Déjame ser tuyo (Algo más que magia 4)

Heather Lee Land

Fragmento

dejame_ser_tuyo-2

1

1 de diciembre de 2017.

Derek se levantó a media mañana. Su profesor había suspendido las clases de ese día y él no tenía mejor plan que levantarse tarde, cuando ya no quedaba nadie en casa.

Abrió la puerta de su dormitorio y se quedó quieto. En el pasillo aún perduraba la colonia que Megan usaba todas las mañanas. Según su rutina diaria, la joven se había ido varias horas atrás, pero su olor seguía en el aire. Sospechaba que, aunque ese día no se hubiera perfumado, él podría olerla de igual modo.

Llegó casi a rastras a la cocina, donde se sirvió una taza de café. No debería de hacerlo porque luego le dolía el estómago y se le quitaban las ganas de comer a lo largo del día. El problema era que el café le daba la fuerza necesaria para activarse por las mañanas.

Llevaba así varias semanas. Se podría decir que todas las mujeres que lo rodeaban estaban en guerra con él; su madre seguía enfadada por un cotilleo absurdo que le habían contado y que era mentira, Nora estaba desaparecida en combate y Megan lo ignoraba por toda la casa como si no existiera. Al menos le quedaba el consuelo de la pequeña Lizzie. Hacer de canguro por las tardes se había convertido en lo mejor que tenía en ese momento. Triste, pero cierto.

El teléfono móvil vibró sobre la mesa y el joven pensó si respondía de inmediato o pasaba de él. Total, a esa hora solía estar en la universidad. Quien quiera que fuera podía esperar.

Entonces vibró otra vez. Con curiosidad, acercó el aparato y miró la pantalla.

Su madre.

Jane no solía interrumpirlo cuando estaba en clase. ¿Qué podía haber pasado para que le mandara varios mensajes a media mañana? Eso lo preocupó porque, conociendo como conocía a su madre, si lo molestaba en horas de clase, era porque algo no iba bien.

Desbloqueó el teléfono y leyó el mensaje. Tras hacerlo se quedó algo más tranquilo porque no parecía ser nada catastrófico. Su madre quería hablar con él esa tarde y le preguntaba si estaría en casa del tío Nick después de comer.

Su tío Nick y Jamie se habían portado fenomenal con él al invitarlo a quedarse con ellos cuando su madre, enfadadísima por las habladurías que le habían llegado y en un arrebato, lo había echado de casa. Eso fue varias semanas atrás. Jamás la había visto tan cabreada, pero tampoco podía echarle la culpa porque varias de las conocidas de su madre le habían ido con el cuento y le habían dicho que su hijo mantenía una relación íntima con una señora que le duplicaba, o más, la edad.

Pobre Nora, la cara que se le había quedado cuando su madre entró y comenzó a decir barbaridades. Todas inventadas, por supuesto. Aunque lo hablaron y lo aclararon, Nora se había despedido de él. Iba a estar una temporada fuera y desconectada para todo el mundo. No podía culparla. Ojalá él pudiera hacer lo mismo.

El otro frente abierto, por si no fuera suficiente, era Megan. Jamás se hubiera imaginado que fuera la hija mayor de Jamie. Se había fijado en ella en la universidad y habían tonteado bastante, tanto que había comenzado a sentir algo más que una simple amistad, pero, de nuevo, tenía que haberlo mirado un tuerto porque no comprendía cómo podía tener tan mala suerte, ya que la chica apareció tras él cuando Will le estaba dando un beso en los labios. Para colmo, en ese momento llegó Nora, que iba a recogerlo en el coche. ¿Por qué diablos Megan no había querido pararse a hablar con él? ¿Por qué diablos no había podido pensar que Nora era su madre o su tía? ¿Y por qué cojones le costaba tanto aceptar que pudiera ser bisexual? No eran novios. No habían hablado de nada serio y exclusivo, y lo que tuviera con Will no era asunto de nadie.

Tras hacer un recorrido por su patética existencia, respondió al mensaje de su madre con un simple «de acuerdo» y bloqueó de nuevo el teléfono. No tenía tan claro que fuera a ir en son de paz y él no tenía ganas de discutir ese día. Quería volver a la cama y dormir varios meses seguidos. No era mucho pedir, ¿verdad?

Kate llegó a la habitación del hospital tras haberse dado una ducha reparadora. Estaba muy cansada y le dolían todos los músculos del cuerpo, pero no iba a dejar a Keith solo.

Cuando Veli le lanzó aquella bola de energía tan potente, Keith entró en parada cardiorrespiratoria. Entre Logan y Kane lo habían mantenido con vida practicándole reanimación cardiopulmonar hasta que llegó la ambulancia. Había estado ingresado desde entonces y mejoraba cada día a pasos agigantados, pero para Kate eso no era suficiente y se había mantenido a su lado en todo momento.

Esa mañana Kate llegaba de muy buen humor porque había hablado con el doctor que llevaba el caso y este le había asegurado que Keith pronto volvería a casa, que estaba completamente recuperado y que podría hacer una vida normal.

Menos mal que Veli había muerto porque, después de ese susto tan grande, lo hubiera matado ella misma con sus propias manos.

Encubrir el cadáver y buscar una coartada no fue tan complicado a pesar del boquete enorme que el viejo brujo tenía en el pecho. Emerald le había arrancado el corazón sin pestañear y se había largado con él. Desde entonces no lo habían vuelto a ver, y le preocupaba porque Keith le había dicho que, una vez que los vampiros se dejaban llevar por su parte más animal, no todos volvían a recuperar su cordura ni su humanidad.

A ella le daba mucha pena Emerald. Era un buen hombre, que estaba atormentado por su pasado. Era curioso que pensara así de él cuando habían hablado muy poco, y esas pocas veces el vampiro no había sido demasiado amable con ella, pero tampoco lo culpaba. Vivir determinadas cosas cambiaba a las personas, por mucho yoga que se practicase.

Para lo que no estaba preparada era para el duro golpe de Mike. Eso era lo que había provocado que Emerald perdiera el poco juicio que le quedaba. La relación entre ellos dos había sido espinosa, interrumpida por un pasado que les impedía no tener un futuro. La caída de Mike del caballo y su coma fueron como una jarra de agua fría para todos, sobre todo, después de que los médicos pudieran confirmar casi con total seguridad que Mike no iba a despertar jamás.

—Hey. —Kate entró en la habitación de Keith y cerró la puerta tras ella. Caminó hasta la cama y le dio un beso en la frente—. ¿Cómo te encuentras?

Lejos de hacerse el mártir, Keith resopló.

—Cansado de estar aquí todo el día. Ya os lo he dicho a todos: estoy bien, me siento bien y quiero irme a casa.

Kate se mostró impasible ante sus palabras.

—Cariño, se te paró el corazón y tuvieron que reanimarte durante varios minutos. Eso no es un simple resfriado. Si Kane y Logan no hubieran estado allí, ahora mismo no lo estarías contando.

—Por favor, no me recuerdes que Logan plantó sus morros gatunos en los míos. ¿No podía haberlo hecho Kane? Me llevo mejor con él.

Kate se rio.

—Vais a estar siempre igual, ¿no? Aunque te haya salvado la vida, jamás enterraréis el hacha de guerra.

—No. —La respuesta llegó desde la puerta. Logan, que era el que había respondido, y Kane acababan de llegar y habían escuchado la parte final de la conversación—. Desde ese día hago enjuagues bucales con lejía.

Kane le palmeó la espalda al pasar por su lado

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