Pabellón de reposo / Tobogán de hambrientos

Camilo José Cela

Fragmento

Nota sobre esta edición

Nota sobre esta edición

El presente volumen reúne dos textos de muy diferente tonalidad y envergadura, publicados con casi dos décadas de diferencia. Casi nada justifica que se den juntos, como no sean razones de naturaleza técnica, relativas a su extensión y a las exigencias que plantea el diseño y la articulación de una edición popular como es esta, que trata de compactar la obra tan extensa de Camilo José Cela. Tanto más reveladoras son, en consecuencia, las conexiones que cabe establecer, pese a todo, entre los dos títulos que a continuación se ofrecen.

Pabellón de reposo apareció originalmente en veinticuatro entregas sucesivas publicadas en el semanario El Español, números 20 a 43, entre el 13 de marzo y el 21 de agosto de 1943. En octubre de ese mismo año se hizo una edición no venal de 25 ejemplares numerados, editada en Madrid por Afrodisio Aguado, S.A. El mismo editor publicó la novela en marzo del año siguiente (1944), en su colección «Los Cuatro Vientos», con el añadido de una «Nota» del autor. La siguiente edición fue la de Ediciones Destino, como número 74 de la colección «Áncora y Delfín», en octubre de 1952. Esta edición llevaba a su vez una «Nota a esta edición» del propio autor en la que se refiere a ella como «segunda edición», si bien viene a ser en rigor la tercera en forma de libro, y la cuarta en ver la luz. Dicha nota, dado su interés, se recoge en este volumen, al final de la novela en cuestión. Al frente se da el texto preliminar que Cela redactó en 1960, para la edición de la novela en el primer tomo de su Obra completa.

Si se atiende al impacto que tuvo La familia de Pascual Duarte, publicada un año antes (1942), y a la importante expectativa que acumuló sobre su joven autor, es fácil entender la relativa decepción que produjo Pabellón de reposo, uno de los títulos menos celebrados de su autor. Poco o nada parecía tener que ver la nueva novela con la anterior. Tanto en su nota a la edición de 1952 como en el texto preliminar redactado en 1960, Cela proporciona las claves que inspiraron su nuevo libro. En 1931, con apenas quince años de edad, se le declaró al autor una afección tuberculosa que lo confinó varias semanas en un sanatorio de la sierra del Guadarrama. Varios años después, en 1942, a los veintiséis años, un rebrote de sus dolencias pulmonares hizo que ingresara en el Nuevo Sanatorio de Hoyo de Manzanares, donde de nuevo hubo de pasar varias semanas. De la suma de las dos experiencias extrajo Cela la materia con que armó Pabellón de reposo, libro del que él mismo dice que «marca un compás de espera» en su obra narrativa. Así es, en efecto, sobre todo a la vista de sus rumbos posteriores. En Pabellón de reposo Cela da rienda suelta a un lirismo que en el resto de su obra asoma por lo general más contenidamente (con excepción, acaso, de Mrs. Cadwell habla con su hijo). Conviene no olvidar que, cuando escribe Cela esta novela, conserva en su cajón un poemario completo, Pisando la dudosa luz del día, que no verá la luz hasta 1945. Como observara José Ángel Valente, la prosa de Cela «tiene una larga preparación poética o hunde profundamente en la poesía muy sólidas raíces». Pabellón de reposo confirma muy a las claras esto último, y contribuye a percatarse de qué modo tan resuelto Cela, sirviéndose sobre todo del humor —humor que no deja de estar presente en estas páginas, pese a todo—, enderezó su trayectoria resistiéndose a su innata proclividad por la prosa poética de corte más o menos romántico, más o menos existencialista, muy en boga en aquellos años.

Si La familia de Pascual Duarte remitía indirectamente a la guerra civil española por la vía de ilustrar el trasfondo de brutalidad y de violencia atávicas en que se incubó, Pabellón de reposo admite ser interpretada como metáfora del ambiente lúgubre y enfermizo de la posguerra, de una sociedad ruinosa: la española de los primeros cuarenta, rodeada del clima de destrucción de la Segunda Guerra Mundial.

Cela dice que escribió esta novela al veloz ritmo semanal que le imponían las entregas a El Español, donde iba publicándose. De hecho, la novela incorpora a su discurrir la réplica que su autor da a un viejo conocido, tisiólogo de profesión, que le ruega que suspenda su publicación para evitar el daño que pueda producir a quienes padecen las mismas dolencias que los personajes que Cela retrata. Más adelante es un viejo amigo del colegio quien —en una carta que se reproduce entera— pide lo mismo. La novela, así, incluye —muy cervantinamente, como suele decirse— las reacciones que produce su lectura, y una firme pero matizada justificación, tanto ética como estética, de su propio proceder.

Dice Cela que Pabellón de reposo «no es una novela difícil ni de técnica complicada», razón por la que le fue posible «irla sacando adelante semana tras semana sin mayores agobios». Retrospectivamente, sin embargo, cabe reconocer en ella algo que ya apuntaba, aunque menos notoriamente, el Pascual Duarte: el desentendimiento, por parte de Cela, de algunas de las convenciones más usuales del género novela, palpable aquí en la ausencia de un argumento lineal y en el abultado censo de personajes, ninguno de los cuales asume una función, por así decirlo, protagónica.

Estos dos rasgos, aunque más acusados, se mantienen en Tobogán de hambrientos, novela publicada parcialmente en cuarenta y ocho entregas no regulares en el semanario Destino, entre el 18 de marzo de 1961 y el 11 de agosto de 1962. En abril de ese mismo año 1962 se publicó íntegramente en forma de libro (Editorial Noguer, S.A., colección «El Espejo y la Pluma»), precedida de un importante prólogo que aquí se conserva. La misma editorial reeditaría el libro dos años después, en septiembre de 1964, esta vez en su colección «Galería Literaria». Más adelante, en 1969, publicaría Cela en Papeles de Son Armadans, núm. CLVII, un artículo, «La salsa de San Bernardo», relativo a Tobogán de hambrientos, que a partir de entonces adosaría como frontispicio de la novela en las ediciones de su Obra completa, y que también se recoge aquí.

El prólogo de 1962 (fechado en 1961) es una de las más reveladoras exposiciones hechas por Cela acerca de sus ideas sobre la novela. No sólo explica y justifica del mejor modo el origen y la armazón de Tobogán de hambrientos, sino que no poco de lo que plantea y dice contribuye a entender el manejo tan singular y atrevido que, ya desde Pabellón de reposo, pero sobre todo a partir de La colmena (novela anterior a Tobogán de hambrientos, recuérdese), hace Cela de lo que él mismo llama aquí «esqueleto» de la novela, aludiendo a lo que más comúnmente se entiende por estructura. De nuevo se constata aquí cómo Cela cultiva el género de la novela con espíritu ajeno a toda preceptiva.

Pese a la escasa atención que le ha prestado la crítica, Tobogán de hambrientos es un libro divertidísimo y lleno de audacias, por mucho que su

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