¿Será buena persona el cocinero?

Javier Marías

Fragmento

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Nota del editor

Este volumen reúne los artículos publicados por Javier Marías en el suplemento dominical El País Semanal en el periodo comprendido entre el 3 de febrero de 2019 y el 24 de enero de 2021. Como es habitual, el título de la recopilación de las noventa y cinco columnas aparecidas a lo largo de casi dos años se ha tomado prestado de una de las piezas; en esta ocasión, «¿Será buena persona el cocinero?». En ella, Marías reflexiona sobre la peligrosa tendencia a cuestionar la calidad e incluso el mero disfrute de ciertas obras artísticas en función de la ejemplaridad de las personas que las crearon. Porque, como bien señala el autor, «una cosa es la persona y otra su obra, que no por fuerza está teñida por las peores pasiones de aquélla». Esta actitud, tan extendida en los últimos tiempos, no deja de estar provocada por la infantilización y la inaudita capacidad para ver el mal en cualquier cosa de la sociedad, que muestra una piel finísima que limita el necesario pensamiento crítico, como trata Marías en piezas como «Congreso y guardería» o «La mirada sucia», entre otras.

A tono con una época en la que la realidad se muestra insistente y machacona, y en la que «se conmemora todo cada año, para así no salir nunca de un bucle que simplemente se agranda hasta el infinito», el autor se detiene y mira atrás en su columna número 800: más de dieciséis años en los que ha compartido puntualmente con sus lectores, cada domingo, su particular visión del tiempo presente. Con valentía, sin tapujos y con envidiables dosis de humor, Marías trata los temas más diversos: la pésima calidad de los informativos, la trampa de los favores prestados y en seguida olvidados, el fútbol, las vociferantes tertulias televisivas, la pusilanimidad de ciertos universitarios, las huelgas, el MeToo, la imitación ciega de todo aquello que provenga de Estados Unidos, la urgente necesidad de aclararlo todo… Asuntos, en fin, bien conocidos por sus lectores habituales, como también lo es el de la lengua española, que, durante todos estos años, el autor ha abordado con frecuencia en sus columnas, tanto para alabar su riqueza como para denunciar el deficiente conocimiento de ella que muestran políticos y medios de comunicación y el progresivo vaciamiento de significado y retorcimiento de las palabras en aras de intereses partidistas.

La ciudad de Madrid —y tal vez un poco con ella muchas de las ciudades españolas— también es protagonista de algunas de las piezas más memorables de este volumen. En ellas, Marías muestra una relación especial con la ciudad en la que nació y ha vivido tantos años, con sus rincones favoritos del centro, donde se encuentra su casa y por los que pasea a diario, y en los que siente la compañía de sus vecinos distinguidos, esos fantasmas de los últimos cinco o seis siglos —Lope de Vega, Velázquez, Verdi o Dumas, entre tantos otros—, que vivieron o se alojaron en algunos edificios que lamentablemente ya no existen, tal vez por la voracidad y la nefasta gestión de sucesivos Ayuntamientos que permiten el secuestro de la ciudad «por las minorías “lúdicas” y recreativas en perjuicio de las mayorías mansas», la someten sin descanso a toda suerte de obras, cortes de tráfico, manifestaciones, atascos, procesiones, maratones y «perrotones», jornadas de la bicicleta y del patinete, desfiles y batucadas, y promueven su degradación permitiendo la proliferación de pisos turísticos.

La soberbia revolución tecnológica, que desdeña todo lo anterior, y la tiranía de las redes sociales que se autoproclaman falsariamente la voz de la sociedad entera o propagan bulos absurdos y dañinos como la muerte del autor —anécdota que Marías desgrana en la columna titulada acertadamente «La moda de ser tonto y parecerlo»— tienen cabida asimismo entre las piezas de este volumen en el que, por razones evidentes, también se cuela la pandemia.

Con su estilo preciso y certero, en varios artículos magistrales Marías repasa «con ojos futuros» el presente en el que estamos inmersos y del que tan inocentemente creemos estar orgullosos para comentar los acontecimientos y las costumbres de las dos primeras décadas del siglo que vivimos, porque «basta con hablar del presente en pretérito indefinido o imperfecto, como si ya hubiera pasado y fuera historia, para ver con más nitidez nuestras imbecilidades, nuestra irracionalidad y nuestras abrumadoras contradicciones».

Como no podía ser de otra manera, la política tiene una presencia importante en este libro. El escritor no ahorra adjetivos a la hora de calificar a «la actual camada de políticos» —«mediocres, engreídos, miopes, falaces, locoides…»—, pero tampoco duda cuando considera oportuno elogiar a quien, a su juicio, cumple con sus obligaciones cabalmente. Y a pesar del hartazgo provocado por la interminable sucesión de convocatorias electorales, por el baile de ministerios, vicepresidencias y alcaldías, por el procés catalán y, en el plano internacional, por el Brexit en el Reino Unido y por la labor nefasta y demente de figuras como Trump, Putin, Erdogan o el propio Boris Johnson, Marías se resiste a caer en la apatía y, lejos de inhibirse, sigue apostando por la participación: «Yo he sido siempre un defensor del voto: con guantes, con la nariz tapada o como lo quieran llamar».

Pero no todo es ruido. Buena parte de estas columnas dan cabida a las grandes pasiones del autor: los libros olvidados y felizmente recuperados, las viejas películas tantas veces vistas, la música, las fascinantes imágenes documentales del pasado… También a la familia, tanto a los presentes —entre ellos los nietos, aunque no sean de sangre, motivo de simpatía y esperanza— como a los ausentes. Y celebran la amistad con los ancianos, echan de menos a los amigos extraviados y lloran a los perdidos, cuando aún les quedaban tantas cosas buenas por hacer, así como a aquellos que, aun siendo personajes de ficción, acompañaron al escritor durante estos dos años tan revueltos y difíciles. A estos últimos, como Marías cuenta en la emocionante pieza «Una despedida», cuando la escritura de una novela llega a su fin, toca dejarlos marchar. Y añorarlos para siempre.

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Insaciabilidad

No se preocupen los no aficionados al fútbol, que la referencia a este deporte será sólo un preámbulo. Es sabido que en él no hay paciencia ni, lo que es peor, mérito que se acumule. Lo estamos viendo una vez más esta temporada: el Real Madrid ganó la Copa de Europa del año pasado, y la del anterior, y la del anterior, tres seguidas. Aún es más, ganó cuatro de las últimas cinco disputadas, hazaña que ni de lejos ha conseguido ningún otro equipo del continente. Hoy, sin embargo, juega pobremente, está casi descartado en la Liga y no promete llegar lejos en esa Copa de Europa (aunque, como se le ha dado tan bien siempre, nunca se sabe). La hinchada y la prensa están furiosas, desprecian al entrenador y a los jugadores. A mi modo de ver no pasa nada si un equipo padece una mala racha después de tantos triunfos. ¿Qué más se puede pedir? Es natural que el nivel no

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