Uno de mis autores favoritos, el gran Paulo Coelho, ha dicho en más de una ocasión que la posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante y que nunca debemos desistir de un sueño. Sólo trata de ver las señales que nos lleven a él. Un par de frases que están grabadas en mi cabeza desde hace bastante tiempo y a las que siempre recurro cuando tengo algo nuevo entre manos. Y no sé si las funne de Daone conocerían estas frases o no, pero lo cierto es que nunca perdieron de vista su objetivo y a pesar de algunas decepciones sufridas en ese proceso, nunca dieron marcha atrás y jamás se rindieron.La verdad es que cuando leí el título y vi la portada me causó curiosidad y decidí adentrarme en el argumento. Me pareció original y hasta un tanto diferente y le di una oportunidad. ¡Bendita oportunidad! Porque es una de esas novelas que, además de entretener y leerse muy rápido, son de las que despiertan en el lector sentimientos como la ternura, la bondad, el cariño, o la esperanza, entre otros. Eso sí, sin un súper argumento muy elaborado pero muy ameno Y es que, Katia Bernardi ha sabido cómo enganchar al lector con una escritura ágil, sincera, y aderezada con algunas dosis de sentido del humor. Con capítulos de apenas un par de páginas o tres, ha conseguido magistralmente, al menos desde mi punto de vista, hacernos partícipes de cómo es la vida en un pueblo perdido entre las montañas donde casi nunca pasa nada interesante, de las vivencias de algunos de sus habitantes, de la personalidad tan dispar de algunas de las protagonistas o de los sueños de éstas. Con un lenguaje sencillo, ágil pero muy acertado, logra acaparar toda la atención en apenas unas líneas (y tampoco tan largas), donde cuenta tantas cosas que me ha dejado maravillada. A través de su escritura se puede apreciar claramente cuáles son las intenciones de la autora, cómo las hace ver y para qué.En cuanto a los protagonistas, he de decir que son geniales y están realmente bien perfilados. Cada uno con su forma de ser y sus locas ideas generan muy buen rollo (si me permitís decirlo). O al menos a mí me las han generado, quizás por la cercanía y cariño que siento por las personas mayores y sobre todo por hacerme recordar a mis abuelas. El caso es que despiertan ternura y cariño, y con esa forma de ser que tienen hacen que el lector esboce más de una sonrisa, e incluso acabe soltando alguna que otra carcajada. Y es que Armida, Erminia, Jolanda, Valentina o Valeria son de esas mujeres auténticas que han vivido muchas cosas a lo largo de su vida, tienen mucha experiencia, y de las que, a pesar de su edad y sus achaques, siguen teniendo una jovialidad envidiable y ganas de hacer cosas nuevas. Pero sobre todo tienen sueños. Sueños por cumplir, por vivir y por los que luchar.Para finalizar y haciendo un pequeño guiño a la novela te diré, estimado lector, que me ha parecido una lectura tan dulce como las tartas que las protagonistas preparan para la feria y cuyas recetas (alguna, no todas) aparecen al final de la novela; tan mágica que, por un momento, me han hecho pensar en los sueños, siguiendo las instrucciones que da la propia autora; tan sencilla pero bien escrita como el marcado perfecto de pelo del que habla Jolanda; o tan bien estructurada como el manual de instrucciones publicado por Erminia, donde enumera las directrices a seguir para saber cómo se lleva la buena administración de un club de jubilados. Por todo ello, solo resta recomendarla, de cara estas navidades junto a otras como "Agujas de papel" o "Te daré un beso antes de morir", y decirte que, si optas por leerla, creo que pasarás un rato muy agradable.Y, tal como dijo Gustave Flaubert, "¡Ten cuidado con tus sueños! son la sirena de las almas. Ellas cantan, nos llaman, las seguimos y jamás retornamos".
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