El mentalista de Hitler

Gervasio Posadas

Fragmento

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NOTA PRELIMINAR DEL AUTOR

 

 

 

Desde que era un niño algo repelente, siempre me ha fascinado la idea de tener una máquina del tiempo. No quería transportarme a un futuro postapocalíptico, como el personaje de H. G. Wells y tantos otros, ni visitar el antiguo Egipto o la Jerusalén bíblica, destinos habituales de estos viajes. Mi trayecto era mucho más corto y lo que quería averiguar, más concreto: cómo un país culto y civilizado como Alemania, cuna de grandes artistas, filósofos y científicos, pudo caer bajo el influjo de un iluminado que lo arrastró a una espiral de inhumanidad que desembocó en un apocalipsis que sembró Europa de millones de cadáveres. Es cierto que se trata de una curiosidad algo tétrica para un chaval, pero tengo que confesar que el nazismo siempre ha ejercido una fascinación oscura sobre mí. He leído casi todo lo que ha caído en mis manos —bueno, malo o regular— intentando encontrar, como muchos otros, la respuesta a mi pregunta. Sin embargo, he hallado muy pocas novelas sobre la génesis de esta catástrofe, sobre cómo Hitler, con métodos más o menos democráticos, consiguió llegar al poder y convertirse en un líder todopoderoso que identificó a todo un país con él mismo. En contra de lo que muchos creen, no fue la culminación de un proceso inevitable, sino una sucesión de accidentes, dejaciones y torpezas que se produjeron principalmente a lo largo de un año, de marzo de 1932 a marzo de 1933, el periodo en el que decidí centrar mi propia visión de la época.

Ya tenía el momento que me interesaba, pero no me decidía a lanzarme. Hasta que apareció el personaje que estaba buscando, casi por arte de magia, durante una conversación banal con un amigo. Un país atrapado por el fantasma de la Gran Guerra y por una terrible crisis que deja a seis millones de alemanes sin empleo encumbra inevitablemente protagonistas extremos, como Adolf Hitler. O como Erik Jan Hanussen. Casi desconocido en España, olvidado en Alemania, la vida de este mentalista nacido el mismo año que el líder nazi es tan increíble que resultó imposible resistirme a su llamada. Durante meses he convivido con él, incluso me ha parecido sentir su presencia burlona detrás de mí alguna noche solitaria de escritura. Habría sido fácil tirar del estereotipo y asociarlo, como se ha hecho otras veces, con la infinidad de fantasiosas conspiraciones ocultistas que supuestamente dieron lugar al Tercer Reich. Sin embargo, el personaje, tirano como todos los buenos protagonistas, pedía que yo mantuviera el rigor histórico y le devolviera el papel que representó de verdad en esta tragicomedia.

Como suele suceder con estos individuos que se envuelven en el misterio, hay varias versiones de algunos de los principales episodios de la vida de Hanussen. He elegido aquellas que, a mi juicio, se adecuan más a su forma de ser y al contexto histórico, sin forzar en ningún momento la realidad. Siguiendo esa misma norma, todos los personajes que aparecen en esta novela, exceptuando al narrador y algún figurante, existieron de verdad y vivieron en la capital alemana en esa época: desde el dueño de la pensión a las mujeres que rodeaban a Hanussen, pasando por el último esbirro nazi. Su comportamiento y sus palabras en esta novela no son casuales, sino producto de una intensa labor de investigación.

También he intentado ser fiel a esa otra protagonista de esta novela que es Berlín, la Babilonia de los últimos años de la República de Weimar, el lugar donde se acudía a satisfacer los deseos más ocultos, pero también donde florecían las artes y las ciencias de la mano de algunos de los grandes genios del siglo XX, revivir sus calles, sus teatros, sus cafés, el ambiente bohemio y descarado que desapareció con la llegada de los nazis al poder.

Alejandro Dumas decía cuando le criticaban la falsedad histórica de Los tres mosqueteros: «Es verdad que violo la historia, pero le doy hijos bellísimos». Afortunadamente, la historia de Erik Jan Hanussen es tan fuera de serie que no me ha hecho falta estrangularla, ni siquiera un poquito, para escribir esta novela, para conseguir viajar a un tiempo fascinante y también terrible, a una época que contiene muchas respuestas para algunas de nuestras preocupaciones actuales.

 

Gervasio Posadas

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«Un clarividente, cara a cara con su público, entra en trance. Es su gran momento. Cree en lo que dice, transportado por una fuerza mística no puede dudar de la genuinidad de su misión».

 

Otto Strasser, dirigente del Partido Nacional Socialista.

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PRIMERA PARTE

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Solo en medio del escenario, iluminado por un único foco, el personaje observa en silencio a la multitud. Altivo, con los brazos cruzados sobre el pecho, en apariencia ajeno a

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