampante citando directores, homenajeando escenas y reinventando géneros. En los últimos años, ese universo fascinante se expandió de la pantalla a los libros: primero fue la novela «Érase una vez en Hollywood» (complemento perfecto de esa película perfecta) y después «Meditaciones de cine» (curso y reflexión, autobiografía y legado). Ahora, entre la pantalla y el papel, se sube literalmente a los escenarios: como parte de la promoción de su nuevo libro, cuya edición ha corrido a cargo de Reservoir Books (no podía ser de otra manera), el cineasta se presenta en teatros munido de su mejor herramienta: el monólogo. Rodrigo Fresán estuvo en el evento de Barcelona para escucharlo y salió fascinado por contarlo.