Hace algunas semanas, me ofrecieron la posibilidad de leer El café de los pequeños milagros, el nuevo libro de Nicolas Barreau, el autor de la famosísima La sonrisa de las mujeres, novela que, reconozco, no he leído, pero que, hasta día de hoy, encuentro por todos lados. En estos momentos, creo que Nicolas Barreau se ha convertido en la quintaesencia de lo romántico, un poco en la línea de lo que hace su tocayo, Sparks, al otro lado del atlántico. Sus novelas, por lo general situadas en la ciudad de París, son amables, feeling-good, entrañables, cargadas de cosas bonitas y perfectas, sin palabras malsonantes, con casualidades, señales, azares del destino y todas esas cosas que enloquecen a las personas increíblemente románticas.A decir verdad, no es que sean las suyas las historias que más me motivan. A ver, soy romántica, pero soy también demasiado realista. Además, lo admito , digo muchos tacos (aquí, suelo contenerme bastante), y me gusta encontrar en los libros románticos alguna que otra escena subidita de tono (no muchas, no pequemos de exceso). En definitiva, soy mucho más terrenal que las novelas y las protagonistas de Barreau.Encima, no soy demasiado fan de París. A ver, que no se me ofenda nadie, que es una ciudad espectacular, pero yo soy de esas personas a las que, si le planteas la eterna diatriba entre París y Londres, siempre escogerá la segunda opción. Es que eso de poner siempre a París como el destino más romántico del universo a ver, que este señor es de París y tiene derecho a escribir sobre lo suyo me parece tan casposo
que, al final, le he cogido hasta coraje. Y, encima, todo ese rollo de que ahora todas las historias que se desarrollen en dicha ciudad tengan que ser, más o menos, una copia de Amélie, me enerva también. ¡Oye! ¡Que a mí me encantó Amélie! ¡Pero me encantó en el 2001, cuando la vi en el cine! Después de libros como La elegancia del erizo, Los ojos amarillos de los cocodrilos y demás, temo llegar a cogerle también algo de manía.Así que os preguntaréis
Entonces, ¿qué narices haces leyendo un libro de este buen señor?Bueno, porque supongo que todo el mundo merece una oportunidad. De hecho, hay personas o situaciones que merecen más de una. Si Nicolas Barreau ha tenido (y tiene) tanto éxito, será por algo, ¿no? Así que
¿por qué no echarle un vistazo? También hubiera leído algún libro de Nicholas Sparks, si no hubiera visto las películas basadas en éstos antes. ¿Hay alguna novela de este hombre que no se haya llevado a la gran pantalla?En fin, al lío
El café de los pequeños milagros, como ya os auguraba al principio de la reseña, es una novela sobre las casualidades, las señales y el Destino. Sí, el Destino con mayúsculas. Nos habla de cómo las cosas más insignificantes que nos ocurren a lo largo del día pueden llegar a determinar nuestra vida y nuestra felicidad. Sí, también transcurre en París, pero solo una parte de la novela, luego la acción se traslada a Venecia (ejem!) y se convierte, de esta manera, en una suerte de libro de viajes, en el que la protagonista descubre una nueva ciudad y una nueva vida.Aunque posiblemente no sea el estilo de novela que más me gusta, está claro que a las románticas empedernidas se les hará la boca agua al leerla. Es una novela para soñar, super-optimista, que te devuelve la esperanza en el amor. Los lugares en que nos sumerge Barreau, de la mano de Nelly, la protagonista, son preciosísimos, encantadores y muy muy agradables. La historia es de esas que podría perfectamente acabar con un fundido negro en forma de corazón. Venecia, París, largos y calentitos tés, cafeterías de ensueño
Todo es increíblemente sensorial y sofisticado.En contraposición, es una novela breve, ligera, que, aunque a veces nos sumerge en explicarnos teorías filosóficas tremendamente originales, en otras ocasiones pasa, con poca razonable sutileza, por encima de problemáticas de mayor calado.Sin embargo, las cosas como son: sería imposible encontrar una novela más romántica que este El café de los pequeños milagros. En cualquier caso, eso dependería de qué es o no romántico para ti
¿no?
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