Si hay una novela que le rinde honores al Día de Muertos, ésa es «Bajo el volcán»: ambientada esencialmente en ese día de 1938, el descenso etílico a los infiernos del ex cónsul británico Geoffrey Firmin en la ciudad de Cuernavaca es a la vez un despliegue de la fuerza vital y autodestructiva del siglo XX, de las técnicas narrativas más sofisticadas que lo acercan a nombres como Virginia Woolf y William Faulkner y un mapa de referencias a la tradición cultural occidental que lo vincula con James Joyce. Para Julián Herbert —tal como explica en este prólogo incluido en la edición actual de Literatura Random House y que LENGUA publica para celebrar este Día de Muertos—, todo eso es cierto pero también algo más: la novela del inglés Malcolm Lowry, una de las grandes obras del siglo XX, es el testimonio del doloroso regreso por el camino del arte a la habitación del monstruo original.