La muerte de Francis Bacon

Max Porter

Fragmento

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Tome asiento quiere.

Un ángulo imposible, el mentón pegado como un ravioli, la mejilla es un solomillo, pero me gusta el corte la vela blanca de la cofia y la frontera del antebrazo con la manga almidonada en guillotina.

A todo esto vale la pena echarle un vistazo.

Tome asiento quiere.

Ya te oí la primera vez, cerdito.

Que corra el fuet, hermano pobre del látigo catalán por el cuenco de alubias con su alioli.

Querida mami, hermana oh God, Mercedes, mi pelo tiene que ser la risa.

Nada de aceite.

Me da golpecitos en la barriga, pequeña colina de lino.

Hambriento, almidón e inanición, no piensas más que en pan y champán.

¿El mártir Edward o el pintor Francis?

Ella se vuelve y de repente esa sí que es una perspectiva resultona, el cuello torcido, una gruesa línea de sombra marrón, es lo que vi esta mañana, la cresta ósea fastidiosa, tirando a infame, el torito en la puerta debajo de la nariz rota. Me encantaría verla gruñir. Hay una familiaridad extraña encubierta y la sensación de que sobran dientes, dientes que le bajan hasta el final de la garganta, es por eso que tiene que sentarse así, como si posara para mí, no sea que esas filas de dientes salgan al mundo con un eructo.

Me encantaría verte gruñir.

Yes.

Minotauromachy.

Yes yes.

Mi pelo tiene que ser la risa, noto que se me esponja, se expande, todo el aire que no tengo se me ha subido al pelo. Nada de aceite.

Pelusilla. Pataleta. Champán dices. Lujuria.

Déjalo estar. Escucha. Tan presumido.

Le pregunto por Francis y le digo Por favor. Ella se saca de la cara un bello volumen y lo descorcha como si lo conformara un chisporroteo, laqueado, y vamos a por los detalles y ella se lame el dedo, lame la cresta cortada de la yema rosa y chupa lame pica pone el dedo en el medio su toqueteo convoca a un torpe Van Dyck estrecha rechoncha campana con la sortija que fija la figura recortada a la hendidura del cinturón, me molesta, presto atención, tan pálido.

Hermana ¿Siente dolor?

Francis Solo estoy trabajando. Use un trapo para acabar con ese dedo que cuelga tan molesto.

(Lo que sabes es lo que un dedo del siglo XVII le dirá a un ojo del siglo XX: Mira esto, esta cajita de madera, si me sitúo sobre la tapa y empujo, mira la intensidad con que hace que su paciente progrese hacia ese ritmo, cielo santo sí, esa seductora perfección, y apenas me necesitarás para que te hable de su aspecto con una imagen encontrada).

Se rebana el dedo y mantiene el corte abierto para que yo lo vea pero estoy dormido y me niego a bailar al son de su tópica danza de sangre así que se pone a leer:

Bacon es un pintor muy notable, pero en definitiva no tan importante.

ME ABURRO. Esta ya me la sé. Sé lo que estás haciendo.

Se ha subido al techo, en una especie de trapecio silla de columpio o arnés, las alas de murciélago en mate, no llegaría hasta ella ni aunque lo intentara.

Estas obras nos obsesionan porque Bacon es un

brillante director de escena más que un artista

original, y porque su emoción resulta concentrada

y desesperadamente privada.

Oh vete al cuerno so arpía. Rien de tel que privé.

Y el pequeño policía se acerca corriendo a la cámara y está a punto de gritar, pero la
imagen queda pausada y ella que se baja del techo por encima de la cama y me levanta el párpado y dice en definitiva no tan importante, y cuando el pequeño policía vuelve a correr hacia la cámara y parece a punto de gritar, lo ponen en pausa de nuevo y ella se deja caer, otra vez, como un enorme aparato roto de lona y banquitos de picnic y me levanta el párpado –que se separa del ojo con un chasquido– y dice desesperadamente privada, y ahí está de nuevo, el pre-grito, el policía a punto de gritar con su sombrerito y yo sé exactamente qué es esto, lo conozco paso a paso, es llegar a una fiesta, de nuevo, y sentirse espantosamente nuevo, desconocido, incómodo y solo, fingiendo falta de interés y dándome cuenta de que la única solución es meterme en el meollo, hacer acopio de energía, y para eso necesitamos bebidas y para eso necesitamos más bebidas y ella me levanta el párpado de nuevo y me dice hasta luego, hijo mío.

Yes.

Try to get some rest.

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Dos

Óleo sobre lienzo, 166 × 142 cm

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